sábado, 14 de enero de 2017

La Creación de Dios Parte VI

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h. Energía Oscura

La energía oscura se relaciona con una forma de energía que impregna todo el espacio y tiende a acelerar la tasa de expansión del universo. La observación de supernovas sugiere que existe una densidad de energía que causa que el universo se expanda a una tasa más rápida cada vez. El telescopio microonda llamado "Bumerán" estudió la radiación cósmica de fondo (CMB); esta radiación se atribuye al “supuesto” evento del Big Bang (según la teoría de la evolución); la explicación creacionista, por su parte, atribuye esta radiación al evento de la creación original.

El espectro de potencia angular mostró un valor pico precisamente en el valor predicho por el modelo inflacionario, dominado por materia oscura fría. Sin la presencia de esta materia oscura, los científicos creen que las galaxias nunca se habrían formado, porque no habría suficiente gravedad para evitar que se apartaran. El universo está ajustado tan finamente que una cantidad precisa de materia oscura mantiene unidas galaxias individuales, mientras que la energía oscura aleja estas galaxias entre sí a una tasa acelerada. Juntas, la materia oscura y la energía oscura dominan el cosmos, constituyendo aproximadamente el 96% de toda la masa y energía.

El modelo predice un segundo pico más pequeño, que parece estar allí pero que no puede ser resuelto completamente con las mediciones iniciales. La presencia del segundo pico posiblemente hundiría las teorías relacionadas con la evolución que compiten relatando la historia del universo y cómo se originó el cosmos.

Por mucho tiempo, los no teístas y defensores del naturalismo han buscado encontrar la explicación más simple para el cosmos, esperando evadir cualquier evidencia directa a favor de un diseño inteligente. Tal marco predeciría un modelo en el que hay suficiente materia para igualar la densidad crítica para explicar un universo plano. Sin embargo, ha llegado a ser evidencia que existe menos de la mitad de la cantidad de materia en el universo de la que sería necesaria para explicar un universo plano. La energía oscura proporciona una densidad de energía para compensar por la faltante densidad de materia, pero necesitaría un grado excepcionalmente alto de ajuste preciso.

¿Cuán finamente ajustada tiene que estar esta energía para obtener un universo plano? La respuesta es una parte en 10120.

La naturaleza del universo revela que una causa puramente materialista para el universo observado es excepcionalmente improbable – y no puede ser comprendida sin un agente inteligente. Cuando se demuestra que un modelo es inadecuado, los científicos deberían estar dispuestos a aceptar el modelo que encaja mejor con los hechos. En este caso, la proposición de diseño inteligente es mucho más consistente con los datos que el modelo naturalista.

i. Ciencia y Fe

En la antigüedad, la ciencia y la fe tuvieron muchos puntos en común pero se han convertido para muchos en dos esferas diferentes para la comprensión humana. 

A medida que la ciencia y la fe comenzaron su separación, la dependencia en la razón sola condujo a los griegos a muchas conclusiones falsas acerca del universo—el éter, la teoría geocéntrica, y la generación espontánea, para citar unas pocas. Las correcciones a esos errores fueron detenidas por más de un milenio hasta que el método científico fue introducido, agregando la experimentación al análisis racional.

El nuevo enfoque, empíricamente basado, permitió el descubrimiento de leyes y relaciones matemáticas que describían el funcionamiento del universo con asombrosa precisión. Y con eso llegó una nueva teoría del conocimiento.

Inspirados por el aplastante éxito de la revolución científica, John Locke y George Berkeley concluyeron que la única fuente confiable del conocimiento era empírica. A diferencia de los racionalistas antiguos y medievales, quienes creían que los poderes cognoscitivos de la mente eran suficientes para descubrir la verdadera naturaleza de las cosas, Locke y Berkeley insistieron que el conocimiento proviene de la experiencia sensorial. Ellos insistían que la mente era una hoja en blanco sin ninguna arquitectura organizadora innata; es decir, que son nuestros sentidos los que informan a nuestra mente, no al revés. Con cada nuevo descubrimiento innovador de la ciencia, el racionalismo caía más bajo la sombra del empirismo, hasta que fue completamente eclipsado por el empirismo "duro" de David Hume.

Reforzando el empirismo de Locke y Berkeley estaba la suposición de que el conocimiento verdadero era posible, incluso para cosas no accesibles directamente mediante la percepción sensorial, como las leyes físicas, y conceptos matemáticos abstractos como el infinito. Pero David Hume dijo: "¡No!"

Según Hume, nosotros no tenemos acceso a las leyes físicas; ellas no son implantadas en nosotros al nacer, ni escritas con grandes letras en el cielo para ser vistas por todos. Todo lo que tenemos es un flujo continuo de experiencias de las que construimos asociaciones y relaciones que no tienen necesariamente ninguna relación con lo que es verdaderamente real. Sin un acceso a la verdadera naturaleza de las cosas, solo nos queda formular las suposiciones adecuadas para ayudarnos a ordenar nuestras vidas. El empirismo "duro" de Hume despertó a Emanuel Kant de sus sueños dogmáticos.

Para rescatar el racionalismo del violento ataque de Hume, Kant lo sintetizó con empirismo, al proponer que la mente ya viene dotada de facultades que le dan significado a nuestras experiencias. Esta síntesis, sostenía Kant, hace posible la identificación de leyes, inclusive las leyes morales. Pero el rescate de la razón de Kant no incluía la suposición de unidad apoyada por los primeros racionalistas.

En el esquema de Kant, la realidad fue partida en dos en el mundo fenomenal y el mundo noumenal. En el fenomenal estaban las cosas del universo perceptible, la naturaleza; en el noumenal estaban las causas supremas (el logos, el bien, Dios) y la verdadera naturaleza de las cosas (ideas, formas, espíritu). Para Kant, la certeza del conocimiento solo era posible en el fenomenal.

Con el tiempo, todo lo de referente a la sobrenaturaleza y la ley moral  fueron empujados al mundo de la fe (a Kant le habría dolido saber esto). La resultante separación de hechos y fe tuvo una influencia tremenda sobre los guardianes de la ciencia. Atrapados en el anti-clericalismo de esos tiempos, procuraron liberar a la ciencia de los supuestos grilletes de la fe, reduciendo su alcance a explicaciones "naturales". El resultado fue el materialismo científico, pero como hemos visto, la ciencia materialista está lejos de carecer de fe porque en ocasiones especula y presupone sin evidencias, estableciendo principios desde su propia fe.

La bifurcación de la ciencia y la fe se reduce a esto: El materialista opera en la creencia de que "la naturaleza es todo lo que existe". La palabra creer significa “algo que no está demostrado científicamente”. De hecho, esta proposición fundamental no está demostrada científicamente ni es demostrable porque, dado que solo son permitidas las explicaciones naturales, la ciencia materialista depende de las premisas mismas que trata de demostrar. Sin embargo, como en todas las cosmovisiones, el materialismo científico está basado en una declaración de fe, pero la fe no se limita a su base sino que comprende también su sobre-estructura.

Considere una de las características más comunes, y básicas de la naturaleza: la gravedad. Como con los ángeles, el cielo, y Dios, nosotros no podemos ver, oler, probar, ni tocar la gravedad. Es cierto que sentimos una fuerza de atracción hacia la tierra, pero también "sentimos" una hacia el cielo. Incluso las teorías de gravedad más exitosas no son explicaciones, sino descripciones que son completamente diferentes.

Resumiendo, la gravedad es una fuerza invisible asociada con la materia, arbitrada por quién sabe que—algunos dicen gravitones, los que, de paso, nunca han sido aislados, observados, ni medidos, pero no obstante, son un conveniente sustituto para nuestra ignorancia. Y hablando de materia—nadie sabe por qué la gravedad atrae a la materia y no a otras cosas, como a los fotones.

En otra descripción, la gravedad no es una fuerza, sino más bien la topografía del espacio-tiempo moldeada por la presencia de la materia. Como lo explica un físico: "La materia le dice al espacio cómo doblarse y el espacio le dice a la materia a donde ir". Ahora bien, ¿qué fue primero… la materia o el espacio? Si fue el espacio, ¿no tenía ninguna forma? Si fue la materia, ¿no ocupaba ningún espacio? Para ese círculo vicioso, al parecer, no existe un final y esto no desacredita a las formulaciones de estas teorías. Ciertamente, ellas han conducido a muchos adelantos espaciales. Aún así, los fenómenos de gravitación que observamos, y las leyes y ecuaciones que los describen, son independientes de su explicación o causa fundamental. Ya sea que la órbita de la tierra sea el resultado de una fuerza invisible, de una distorsión del espacio-tiempo, o de la mano guiadora de Aquél en quien "todas las cosas subsisten", nuestras observaciones y descripciones matemáticas no se ven afectadas. La explicación que aceptamos es un ejercicio de fe, no una demostración de hechos. Lo mismo aplica para las actuales fuerzas del magnetismo y la electricidad.

Cuando ahondamos hasta dimensiones subatómicas, nos adentramos en un mundo de abierta fe. Los quarks, los electrones, y los muones, y las fuerzas nucleares que los controlan, son ajenos a cualquier cosa que conocemos por experiencia cotidiana. Y las escalas infinitesimales involucradas hacen imposible el examen directo. Todo lo que "sabemos" viene del acelerador de partículas—es decir, experimentos de "desintegración de átomos".

Como una aproximación, imagine acribillar una caja de acero con un AK-47, y luego tratar de reconstruir el objeto misterioso en su interior reconstruyendo las esquirlas resultantes. Debido a que desconocemos cómo la ráfaga de ametralladora afectó al objeto en su estado original, nuestra reconstrucción está basada en la inferencia. Lo mismo aplica para nuestras descripciones del mundo atómico, añadiéndole a la combinación un poco de imaginación.

Por ejemplo, hay toda una categoría de cosas en el mundo cuántico denominada como "virtual". Incluye partículas de tamaño sub-nuclear y fotones que nunca han sido detectados, y que ciertamente, no existen sino como abstracciones etéreas en las mentes de físicos, para explicar fenómenos que no tienen explicación sin ellos.

Inclusive el campo cuántico, al cual se le atribuye impedir la aniquilación de la materia, al evitar que la nube con carga negativa del electrón se combine con el núcleo con carga positiva, no es nada más que un término raro para algo (la estabilidad de la materia) que es, prácticamente inexplicable.

Ciertamente, la ciencia y la fe coexisten. Desde la escala cósmica de la gravedad hasta la escala microscópica del átomo, la fe afianza el conocimiento científico—fe en el materialismo. En ninguna otra parte se encuentra más honestamente expresado que en las palabras del biólogo evolucionista Richard Lewontin: "Tomamos partido por la ciencia a pesar del patente absurdo de algunas de sus teorías, a pesar de su fracaso para cumplir muchas de sus extravagantes promesas... porque tenemos un compromiso previo, un compromiso con el materialismo".

Para aquellos cuya fe no será sacudida por patentes absurdos, el astrofísico Robert Jastrow advierte que "la historia termina como un mal sueño". Después de su ascenso final a la montaña del descubrimiento, escudriñan el horizonte para ver un grupo de teólogos que han estado aguardando su llegada por un largo, largo tiempo.

j. Ciencia y teología

La ciencia ha sido celebrada por mucho tiempo como una empresa completamente inmune a la subjetividad, que se aparta de la religión y la filosofía moral. El estereotipo cultural frecuentemente perpetuado es que la ciencia proporciona una metodología que filtra objetivamente distorsiones impresas en los datos por el compromiso de una cosmovisión personal.

