jueves, 9 de noviembre de 2017

Objeciones en contra de la Biblia Parte III


La historia de Jericó
Este relato está registrado en el libro de Josué cap. 6. Durante años, los escépticos pensaron que la historia de los muros de Jericó que habían caído era un mito. Sin embargo, en la década de 1930, el Dr. John Garstang hizo un descubrimiento asombroso y dijo: “En cuanto al hecho principal, entonces, no queda ninguna duda: los muros cayeron hacia afuera de forma tal que los atacantes pudieron treparse por sobre las ruinas de la ciudad”. Esto es asombroso porque los muros de las ciudades caen hacia adentro, no hacia afuera”. La edición del 5 de marzo de 1990 de la revista Time tiene un artículo llamado “Score One For the Bible – Punto Uno Para la Biblia”. En este artículo, la arqueóloga Kathleen Kenyon decía que los muros de Jericó habían caído de forma súbita. Muchos eruditos consideran que esto fue provocado por un terremoto que podría explicar el hecho; además, hay registros arqueológicos que demuestran que la ciudad fue conquistada rápidamente. Estos hallazgos agregan credibilidad al relato bíblico. Es más, un estudio posterior hecho por Brian Wood encontró que la fecha de la caída de Jericó coincide con la fecha de la Biblia.

La fortuna de Salomón
Muchos pensaron que las referencias a la fortuna de Salomón eran extremadamente exageradas. Sin embargo, algunos documentos rescatados del pasado demuestran que la prosperidad de la antigüedad estaba concentrada en el rey Salomón, y que es completamente posible.

El dilema de Ezequías
La Biblia nos cuenta la historia de Ezequías, un rey de Judá, y su conflicto con Senaquerib, un rey asirio famoso. Esta historia es confirmada además en minúsculos detalles por la arqueología y la historia.

Ezequías fue un rey usado por Dios como un instrumento fundamental para remover la idolatría de Judá (2 Rey. 18:1-4). A comienzos de su reinado, él fue testigo de la cautividad de Israel (las 10 tribus del norte) a manos del rey asirio Sargón II (v. 9-12). Después de su victoria sobre Israel, los asirios obligaron a las ciudades de Judá a pagar tributo con el fin de evitar que corrieran con la misma suerte.

La decisión de Ezequías, de dejar de pagar tributo a los asirios, hizo que el rey Senaquerib los atacara con furia (v. 7, 13). Esto hizo que Ezequías cambiara de opinión. Él decidió pagar el tributo a los asirios tomando el oro y la plata de su palacio y del templo. Para satisfacer las exigencias de Senaquerib, quitó el oro de las puertas del templo (v. 15, 16). Pero esto todavía era insuficiente, y Senaquerib había enviado a sus ejércitos para que rodearan Jerusalén exigiendo la rendición de la ciudad.

En medio de esta crisis, Ezequías oró a Dios con todo su corazón (2 Rey. 19), y el profeta Isaías le dijo que Senaquerib no tendría éxito y que Jerusalén no caería en esta ocasión (v. 32-34).

Al prepararse para la invasión de Senaquerib, Ezequías también fortificó la ciudad y construyó un segundo muro alrededor de la porción nororiental de Jerusalén (también llamado el muro ancho), bastante grande. Tenía 6.1 metros de ancho y más de 3.05 metros de altura en algunos lugares. Este muro tenía el propósito de proteger el suministro de agua potable de la ciudad, así como a los judíos que, con el tiempo, se habían trasladado fuera del muro principal de la ciudad (2 Crón. 32:1-5).

Durante muchos años los mapas modernos de la antigua Jerusalén no mostraban este segundo muro. No fue sino hasta que comenzó la excavación de Jerusalén después de la Guerra de los Seis Días en 1967, que se descubrió de una forma sorprendente el segundo muro (exactamente como la Biblia lo registra).

Is. 22:9-11 dice: “Visteis las brechas de la ciudad de David, que se multiplicaron; y recogisteis las aguas del estanque de abajo. Y contasteis las casas de Jerusalén, y derribasteis casas para fortificar el muro. Hicisteis foso entre los dos muros para las aguas del estanque viejo; y no tuvisteis respeto al que lo hizo, ni mirasteis de lejos al que lo labró”

La arqueología verifica estos hechos: Ezequías construyó una reserva y un túnel en la única fuente de agua fresca de Jerusalén: el arroyo de Gihón. También construyó un segundo muro para proteger esta fuente, y derrumbó las casas que estaban en el camino y realmente construyó el muro a través de una casa. El arroyo y la reserva estaban localizados “entre los dos muros”.

