Muchos han presentado objeciones
para aceptar la Biblia como un libro confiable; sin embargo, a continuación
veremos cómo estas refutaciones han sido desvirtuadas mediantes múltiples
evidencias:
La Tabla de Barro de Ebla
En la década de 1960, se
descubrieron las tablas de Ebla, en el norte de Siria y en este registro se ha
confirmado que lo narrado en las escrituras bíblicas referente a los patriarcas
es completamente posible. Algunos documentos escritos sobre tablas de barro
alrededor del año 2300 a.C. demuestran que los nombres y los lugares
mencionados en la época de los patriarcas son reales. El nombre “Canaan,”
nombre que algunos críticos, alguna vez, dijeron que no había sido utilizado en
esa época, y que era usado incorrectamente en los primeros capítulos de la
Biblia, está mencionado en la tabla de Ebla. Las costumbres antiguas
mencionadas en las historias de los Patriarcas también han sido encontradas en
tablas encontradas en Nuzi (o Nuzu) y Mari.
La palabra tehon “tehon” (“el
abismo”) en Gn. 1:2, se decía que era una palabra de acuñado posterior, lo
cual, según los críticos, demostraba que la historia de la creación fue escrita
en una época posterior a la comúnmente aceptada. Sin embargo, la palabra
“Tehom” ya formaba parte del vocabulario común en Ebla, el cual era usado unos
800 años antes de Moisés.
La tribu de los Hititas
La arqueología bíblica incluye las
ciudades capitales de los más grandes imperios antiguos. Por ejemplo: La civilización
hitita es mencionada en todo el AT, gobernando el área de lo que hoy es
Turquía, Siria y Líbano, aunque nada se conocía acerca de estos pueblos fuera
de la Biblia. Hace cerca de 100 años, la antigua Boghazkoy fue descubierta al
este de Ankara, Turquía, la cual se reveló como la ciudad capital del imperio
Hitita. Desde entonces, arqueólogos han descubierto un tesoro de información
acerca de la historia, lenguaje y cultura de un pueblo que era, antes de esto,
considerado imaginario por muchos expertos. En un tiempo se creyó que la tribu
de los Hititas había sido tan solo una leyenda de la Biblia, hasta que su
capital, sus registros y archivos fueron encontrados.
La palabra hitita(s) aparece con
frecuencia en el AT bajo la forma heteo(s). El Het de Gn. 10:15, hijo de Canaán
y nieto de Cam (v. 6), debió haber sido el antepasado de los proto-hititas que
se habían establecido en el Asia Menor y fueron absorbidos por los hititas
indoeuropeos cuando penetraron en Anatolia desde el noreste. Algunos de esos proto-hititas
habrían vivido en Palestina en el tiempo de Abraham (Gn. 15:18-20; 23:3-20).
Probablemente fue éste el pueblo al que pertenecieron 2 esposas de Esaú (Gn.
26:34) y los "heteos" en las listas de naciones que habitaban en
Canaán cuando los israelitas entraron en el país (Éx. 3:8; Dt. 7:1; 20:17; Jos.
3:10; 11:3; 24:11); aunque es posible que en tiempos de la invasión israelita
hubiera colonizadores de los hititas indoeuropeos en Canaán. Los restos de los
proto-hititas habrían estado también entre los que se casaron con los
israelitas en tiempos de los jueces (Jue. 3:5, 6).
Dirigiéndose a los habitantes de
Jerusalén, Ezequiel les dice con tono sarcástico, en relación con la población
preisraelita de Jerusalén: “Tu padre fue amorreo, y tu madre hetea” (Ez. 16:3,
45).
Se conocen nombres amorreos de reyes
de Jerusalén por textos de execración egipcios (textos donde se listaban los
enemigos del faraón, los enemigos del estado egipcio o vecinos extranjeros
problemáticos) del siglo XIX a.C., pero el rey de Jerusalén que escribió cartas
al faraón egipcio en el período de Amarna tenía un nombre hitita: Abdu-Khepa,
"siervo de Khepa" (diosa hitita), lo que pareciera indicar que era
hitita.
Los heteos todavía formaban parte de
la población de Palestina en tiempos de David y de Salomón, como lo demuestran
los registros bíblicos:
- David tenía valientes soldados
hititas en su ejército, como Ahimelec (1 Sam. 26:6) y Urías, el esposo de
Betsabé (2 Sam. 11:3-12:10).
- Los hititas a quienes Salomón
incorporó a sus campamentos de trabajos forzados (1 Rey. 9:20-22; 2 Crón.
8:7-9), probablemente fueron también descendientes de los primeros heteos del
período del imperio. Sin embargo, las esposas heteas de Salomón fueron muy
probablemente princesas de las ciudades-estados del norte de Siria que
florecieron en su tiempo (1 Rey. 11:1), y entre cuyos gobernantes estuvieron
evidentemente los "reyes de los heteos" con quienes Salomón tuvo un
activo comercio (1 Rey. 10:29; 2 Crón. 1:17).
También se mencionan los reyes de
las ciudades-estados hititas en 2 Rey. 7:6, donde el informe bíblico habla de
un ejército de sirios que tenía cercada a Samaria, pero que huyó en gran
desorden cuando les pareció oír que un ejército hitita se aproximaba a aliviar
a los israelitas.
En Tebas y Saqara se encontraron
textos de la 12ª dinastía de Egipto que contienen maldiciones contra países y
ciudades extranjeras, contra sus gobernantes, ciudadanos y posesiones. Los
textos fueron escritos en vasijas planas de cerámica o sobre estatuillas de arcilla
que representaban extranjeros, que luego eran quebradas ceremonialmente para
que las maldiciones surtieran efecto.
Los textos son de gran valor para el
historiador de la Biblia, porque contienen numerosos nombres de ciudades y
gobernantes de Canaán durante el tiempo de los patriarcas, un período del cual
existe muy poco material extrabíblico histórico sobre Palestina y Siria.
Por estos textos sabemos, por
ejemplo, que los nombres de 2 reyes de Jerusalén en las postrimerías del siglo
XIX a.C. fueron Yaquir-ammu y Saz-anu, lo que confirma el hecho de que
Jerusalén era una ciudad real durante el período patriarcal. Este se puede
deducir de Gn. 14:18, donde se menciona al rey Melquisedec de Jeru-Salem.
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