domingo, 6 de diciembre de 2015

La muerte y la vida eterna Parte IX


b. La victoria de Cristo sobre la muerte

Como ya se ha expuesto antes, la muerte física, espiritual y eterna vinieron como consecuencia del pecado de Adán y Eva y del pecado de cada ser humano que ha vivido, vive y vivirá sobre la tierra mientras ésta exista; no obstante, Cristo hizo una obra maravillosa para vencer la muerte en estas tres formas y así nos da perdón de pecados y vida eterna. A continuación se van a ampliar estas verdades bíblicas:

- CRISTO EXPERIMENTÓ LA MUERTE FÍSICA

Cristo adoptó nuestra naturaleza, se hizo hombre y asumió la culpa de nuestros pecados “para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo” (Heb. 2:14). En la Biblia, el poder del diablo siempre se considera como sujeto al dominio de Dios (Job 2:6); por tal razón, de ningún modo Satanás tiene la muerte sujeta a su antojo sino que Dios es el dueño de la vida y solo él tiene el poder de darla y quitarla (Lc. 12:5).

- CRISTO VENCIÓ A LA MUERTE

Cristo vino para poner fin a la muerte en sus tres formas; como indica el pasaje de Heb. 2:14, fue por medio de la muerte que Cristo derrotó a Satanás y fue por medio de la muerte que quitó nuestros pecados y nos justificó por fe y por gracia divina. La Biblia dice: “Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas” (Rom. 6:10).

Sin la obra de Cristo en la cruz, la muerte física es un enemigo invencible y es el símbolo de nuestra separación de Dios; sin embargo, Cristo usó su propia muerte física para librar a los hombres de su poder destructivo; por eso, ellos deben creen en su obra de salvación y así pueden enfrentar la muerte en su nombre y tienen vida eterna en Cristo.

“¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Cor. 15:55-57).

Cristo es la esperanza de vida porque promete dar la vida eterna (Juan 10:27,28), quita la muerte y saca a luz la vida (2 Tim. 1:10), y tiene las llaves del infierno y de la muerte (Ap. 1:18), lo que significa que obtuvo una victoria absoluta sobre la muerte y sobre la condenación, y tiene en sus manos el juicio de los hombres.

- CRISTO MURIÓ PARA DARNOS VIDA ETERNA

Cristo murió para que los hombres arrepentidos y que creen en su obra de salvación, tengan vida eterna. Por esta razón, el N.T. dice que los creyentes “duermen” en lugar de decir que “mueren” (1 Ts. 4:13, 14). Jesús cargó con todo el horror de la muerte y los que están en Cristo solo duermen al morir, es decir, tienen un tiempo de reposo y luego serán resucitados para vida eterna.

- CRISTO RESUCITÓ ENTRE LOS MUERTOS

Este es el mayor signo de su victoria sobre la muerte.

“Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él” (Rom 6:8, 9).

“Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven” (Rom. 14:8, 9).

La resurrección es el gran acontecimiento triunfal, y la gran nota de victoria en todo el N.T. tiene su origen allí. Observemos que Cristo es llamado el Autor de la vida (Hch. 3:14, 15) y el Verbo de vida (1 Jn. 1:1); por consiguiente, su victoria sobre la muerte es completa, y esa victoria está a disposición de su pueblo.

La destrucción de la muerte es promesa segura de Dios (Ap. 21:4). La segunda muerte no tiene ninguna potestad sobre el creyente (Ap. 2:11; 20:6). El N.T. define la vida eterna no como la inmortalidad del alma en sí misma; más bien, la vida eterna será confirmada en la futura resurrección del cuerpo para estar con Dios o lejos de Dios. Así pues, no hay forma más gráfica de ilustrar el carácter definitivo y completo de la derrota de la muerte que la resurrección de Cristo.

No solamente existe un futuro glorioso, sino que hay un presente glorioso. El creyente ya ha pasado de muerte a vida (Jn. 5:24; 1 Jn. 3:14). El creyente fiel está libre de la ley del pecado y de la muerte y ya no hay condenación para él (Rom. 8:2). La muerte no lo puede separar de Dios (Rom. 8:38, 39). Jesús dijo: “El que guarda mi palabra, nunca verá muerte” (Jn. 8:51). Tales palabras no niegan la realidad de la muerte física; más bien nos encaminan hacia la verdad de que la muerte de Jesús significa que el creyente ha salido completamente de aquel estado de separación con Dios que es la muerte espiritual, y que ha sido introducido en un nuevo estado que es la vida eterna en Cristo. En su momento atravesará la puerta que llamamos la muerte física, pero el aguijón de la muerte (la condenación) ha sido extraído. Por ende, la muerte y la resurrección de Jesús representan la victoria sobre la muerte eterna para sus seguidores.

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