Ezequías construyó un túnel para llevar el agua fresca a Jerusalén, preparándose para una invasión de los asirios (2 Rey. 20:20; 2 Crón. 32:30)

La Biblia dice que Ezequías desvió el agua para que pudiera correr de oriente a occidente. La arqueología confirma que el agua en el túnel de Ezequías corría de oriente a occidente. De hecho, usted puede caminar por el túnel en la actualidad y ver en qué dirección corre el agua.

El rey Senaquerib
El sitio de Jerusalén y la campaña de Senaquerib en Judea están registrados en tres artefactos de arcilla —conocidos actualmente como el Prisma de Taylor (nombrado así en honor de su descubridor, Colonel R. Taylor), el Prisma del Instituto Oriental y el Prisma de Jerusalén.

En los seis lados inscritos del prisma, el rey Senaquerib registró ocho campañas militares llevadas a cabo contra varios pueblos que se rehusaron a someterse al gobierno asirio. El texto registra el relato de Senaquerib acerca de lo que había pasado en su campaña militar contra Judá. Registra victorias contra 46 ciudades fortificadas, pero no menciona a Jerusalén entre ellas.

Ezequías es identificado como el rey de Judá y se refieren a él como un prisionero en su propia ciudad. El texto dice: “Él se hizo a sí mismo prisionero en Jerusalén, su residencia real, como un pájaro en una jaula. Yo lo rodee con terraplén para molestar a aquellos que estaban saliendo de la ciudad por la puerta”.

En 2 Crónicas 32:9 encontramos el registro de Senaquerib conquistando la ciudad de Laquis, cerca de Jerusalén. Esta victoria está confirmada en un relieve mural gigante que fue descubierto en las ruinas del antiguo Nínive. De allí, Senaquerib envió su ejército para rodear a Jerusalén, pero los registros históricos y arqueológicos son muy parcos en cuanto a lo que sucedió a Jerusalén. Parece que hay una buena razón para la ausencia de información. Veamos el relato bíblico de lo que sucedió en 2 Crón. 32:21: “Y Jehová envió un ángel, el cual destruyó a todo valiente y esforzado, y a los jefes y capitanes en el campamento del rey de Asiria. Este se volvió, por tanto, avergonzado a su tierra; y entrando en el templo de su dios, allí lo mataron a espada sus propios hijos”

Esta derrota no fue registrada por los asirios y no puede ser confirmada por la arqueología, pero la muerte de Senaquerib está registrada; y sucedió tal cual lo dice la Biblia. El registro asirio nos dice que Senaquerib fue atacado y muerto por dos de sus hijos mientras estaba en el templo de Nisroc en 681 a.C.

Esto sucedió casi 20 años después del sitio de Jerusalén, y la Biblia lo registra en 2 Rey. 19:37, dando los nombres de los dos hijos que mataron a Senaquerib y contando que un tercer hijo, Esarhadón, fue rey en su reemplazo. Todo esto está confirmado por los anales del rey asirio Esarhadón.

Uno de los más grandes arqueólogos judíos del siglo XX fue Nelson Glueck (1900-1971), que incluso apareció en la portada de la revista Time en 1963. Él escribió lo siguiente acerca de la autenticidad de la Biblia cuando se compara con la arqueología: “Puede decirse categóricamente que no hay ningún descubrimiento arqueológico que vaya en contra de la referencia bíblica. Miles de hallazgos arqueológicos se han hecho, que confirman un esquema claro o unas afirmaciones históricas detalladas en la Biblia. Y por la misma razón, la adecuada evaluación de las descripciones bíblicas ha llevado con frecuencia a hacer descubrimientos sorprendentes” (Rivers in the Desert [Ríos en el desierto], 1960, p. 31).

El rey Sargón de Asiria
Hubo un tiempo en que se rechazó la existencia del rey Sargón de Asiria, tal y como se narra de él en Is. 20:1, porque el nombre no era mencionado en ningún otro documento. Sin embargo, en el año 1843, el agente Consular Francés, Paul Emile Botta, comenzó a excavar en Khorsabad (Irak), cerca de Nínive y descubrió el palacio de Sargon.

