-
Otra vez Juan dice: “Oí una voz que desde
el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que
mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque
sus obras con ellos siguen” (Ap. 14:13. Estos creyentes son bienaventurados
al morir en Cristo porque descansan en el cielo”; además, Heb. 4:10 dice: “Porque el que ha entrado en su reposo,
también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas”. Por otra parte,
los que no mueren en Cristo no son bendecidos sino que son desdichados porque
no descansan en absoluto, y van al infierno, al lugar de tormentos. ¿Podría
hallarse descanso en un lugar de tormentos, horrible, donde cientos y cientos
de millones de almas lloran y crujen los dientes por el dolor insoportable que
están sufriendo y por su conciencia culpable? Gracias a Dios por Cristo Jesús
quien nos salva de este destino terrible y espantoso.
-
Pablo dice: “Palabra fiel es ésta: si
somos muertos con él, también viviremos con él” (2 Tim. 2:11). ¿Qué quiere
decir esto? Que si morimos creyendo en Cristo, vamos a vivir en el cielo con
Cristo; y esto inmediatamente después de la muerte. Luego de la resurrección
(que sucederá en la venida de Cristo del cielo), obtendremos un cuerpo
incorruptible que vestirá nuestra alma actual y con el cual saldremos de los
sepulcros, y con ese cuerpo glorificado continuaremos viviendo con el Señor.
-
También Pablo dijo: “Y el Señor me
librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial. A él sea
gloria por los siglos de los siglos. Amén” (2 Tim. 4:18). Esta era la
confianza de Pablo: que el Señor le daría la bienvenida en su reino celestial
en el momento de su muerte. Y con esto concuerdan las palabras de Asaf que dijo
por la inspiración del Espíritu Santo: “Me
has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria” (Sal.
73:24).
-
Aunque el creyente fiel también experimenta la muerte física, su victoria sobre
la muerte en sus tres tipos (física, espiritual y eterna) se manifiesta en la
“esperanza de la vida eterna”; miremos lo que dice la Biblia: “en la esperanza de la vida eterna, la cual
Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos”
(Tito 1:2); “para que justificados por su
gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna”
(Tito 3:7).
-
La resurrección del cuerpo físico del creyente fiel será un acontecimiento
glorioso porque será el momento en el que su cuerpo será vestido de
inmortalidad en la presencia de Dios para vivir eternamente en una comunión
perfecta con su Creador.
-
La Biblia dice: “Porque si pecáremos
voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no
queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio,
y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios” (Heb. 10:26, 27).
Podemos ver claramente el contraste entre la gozosa certeza del creyente y la
expectación de juicio del pecador que es contado como adversario y enemigo de
Dios porque persiste en el mal y no viene a Cristo con arrepentimiento sincero
y genuino propósito de obedecer su voluntad.
Mientras
que los pecadores van a un lugar donde van a estar mucho peor que en la tierra,
nosotros los creyentes en Cristo, por la gracia de Dios, vamos a ir a un lugar
muchísimo mejor. Mientras que los pecadores no saben a dónde van porque caminan
en la oscuridad, nosotros sabemos muy bien hacia dónde vamos porque ahora
sabemos cuál es el camino que conduce al lugar donde Jesús se fue después de
hacer la purificación de los pecados, de acuerdo con lo que Jesús dijo: “Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino”
(Jn. 14:4); Jesucristo es el camino que conduce al Padre, y debemos seguir sus
pasos para entrar en su reino eterno. ¿Y la muerte? Es lamentable, por
supuesto, porque para los que se quedan no es nada agradable ver el cuerpo sin
vida de un creyente en Cristo, pero recuerden que “estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos” (Sal.
116:15).
En
la eternidad estaremos en la presencia de Dios, dándole alabanza y disfrutando
de sus bendiciones gloriosas, llenos de paz y alegría. Allí no hay lágrimas, ni
tristeza, ni algún tipo de dolor. Allí, la gloria de Dios ilumina todo y todos,
y todo es esplendor y magnificencia.
Otra
formar de definir la muerte física del creyente fiel a Dios en la Biblia es
comparándola con el acto de dormir. Así como después de un arduo día de trabajo
viene el sueño reparador, después de una vida larga y llena de trabajos, Dios
nos concede un merecido sueño de descanso (Jn. 11:11-14).
“Tampoco
queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os
entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que
Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron
en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que
vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los
que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y
con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán
primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos
arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire,
y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros
con estas palabras” (1
Ts. 4:13-18).
La
muerte no es el fin de todo. La despedida a un ser querido que murió en la
justicia de Cristo no es definitiva… es simplemente un “hasta luego”. El
cristiano que camina en el Espíritu espera la venida de Cristo en la cual se
dará la resurrección de los justos (Is. 26:19).
“Y esta es la voluntad del que me ha enviado:
Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le
resucitaré en el día postrero” (Jn. 6:40).
Así
pues, al resucitar, los creyentes salvos poseerán un cuerpo glorificado y
transformado a la imagen de Cristo.
“Mas nuestra
ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor
Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que
sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede
también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Fil. 3:20, 21).
“He aquí, os
digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un
momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la
trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos
transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de
incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible
se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad,
entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en
victoria”
1 Cor. 15:51-54.
En
ese cuerpo glorioso, no habrá más muerte porque Dios la eliminará para siempre.
Al reunirnos con nuestros seres amados que creyeron de verdad en Cristo, lo
haremos con la plena seguridad de que nunca más se dirá adiós y que jamás habrá
separación; sin embargo, si nuestros seres queridos rechazaron al Salvador y
vivieron en el pecado sin un verdadero arrepentimiento, su destino será la
condenación eterna.
“Destruirá a la
muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los
rostros; y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque Jehová lo
ha dicho” (Is.
25:8).
“Entonces
respondiendo Jesús, les dijo: Los hijos de este siglo se casan, y se dan en
casamiento; mas los que fueren tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la
resurrección de entre los muertos, ni se casan, ni se dan en casamiento. Porque
no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al
ser hijos de la resurrección. Pero en cuanto a que los muertos han de
resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al
Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios
de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven” (Lc. 20:34-38).
En
ese cuerpo resucitado no habrá género sexual ni matrimonios ni reproducción
porque seremos iguales a los ángeles de Dios; por ende, tendremos la capacidad
de volar y desplazarnos a velocidades no conocidas aún por el ser humano porque
estaremos en la dimensión espiritual; asimismo, podremos atravesar la materia y
podremos viajar a cualquier lugar del universo en cuestión de segundos.
En
el cielo compartiremos con Abraham, Isaac, Jacob y con todos los creyentes que
alcanzaron la justicia de Dios, mientras que aquellos que no se arrepienten y
persisten en el pecado, serán condenados y los veremos en el Juicio Final (Ap.
20:11-15).
“Y os digo que
vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y
Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las
tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mt. 8:11, 12).
En
síntesis, hay dos resurrecciones: una para vida (salvación eterna) y otra para
condenación (muerte eterna).
“No os
maravilléis de esto; porque vendrá la hora cuando todos los que están en los
sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de
vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Jn. 5:28-29).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario