h. Energía Oscura
La energía oscura se relaciona con
una forma de energía que impregna todo el espacio y tiende a acelerar la tasa
de expansión del universo. La observación de supernovas sugiere que existe una
densidad de energía que causa que el universo se expanda a una tasa más rápida
cada vez. El telescopio microonda llamado "Bumerán" estudió la
radiación cósmica de fondo (CMB); esta radiación se atribuye al “supuesto”
evento del Big Bang (según la teoría de la evolución); la explicación
creacionista, por su parte, atribuye esta radiación al evento de la creación
original.
El espectro de potencia angular
mostró un valor pico precisamente en el valor predicho por el modelo
inflacionario, dominado por materia oscura fría. Sin la presencia de esta
materia oscura, los científicos creen que las galaxias nunca se habrían
formado, porque no habría suficiente gravedad para evitar que se apartaran. El
universo está ajustado tan finamente que una cantidad precisa de materia oscura
mantiene unidas galaxias individuales, mientras que la energía oscura aleja
estas galaxias entre sí a una tasa acelerada. Juntas, la materia oscura y la
energía oscura dominan el cosmos, constituyendo aproximadamente el 96% de toda
la masa y energía.
El modelo predice un segundo pico
más pequeño, que parece estar allí pero que no puede ser resuelto completamente
con las mediciones iniciales. La presencia del segundo pico posiblemente
hundiría las teorías relacionadas con la evolución que compiten relatando la
historia del universo y cómo se originó el cosmos.
Por mucho tiempo, los no teístas y
defensores del naturalismo han buscado encontrar la explicación más simple para
el cosmos, esperando evadir cualquier evidencia directa a favor de un diseño
inteligente. Tal marco predeciría un modelo en el que hay suficiente materia
para igualar la densidad crítica para explicar un universo plano. Sin embargo,
ha llegado a ser evidencia que existe menos de la mitad de la cantidad de
materia en el universo de la que sería necesaria para explicar un universo
plano. La energía oscura proporciona una densidad de energía para compensar por
la faltante densidad de materia, pero necesitaría un grado excepcionalmente
alto de ajuste preciso.
¿Cuán finamente ajustada tiene que
estar esta energía para obtener un universo plano? La respuesta es una parte en
10120.
La naturaleza del universo revela
que una causa puramente materialista para el universo observado es
excepcionalmente improbable – y no puede ser comprendida sin un agente inteligente.
Cuando se demuestra que un modelo es inadecuado, los científicos deberían estar
dispuestos a aceptar el modelo que encaja mejor con los hechos. En este caso,
la proposición de diseño inteligente es mucho más consistente con los datos que
el modelo naturalista.
i. Ciencia y Fe
En la antigüedad, la ciencia y la fe
tuvieron muchos puntos en común pero se han convertido para muchos en dos
esferas diferentes para la comprensión humana.
A medida que la ciencia y la fe
comenzaron su separación, la dependencia en la razón sola condujo a los griegos
a muchas conclusiones falsas acerca del universo—el éter, la teoría
geocéntrica, y la generación espontánea, para citar unas pocas. Las correcciones
a esos errores fueron detenidas por más de un milenio hasta que el método
científico fue introducido, agregando la experimentación al análisis racional.
El nuevo enfoque, empíricamente
basado, permitió el descubrimiento de leyes y relaciones matemáticas que
describían el funcionamiento del universo con asombrosa precisión. Y con eso
llegó una nueva teoría del conocimiento.
Inspirados por el aplastante éxito
de la revolución científica, John Locke y George Berkeley concluyeron que la
única fuente confiable del conocimiento era empírica. A diferencia de los
racionalistas antiguos y medievales, quienes creían que los poderes
cognoscitivos de la mente eran suficientes para descubrir la verdadera
naturaleza de las cosas, Locke y Berkeley insistieron que el conocimiento
proviene de la experiencia sensorial. Ellos insistían que la mente era una hoja
en blanco sin ninguna arquitectura organizadora innata; es decir, que son
nuestros sentidos los que informan a nuestra mente, no al revés. Con cada nuevo
descubrimiento innovador de la ciencia, el racionalismo caía más bajo la sombra
del empirismo, hasta que fue completamente eclipsado por el empirismo
"duro" de David Hume.
