“Quita las escorias de la
plata, y saldrá alhaja al fundidor” (Pr. 25:4).
Introducción
Dios nos creó con propósitos
definidos; somos joyas de valor incalculable para él, cumplimos una función
particular en la tierra, somos vasos de honra para el Señor, somos hermosos
para él, poseemos una belleza y un precio sin igual aunque a veces nos
menospreciemos o nos comparemos con los demás; la estima y la valoración de
Dios hacia nosotros por lo que somos y representamos es extraordinaria. Quizás
otras personas nos desprecien, nos aíslen, nos rechacen, nos etiqueten como
inútiles o nosotros mismos lo hagamos, pero Dios nos conoce, él nos hizo y ha
trazado planes específicos con nosotros; no obstante, somos nosotros los que
elegimos ser lo que Dios ha diseñado o escogemos ser lo que nosotros deseamos,
perdiendo el verdadero sentido de la vida que hemos recibido por un pequeño
periodo de tiempo en la tierra.
En las Escrituras se usan
diferentes símbolos para representar el valor que Dios nos concede como
personas y como instrumentos que él quiere usar para beneficio mutuo en la
humanidad; uno de ellos son las joyas.
1. Una joya
Es un objeto precioso que posee
cualidades particulares y excelentes. Además, es un artículo necesario para su
dueño, quien lo guarda, lo cuida y lo emplea de acuerdo a su utilidad y belleza
porque brinda complacencia y satisfacción a quien lo posee. De la misma forma,
puede ser utilizada para adornar, embellecer y complementar otros objetos.
Una joya es fabricada por un
artesano en diferentes formas, tamaños y materiales según su función; podría
tener oro, plata, bronce, piedras preciosas, perlas, entre otros.
Leyendo Pr. 25:4 en otras versiones de la Biblia, se
usan términos similares: vaso y copa. Sin embargo, la aplicación es la misma.
Por tanto, vamos a enfocar la enseñanza en el concepto de las joyas.
En la época bíblica, como en la actualidad, se
usaban diversos tipos de alhajas muy estimadas tanto por los hombres como por
las mujeres (Ex. 11:2). Se daban como regalos (Gn. 24:53), y constituían un
artículo importante del botín de guerra (2 Cr. 20:25). Constituían, además, una
forma de riqueza, especialmente antes de que empezaran a usarse las monedas (2
Cr. 21:3), y su adquisición traía gran contentamiento para sus dueños (Pr. 3.15).
Las piedras se valoraban por su rareza, belleza, y durabilidad; por
consiguiente, se les redondeaba y pulía, y a menudo se grababan y labraban.
2. Quita las escorias de la plata
La plata es un mineral blanco
brillante y es maleable, es decir, se puede moldear en diversas formas. Esta
técnica se usa en la fabricación de utensilios y monedas, en joyería y en otros
ámbitos.
La
plata se extrae de diferentes lugares y se puede encontrar casi puro, pero
frecuentemente se halla entre las rocas en un estado natural, bruto, informe o
combinado con otros metales (Job. 28:1-11); de allí se lleva a la fundición
para ser moldeada según se requiera. Para este proceso se mete al crisol para que se derrita; el crisol es
un recipiente que
se emplea para fundir alguna materia a temperatura muy elevada. Al efectuar
este trabajo, aparece visible la escoria, una sustancia translúcida que flota
en el crisol y procede de la parte menos pura de los metales. La escoria representa las cosas viles y de ningún valor; por este motivo, la plata cobra su valor y estima si es purificada completamente
de toda escoria porque su finura y calidad eran probadas (Sal. 12:6; Zac. 13:8,9;
Mal. 3:3). Muchas veces, la refinación de la plata se asocia al sufrimiento, las
pruebas y las situaciones difíciles que atraviesan los creyentes (Sal. 66:10;
Pr. 17:3).
Algunos
utensilios y elementos relacionados con la plata que se mencionan en las
Escrituras son:
-
La copa de José (Gn. 44:22): usada para satisfacer la sed.
- Las
trompetas de plata (Nm. 10:2); usada para llamamiento y dirección divina.
- La
lengua del justo (Pr. 10:20): usada para expresar palabras valiosas y
apreciadas.
La
plata no se empaña en una atmósfera pura y se pule hasta ofrecer una imagen
como la de un espejo. Así pues, cuando somos limpios de toda maldad debemos
conservarnos puros y ser transparentes ante Dios y ante los hombres, como un
espejo en donde ellos se vean reflejados y se sientan movidos a un cambio de
vida.
Las
joyas y utensilios de plata eran forjados, trabajados y luego llevados al lugar
donde serían usados (Jer. 10:9). Muchos creyentes son fundidos por el Señor
para cumplir su voluntad en ellos pero no permiten que Dios les purifique y muchas
veces son excluidos de sus bendiciones (Jer. 6:27-30; Is. 1:22).
3. Y
saldrá alhaja al fundidor
En
el capítulo 25 de Proverbios se habla acerca de la enseñanza para un rey: se le
invita a escudriñar los asuntos divinos (v.2); se señala una acción que implica
responsabilidad para quitar la escoria, para
purificarse a sí mismo y purificar el reino. La purificación del
orden social (v. 5) es comparada con la purificación del orden natural (v. 4).
Así como hay que purificar el mineral de su escoria, también hay que purificar
el trono de la maldad y establecerlo con sabiduría (16:12). Como la separación
de las impurezas de la escoria deja pura la plata, así quitar los malos
consejeros del rey garantiza un gobierno sabio y próspero.
La
plata tiene valor solo después que le han quitado las impurezas. En forma
similar, el rey necesita ser limpio de toda maldad para que su trono quede
establecido con justicia.
Conclusión
Somos joyas de valor para Dios; somos plata que requiere ser purificada
de toda escoria para poder brillar y ser útiles al Señor y a los hombres. Somos
reyes y sacerdotes (Ap. 1:6) y el reino de Dios en la tierra debe establecerse
en la justicia y en la santidad, siendo nosotros un ejemplo para multitudes de
personas que nos miran como joyas de plata, como tesoros de Dios, como hombres
y mujeres diferentes, con convicciones claras sobre la vida y el propósito por
el cual existimos. Somos utensilios formados, moldeados y refinados por Cristo
y por su palabra.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario