La historia de Jericó
Este relato está registrado en el
libro de Josué cap. 6. Durante años, los escépticos pensaron que la historia de
los muros de Jericó que habían caído era un mito. Sin embargo, en la década de
1930, el Dr. John Garstang hizo un descubrimiento asombroso y dijo: “En cuanto
al hecho principal, entonces, no queda ninguna duda: los muros cayeron hacia
afuera de forma tal que los atacantes pudieron treparse por sobre las ruinas de
la ciudad”. Esto es asombroso porque los muros de las ciudades caen hacia
adentro, no hacia afuera”. La edición del 5 de marzo de 1990 de la revista Time
tiene un artículo llamado “Score One For the Bible – Punto Uno Para la Biblia”.
En este artículo, la arqueóloga Kathleen Kenyon decía que los muros de Jericó
habían caído de forma súbita. Muchos eruditos consideran que esto fue provocado
por un terremoto que podría explicar el hecho; además, hay registros
arqueológicos que demuestran que la ciudad fue conquistada rápidamente. Estos
hallazgos agregan credibilidad al relato bíblico. Es más, un estudio posterior
hecho por Brian Wood encontró que la fecha de la caída de Jericó coincide con
la fecha de la Biblia.
La fortuna de Salomón
Muchos pensaron que las referencias
a la fortuna de Salomón eran extremadamente exageradas. Sin embargo, algunos
documentos rescatados del pasado demuestran que la prosperidad de la antigüedad
estaba concentrada en el rey Salomón, y que es completamente posible.
El dilema de Ezequías
La Biblia nos cuenta la historia de
Ezequías, un rey de Judá, y su conflicto con Senaquerib, un rey asirio famoso.
Esta historia es confirmada además en minúsculos detalles por la arqueología y
la historia.
Ezequías fue un rey usado por Dios
como un instrumento fundamental para remover la idolatría de Judá (2 Rey.
18:1-4). A comienzos de su reinado, él fue testigo de la cautividad de Israel
(las 10 tribus del norte) a manos del rey asirio Sargón II (v. 9-12). Después
de su victoria sobre Israel, los asirios obligaron a las ciudades de Judá a
pagar tributo con el fin de evitar que corrieran con la misma suerte.
La decisión de Ezequías, de dejar de
pagar tributo a los asirios, hizo que el rey Senaquerib los atacara con furia
(v. 7, 13). Esto hizo que Ezequías cambiara de opinión. Él decidió pagar el
tributo a los asirios tomando el oro y la plata de su palacio y del templo.
Para satisfacer las exigencias de Senaquerib, quitó el oro de las puertas del
templo (v. 15, 16). Pero esto todavía era insuficiente, y Senaquerib había
enviado a sus ejércitos para que rodearan Jerusalén exigiendo la rendición de
la ciudad.
En medio de esta crisis, Ezequías
oró a Dios con todo su corazón (2 Rey. 19), y el profeta Isaías le dijo que
Senaquerib no tendría éxito y que Jerusalén no caería en esta ocasión (v.
32-34).
Al prepararse para la invasión de
Senaquerib, Ezequías también fortificó la ciudad y construyó un segundo muro
alrededor de la porción nororiental de Jerusalén (también llamado el muro
ancho), bastante grande. Tenía 6.1 metros de ancho y más de 3.05 metros de
altura en algunos lugares. Este muro tenía el propósito de proteger el
suministro de agua potable de la ciudad, así como a los judíos que, con el
tiempo, se habían trasladado fuera del muro principal de la ciudad (2 Crón.
32:1-5).
Durante muchos años los mapas
modernos de la antigua Jerusalén no mostraban este segundo muro. No fue sino
hasta que comenzó la excavación de Jerusalén después de la Guerra de los Seis
Días en 1967, que se descubrió de una forma sorprendente el segundo muro
(exactamente como la Biblia lo registra).
Is. 22:9-11 dice: “Visteis las
brechas de la ciudad de David, que se multiplicaron; y recogisteis las aguas
del estanque de abajo. Y contasteis las casas de Jerusalén, y derribasteis
casas para fortificar el muro. Hicisteis foso entre los dos muros para las
aguas del estanque viejo; y no tuvisteis respeto al que lo hizo, ni mirasteis
de lejos al que lo labró”
La arqueología verifica estos
hechos: Ezequías construyó una reserva y un túnel en la única fuente de agua
fresca de Jerusalén: el arroyo de Gihón. También construyó un segundo muro para
proteger esta fuente, y derrumbó las casas que estaban en el camino y realmente
construyó el muro a través de una casa. El arroyo y la reserva estaban
localizados “entre los dos muros”.
Ezequías construyó un túnel para
llevar el agua fresca a Jerusalén, preparándose para una invasión de los
asirios (2 Rey. 20:20; 2 Crón. 32:30)
La Biblia dice que Ezequías desvió
el agua para que pudiera correr de oriente a occidente. La arqueología confirma
que el agua en el túnel de Ezequías corría de oriente a occidente. De hecho,
usted puede caminar por el túnel en la actualidad y ver en qué dirección corre
el agua.
El rey Senaquerib
El sitio de Jerusalén y la campaña
de Senaquerib en Judea están registrados en tres artefactos de arcilla
—conocidos actualmente como el Prisma de Taylor (nombrado así en honor de su
descubridor, Colonel R. Taylor), el Prisma del Instituto Oriental y el Prisma
de Jerusalén.
En los seis lados inscritos del
prisma, el rey Senaquerib registró ocho campañas militares llevadas a cabo
contra varios pueblos que se rehusaron a someterse al gobierno asirio. El texto
registra el relato de Senaquerib acerca de lo que había pasado en su campaña
militar contra Judá. Registra victorias contra 46 ciudades fortificadas, pero
no menciona a Jerusalén entre ellas.
Ezequías es identificado como el rey
de Judá y se refieren a él como un prisionero en su propia ciudad. El texto
dice: “Él se hizo a sí mismo prisionero en Jerusalén, su residencia real, como
un pájaro en una jaula. Yo lo rodee con terraplén para molestar a aquellos que
estaban saliendo de la ciudad por la puerta”.
En 2 Crónicas 32:9 encontramos el
registro de Senaquerib conquistando la ciudad de Laquis, cerca de Jerusalén.
Esta victoria está confirmada en un relieve mural gigante que fue descubierto
en las ruinas del antiguo Nínive. De allí, Senaquerib envió su ejército para
rodear a Jerusalén, pero los registros históricos y arqueológicos son muy
parcos en cuanto a lo que sucedió a Jerusalén. Parece que hay una buena razón
para la ausencia de información. Veamos el relato bíblico de lo que sucedió en
2 Crón. 32:21: “Y Jehová envió un ángel, el cual destruyó a todo valiente y
esforzado, y a los jefes y capitanes en el campamento del rey de Asiria. Este
se volvió, por tanto, avergonzado a su tierra; y entrando en el templo de su
dios, allí lo mataron a espada sus propios hijos”
Esta derrota no fue registrada por
los asirios y no puede ser confirmada por la arqueología, pero la muerte de
Senaquerib está registrada; y sucedió tal cual lo dice la Biblia. El registro
asirio nos dice que Senaquerib fue atacado y muerto por dos de sus hijos
mientras estaba en el templo de Nisroc en 681 a.C.
Esto sucedió casi 20 años después
del sitio de Jerusalén, y la Biblia lo registra en 2 Rey. 19:37, dando los
nombres de los dos hijos que mataron a Senaquerib y contando que un tercer
hijo, Esarhadón, fue rey en su reemplazo. Todo esto está confirmado por los
anales del rey asirio Esarhadón.
Uno de los más grandes arqueólogos
judíos del siglo XX fue Nelson Glueck (1900-1971), que incluso apareció en la
portada de la revista Time en 1963. Él escribió lo siguiente acerca de la
autenticidad de la Biblia cuando se compara con la arqueología: “Puede decirse
categóricamente que no hay ningún descubrimiento arqueológico que vaya en
contra de la referencia bíblica. Miles de hallazgos arqueológicos se han hecho,
que confirman un esquema claro o unas afirmaciones históricas detalladas en la
Biblia. Y por la misma razón, la adecuada evaluación de las descripciones
bíblicas ha llevado con frecuencia a hacer descubrimientos sorprendentes”
(Rivers in the Desert [Ríos en el desierto], 1960, p. 31).
El rey Sargón de Asiria
Hubo un tiempo en que se rechazó la
existencia del rey Sargón de Asiria, tal y como se narra de él en Is. 20:1,
porque el nombre no era mencionado en ningún otro documento. Sin embargo, en el
año 1843, el agente Consular Francés, Paul Emile Botta, comenzó a excavar en
Khorsabad (Irak), cerca de Nínive y descubrió el palacio de Sargon.