Reforzando el empirismo de Locke y
Berkeley estaba la suposición de que el conocimiento verdadero era posible,
incluso para cosas no accesibles directamente mediante la percepción sensorial,
como las leyes físicas, y conceptos matemáticos abstractos como el infinito.
Pero David Hume dijo: "¡No!"
Según Hume, nosotros no tenemos
acceso a las leyes físicas; ellas no son implantadas en nosotros al nacer, ni
escritas con grandes letras en el cielo para ser vistas por todos. Todo lo que
tenemos es un flujo continuo de experiencias de las que construimos
asociaciones y relaciones que no tienen necesariamente ninguna relación con lo
que es verdaderamente real. Sin un acceso a la verdadera naturaleza de las
cosas, solo nos queda formular las suposiciones adecuadas para ayudarnos a
ordenar nuestras vidas. El empirismo "duro" de Hume despertó a
Emanuel Kant de sus sueños dogmáticos.
Para rescatar el racionalismo del
violento ataque de Hume, Kant lo sintetizó con empirismo, al proponer que la
mente ya viene dotada de facultades que le dan significado a nuestras
experiencias. Esta síntesis, sostenía Kant, hace posible la identificación de
leyes, inclusive las leyes morales. Pero el rescate de la razón de Kant no
incluía la suposición de unidad apoyada por los primeros racionalistas.
En el esquema de Kant, la realidad
fue partida en dos en el mundo fenomenal y el mundo noumenal. En el fenomenal
estaban las cosas del universo perceptible, la naturaleza; en el noumenal
estaban las causas supremas (el logos, el bien, Dios) y la verdadera naturaleza
de las cosas (ideas, formas, espíritu). Para Kant, la certeza del conocimiento
solo era posible en el fenomenal.
Con el tiempo, todo lo de referente
a la sobrenaturaleza y la ley moral
fueron empujados al mundo de la fe (a Kant le habría dolido saber esto).
La resultante separación de hechos y fe tuvo una influencia tremenda sobre los
guardianes de la ciencia. Atrapados en el anti-clericalismo de esos tiempos,
procuraron liberar a la ciencia de los supuestos grilletes de la fe, reduciendo
su alcance a explicaciones "naturales". El resultado fue el
materialismo científico, pero como hemos visto, la ciencia materialista está
lejos de carecer de fe porque en ocasiones especula y presupone sin evidencias,
estableciendo principios desde su propia fe.
La bifurcación de la ciencia y la fe
se reduce a esto: El materialista opera en la creencia de que "la
naturaleza es todo lo que existe". La palabra creer significa “algo que no
está demostrado científicamente”. De hecho, esta proposición fundamental no
está demostrada científicamente ni es demostrable porque, dado que solo son
permitidas las explicaciones naturales, la ciencia materialista depende de las
premisas mismas que trata de demostrar. Sin embargo, como en todas las
cosmovisiones, el materialismo científico está basado en una declaración de fe,
pero la fe no se limita a su base sino que comprende también su
sobre-estructura.
Considere una de las características
más comunes, y básicas de la naturaleza: la gravedad. Como con los ángeles, el
cielo, y Dios, nosotros no podemos ver, oler, probar, ni tocar la gravedad. Es
cierto que sentimos una fuerza de atracción hacia la tierra, pero también
"sentimos" una hacia el cielo. Incluso las teorías de gravedad más
exitosas no son explicaciones, sino descripciones que son completamente
diferentes.
Resumiendo, la gravedad es una
fuerza invisible asociada con la materia, arbitrada por quién sabe que—algunos
dicen gravitones, los que, de paso, nunca han sido aislados, observados, ni
medidos, pero no obstante, son un conveniente sustituto para nuestra
ignorancia. Y hablando de materia—nadie sabe por qué la gravedad atrae a la
materia y no a otras cosas, como a los fotones.