El evento narrado en Is. 20, la captura de Asdod, fue registrado para la posteridad sobre los muros del palacio. De hecho, el fragmento de una estela (señal o rastro) donde se registra la victoria fue encontrado allí mismo, en Asdod.

Más extensas excavaciones han sido hechas en Khorsabad por el Instituto Oriental de la Universidad de Chicago. Previamente, Sargon II había construido palacios sucesivamente en Assur, Calah y Nínive. Los documentos oficiales registran la siega de Sargon y la captura de Samaria durante el primer año de su reinado (722-721 a.C.). Además, muchas esculturas de relieve del rey Sargon fueron encontradas. En 1963, se encontró una victoria sobre estela erigida por Sargon II (en Asdod). Estos descubrimientos arqueológicos demuestran cómo el registro antiguo bíblico es ahora apoyado por ambos: los documentos escritos y los restos materiales descubiertos en Asiria y Palestina.

El rey Belsasar
Según el libro de Daniel, el último gobernante de Babilonia antes de su caída en manos de los persas se llamó Belsasar (Dn. 5:1-30). Puesto que fuera de la Biblia no había ninguna mención de Belsasar, se levantó la acusación de que la Biblia estaba equivocada y que aquel hombre nunca había existido (porque se decía que el último rey de Babilonia fue Nabonidus), pero durante el siglo XIX se descubrieron en unas ruinas del sur de Irak varios cilindros pequeños con inscripciones en grafía cuneiforme. Se halló que contenían una oración por la salud del hijo mayor de Nabonido, el rey de Babilonia. ¿Cómo se llamaba este hijo? Belsasar. Así que, Belsasar tenía la autoridad suficiente para convertir a Daniel en el tercer gobernante del reino (Dn. 5:16), otorgándole el privilegio más alto disponible por haber leído la escritura en la pared.

El Estanque de Siloé
En el evangelio de Juan, después de curar a un ciego de nacimiento, Jesús lava los ojos de éste con agua del Estanque de Siloé (Jn. 9). La comunidad académica creía que Juan no estaba haciendo referencia a un lugar en específico, sino recurriendo a un concepto religioso para ilustrar el pasaje, pero existe la Inscripción de Siloé, descubierta en el año 1880 por un muchacho campesino en Jerusalén. Data del tiempo de Ezequías rey de Juda (año 701 a.C.) y describe el rescate del túnel que proveyó agua para la ciudad de Jerusalén. Por otro lado, en 2005 un grupo de fontaneros descubrió la reserva de agua en la Ciudad Vieja de Jerusalén. “Descubrimos el Estanque de Siloé exactamente donde Juan dijo que estaba”, afirma James Charlesworth, un especialista del NT.

CONCLUSIONES
- Una vez más, nos damos cuenta de la naturaleza de “testigo ocular” que los registros de la Biblia tienen, tal y como lo hacen resaltar los recientes descubrimientos de la arqueología.
- Estos registros son solo unos cuantos de los cientos de relatos bíblicos que han sido confirmados por la arqueología. A pesar de esto, hay arqueólogos que han rechazado la autenticidad de la Biblia pero el registro arqueológico respalda el texto bíblico.
- Más de 30 años atrás, James Mann escribió lo siguiente en un artículo para U.S. News and World Report: “Una ola de descubrimientos arqueológicos está alterando los antiguos conceptos acerca del cristianismo y el judaísmo —afirmando que la Biblia es históricamente más acertada de lo que muchos eruditos piensan” (“Nuevos descubrimientos pueden arrojar una luz renovada acerca de la Biblia”, 24 de agosto de 1981).
- Entonces, si la Biblia tiene un registro histórico acertado, ¿podría también estar correcta en sus respuestas a las grandes preguntas acerca de la vida? Hay mucha evidencia objetiva que respalda la creencia de que la Biblia es precisa y contiene las respuestas a las preguntas más inquietantes del hombre: ¿Quién es Dios? ¿Cómo se originó el universo? ¿De dónde venimos? ¿Quién soy yo? ¿Qué propósito tiene mi vida en la tierra? ¿Qué hay más allá de la muerte?

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