El evento narrado en Is. 20, la
captura de Asdod, fue registrado para la posteridad sobre los muros del palacio.
De hecho, el fragmento de una estela (señal o rastro) donde se registra la
victoria fue encontrado allí mismo, en Asdod.
Más extensas excavaciones han sido
hechas en Khorsabad por el Instituto Oriental de la Universidad de Chicago.
Previamente, Sargon II había construido palacios sucesivamente en Assur, Calah
y Nínive. Los documentos oficiales registran la siega de Sargon y la captura de
Samaria durante el primer año de su reinado (722-721 a.C.). Además, muchas
esculturas de relieve del rey Sargon fueron encontradas. En 1963, se encontró
una victoria sobre estela erigida por Sargon II (en Asdod). Estos
descubrimientos arqueológicos demuestran cómo el registro antiguo bíblico es
ahora apoyado por ambos: los documentos escritos y los restos materiales descubiertos
en Asiria y Palestina.
El rey Belsasar
Según el libro de Daniel, el último
gobernante de Babilonia antes de su caída en manos de los persas se llamó
Belsasar (Dn. 5:1-30). Puesto que fuera de la Biblia no había ninguna mención
de Belsasar, se levantó la acusación de que la Biblia estaba equivocada y que
aquel hombre nunca había existido (porque se decía que el último rey de
Babilonia fue Nabonidus), pero durante el siglo XIX se descubrieron en unas
ruinas del sur de Irak varios cilindros pequeños con inscripciones en grafía
cuneiforme. Se halló que contenían una oración por la salud del hijo mayor de
Nabonido, el rey de Babilonia. ¿Cómo se llamaba este hijo? Belsasar. Así que,
Belsasar tenía la autoridad suficiente para convertir a Daniel en el tercer
gobernante del reino (Dn. 5:16), otorgándole el privilegio más alto disponible
por haber leído la escritura en la pared.
El Estanque de Siloé
En el evangelio de Juan, después de
curar a un ciego de nacimiento, Jesús lava los ojos de éste con agua del
Estanque de Siloé (Jn. 9). La comunidad académica creía que Juan no estaba
haciendo referencia a un lugar en específico, sino recurriendo a un concepto
religioso para ilustrar el pasaje, pero existe la Inscripción de Siloé,
descubierta en el año 1880 por un muchacho campesino en Jerusalén. Data del
tiempo de Ezequías rey de Juda (año 701 a.C.) y describe el rescate del túnel
que proveyó agua para la ciudad de Jerusalén. Por otro lado, en 2005 un grupo
de fontaneros descubrió la reserva de agua en la Ciudad Vieja de Jerusalén.
“Descubrimos el Estanque de Siloé exactamente donde Juan dijo que estaba”,
afirma James Charlesworth, un especialista del NT.
CONCLUSIONES
- Una vez más, nos damos cuenta de
la naturaleza de “testigo ocular” que los registros de la Biblia tienen, tal y
como lo hacen resaltar los recientes descubrimientos de la arqueología.
- Estos registros son solo unos
cuantos de los cientos de relatos bíblicos que han sido confirmados por la
arqueología. A pesar de esto, hay arqueólogos que han rechazado la autenticidad
de la Biblia pero el registro arqueológico respalda el texto bíblico.
- Más de 30 años atrás, James Mann
escribió lo siguiente en un artículo para U.S. News and World Report: “Una ola
de descubrimientos arqueológicos está alterando los antiguos conceptos acerca
del cristianismo y el judaísmo —afirmando que la Biblia es históricamente más
acertada de lo que muchos eruditos piensan” (“Nuevos descubrimientos pueden
arrojar una luz renovada acerca de la Biblia”, 24 de agosto de 1981).
- Entonces, si la Biblia tiene un
registro histórico acertado, ¿podría también estar correcta en sus respuestas a
las grandes preguntas acerca de la vida? Hay mucha evidencia objetiva que
respalda la creencia de que la Biblia es precisa y contiene las respuestas a
las preguntas más inquietantes del hombre: ¿Quién es Dios? ¿Cómo se originó el
universo? ¿De dónde venimos? ¿Quién soy yo? ¿Qué propósito tiene mi vida en la
tierra? ¿Qué hay más allá de la muerte?