En otra descripción, la gravedad no
es una fuerza, sino más bien la topografía del espacio-tiempo moldeada por la
presencia de la materia. Como lo explica un físico: "La materia le dice al
espacio cómo doblarse y el espacio le dice a la materia a donde ir". Ahora
bien, ¿qué fue primero… la materia o el espacio? Si fue el espacio, ¿no tenía
ninguna forma? Si fue la materia, ¿no ocupaba ningún espacio? Para ese círculo
vicioso, al parecer, no existe un final y esto no desacredita a las
formulaciones de estas teorías. Ciertamente, ellas han conducido a muchos
adelantos espaciales. Aún así, los fenómenos de gravitación que observamos, y
las leyes y ecuaciones que los describen, son independientes de su explicación
o causa fundamental. Ya sea que la órbita de la tierra sea el resultado de una
fuerza invisible, de una distorsión del espacio-tiempo, o de la mano guiadora de
Aquél en quien "todas las cosas subsisten", nuestras observaciones y
descripciones matemáticas no se ven afectadas. La explicación que aceptamos es
un ejercicio de fe, no una demostración de hechos. Lo mismo aplica para las
actuales fuerzas del magnetismo y la electricidad.
Cuando ahondamos hasta dimensiones
subatómicas, nos adentramos en un mundo de abierta fe. Los quarks, los
electrones, y los muones, y las fuerzas nucleares que los controlan, son ajenos
a cualquier cosa que conocemos por experiencia cotidiana. Y las escalas
infinitesimales involucradas hacen imposible el examen directo. Todo lo que
"sabemos" viene del acelerador de partículas—es decir, experimentos
de "desintegración de átomos".
Como una aproximación, imagine
acribillar una caja de acero con un AK-47, y luego tratar de reconstruir el
objeto misterioso en su interior reconstruyendo las esquirlas resultantes.
Debido a que desconocemos cómo la ráfaga de ametralladora afectó al objeto en
su estado original, nuestra reconstrucción está basada en la inferencia. Lo
mismo aplica para nuestras descripciones del mundo atómico, añadiéndole a la
combinación un poco de imaginación.
Por ejemplo, hay toda una categoría
de cosas en el mundo cuántico denominada como "virtual". Incluye
partículas de tamaño sub-nuclear y fotones que nunca han sido detectados, y que
ciertamente, no existen sino como abstracciones etéreas en las mentes de
físicos, para explicar fenómenos que no tienen explicación sin ellos.
Inclusive el campo cuántico, al cual
se le atribuye impedir la aniquilación de la materia, al evitar que la nube con
carga negativa del electrón se combine con el núcleo con carga positiva, no es
nada más que un término raro para algo (la estabilidad de la materia) que es,
prácticamente inexplicable.
Ciertamente, la ciencia y la fe
coexisten. Desde la escala cósmica de la gravedad hasta la escala microscópica
del átomo, la fe afianza el conocimiento científico—fe en el materialismo. En
ninguna otra parte se encuentra más honestamente expresado que en las palabras
del biólogo evolucionista Richard Lewontin: "Tomamos partido por la
ciencia a pesar del patente absurdo de algunas de sus teorías, a pesar de su
fracaso para cumplir muchas de sus extravagantes promesas... porque tenemos un
compromiso previo, un compromiso con el materialismo".
Para aquellos cuya fe no será
sacudida por patentes absurdos, el astrofísico Robert Jastrow advierte que
"la historia termina como un mal sueño". Después de su ascenso final
a la montaña del descubrimiento, escudriñan el horizonte para ver un grupo de
teólogos que han estado aguardando su llegada por un largo, largo tiempo.
j. Ciencia y teología
La ciencia ha sido celebrada por
mucho tiempo como una empresa completamente inmune a la subjetividad, que se
aparta de la religión y la filosofía moral. El estereotipo cultural
frecuentemente perpetuado es que la ciencia proporciona una metodología que
filtra objetivamente distorsiones impresas en los datos por el compromiso de
una cosmovisión personal.
¿Qué le permite a teorías
científicas, como la teoría del germen de la enfermedad, la teoría de la
herencia de Mendel, las leyes de movimiento de Newton, y la teoría de la
relatividad general de Einstein, ser verificadas empíricamente de una manera en
la que algunos otros tipos de teorías no lo son? Por supuesto, todas las
teorías anteriormente mencionadas son teorías acerca de la manera en que los
fenómenos naturales operan en el presente. Tales teorías pueden ser verificadas
determinando si corresponden con la realidad. En otras palabras, la ciencia
empírica puede ser verificada haciendo una comparación con la manera en que los
fenómenos naturales realmente se comportan.
La posibilidad de tal verificación
empírica es por lo que la metodología científica es celebrada ampliamente como
una empresa de cosmovisión neutral, completamente desprovista de compromiso
teológico o filosófico. Las teorías científicas, en lo que concierne a las
ciencias empíricas, tienen que ver con la observación repetible.
Además de las ciencias empíricas, a
las que concierne la operación de fenómenos naturales en el presente, existe
también la investigación de las ciencias históricas. A diferencia de las
teorías empíricas, las cuales se enfocan en cosas que ocurren en el presente,
las teorías históricas se enfocan en eventos singulares del pasado. Cuando los
científicos intentan identificar la explicación adecuada más causalmente de un
evento en el pasado remoto, citan la causa conocida que produjo el efecto en
cuestión. Por ejemplo, si se quiere explicar la presencia de ceniza volcánica,
no se cita un terremoto porque nunca se ha observado que los terremotos
produzcan ceniza volcánica, mientras que sí se ha observado que las erupciones
volcánicas la producen. Esto hace la "hipótesis de erupción
volcánica" la explicación adecuada más causal de la presencia de la ceniza
volcánica en cuestión.
Cuando se trata de explicar ciertos
tipos de patrones que aparecen en la naturaleza, tenemos categorías diferentes
de explicación. Nadie pensaría en atribuirle las inscripciones de la piedra
Rosetta, o las esculturas del Monte Rushmore, a los vientos y la erosión. Nunca
se ha observado que el viento y la erosión sean capaces de producir los efectos
en cuestión. Tales patrones exhiben características que se atribuyen más a una
causa inteligente, no a una naturalista.
Esta metodología, por supuesto, se
convierte en algo más polémico cuando se está tratando con sistemas biológicos.
¿Por qué? Desde una perspectiva reduccionista, los fenómenos descritos arriba
solo requieren el citar una inteligencia evolucionada. Para que los sistemas
biológicos hayan sido diseñados, se requeriría de una inteligencia no
evolucionada. Esto eventualemente se reduce a un conflicto fundamental entre
dos visiones opuestas -- el teísmo y el reduccionismo. No obstante, se ha
demostrado que la célula exhibe grandes volúmenes de irregularidad especificada
(un sinónimo de "información"). Estrictos como leyes, nunca se ha
demostrado que los mecanismos materiales posean la capacidad causal para
justificar tales niveles de irregularidad especificada. En nuestra experiencia
uniforme y repetida, conocemos una única fuente que se ha demostrado que es
causalmente adecuada para producir el efecto en cuestión, y ella es la
inteligencia.
La ciencia, en última instancia,
puede intentar determinar ciertos hechos (por ejemplo, que el universo comenzó
a existir en algún punto del pasado finito) pero también puede determinar que
ciertas características de sistemas vivos fueron probablemente el producto de
un agente inteligente. No obstante, las preguntas relativas a la identidad y
naturaleza de ese agente inteligente son preguntas secundarias, y más idóneas
para tales disciplinas como la filosofía y la teología.
En última instancia, a la teología
le interesa la ontología: ¿a quién, o a qué, le debe el universo su existencia?
Por lo tanto, las preguntas relacionadas con la ontología no son asunto de
investigación científica. La metodología científica presupone uniformidad en
las leyes y constantes físicas fundamentales. Por esto, no puede responder
preguntas concernientes a su origen, sin razonar en círculo.
En conclusión, la teología y la
ciencia -- aunque relacionadas -- son fundamentalmente dos tipos de investigación.
Aunque una ciertamente puede informar a la otra, una no debe ser mal utilizada
para triunfar sobre la otra. De hecho, las dos disciplinas son valiosas y
necesarias; por tanto, deberían ser utilizadas de forma objetiva a favor del
bienestar y la formación integral del ser humano.
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