¿Qué le permite a teorías científicas, como la teoría del germen de la enfermedad, la teoría de la herencia de Mendel, las leyes de movimiento de Newton, y la teoría de la relatividad general de Einstein, ser verificadas empíricamente de una manera en la que algunos otros tipos de teorías no lo son? Por supuesto, todas las teorías anteriormente mencionadas son teorías acerca de la manera en que los fenómenos naturales operan en el presente. Tales teorías pueden ser verificadas determinando si corresponden con la realidad. En otras palabras, la ciencia empírica puede ser verificada haciendo una comparación con la manera en que los fenómenos naturales realmente se comportan.

La posibilidad de tal verificación empírica es por lo que la metodología científica es celebrada ampliamente como una empresa de cosmovisión neutral, completamente desprovista de compromiso teológico o filosófico. Las teorías científicas, en lo que concierne a las ciencias empíricas, tienen que ver con la observación repetible.

Además de las ciencias empíricas, a las que concierne la operación de fenómenos naturales en el presente, existe también la investigación de las ciencias históricas. A diferencia de las teorías empíricas, las cuales se enfocan en cosas que ocurren en el presente, las teorías históricas se enfocan en eventos singulares del pasado. Cuando los científicos intentan identificar la explicación adecuada más causalmente de un evento en el pasado remoto, citan la causa conocida que produjo el efecto en cuestión. Por ejemplo, si se quiere explicar la presencia de ceniza volcánica, no se cita un terremoto porque nunca se ha observado que los terremotos produzcan ceniza volcánica, mientras que sí se ha observado que las erupciones volcánicas la producen. Esto hace la "hipótesis de erupción volcánica" la explicación adecuada más causal de la presencia de la ceniza volcánica en cuestión.

Cuando se trata de explicar ciertos tipos de patrones que aparecen en la naturaleza, tenemos categorías diferentes de explicación. Nadie pensaría en atribuirle las inscripciones de la piedra Rosetta, o las esculturas del Monte Rushmore, a los vientos y la erosión. Nunca se ha observado que el viento y la erosión sean capaces de producir los efectos en cuestión. Tales patrones exhiben características que se atribuyen más a una causa inteligente, no a una naturalista.

Esta metodología, por supuesto, se convierte en algo más polémico cuando se está tratando con sistemas biológicos. ¿Por qué? Desde una perspectiva reduccionista, los fenómenos descritos arriba solo requieren el citar una inteligencia evolucionada. Para que los sistemas biológicos hayan sido diseñados, se requeriría de una inteligencia no evolucionada. Esto eventualemente se reduce a un conflicto fundamental entre dos visiones opuestas -- el teísmo y el reduccionismo. No obstante, se ha demostrado que la célula exhibe grandes volúmenes de irregularidad especificada (un sinónimo de "información"). Estrictos como leyes, nunca se ha demostrado que los mecanismos materiales posean la capacidad causal para justificar tales niveles de irregularidad especificada. En nuestra experiencia uniforme y repetida, conocemos una única fuente que se ha demostrado que es causalmente adecuada para producir el efecto en cuestión, y ella es la inteligencia.

La ciencia, en última instancia, puede intentar determinar ciertos hechos (por ejemplo, que el universo comenzó a existir en algún punto del pasado finito) pero también puede determinar que ciertas características de sistemas vivos fueron probablemente el producto de un agente inteligente. No obstante, las preguntas relativas a la identidad y naturaleza de ese agente inteligente son preguntas secundarias, y más idóneas para tales disciplinas como la filosofía y la teología.

En última instancia, a la teología le interesa la ontología: ¿a quién, o a qué, le debe el universo su existencia? Por lo tanto, las preguntas relacionadas con la ontología no son asunto de investigación científica. La metodología científica presupone uniformidad en las leyes y constantes físicas fundamentales. Por esto, no puede responder preguntas concernientes a su origen, sin razonar en círculo.

En conclusión, la teología y la ciencia -- aunque relacionadas -- son fundamentalmente dos tipos de investigación. Aunque una ciertamente puede informar a la otra, una no debe ser mal utilizada para triunfar sobre la otra. De hecho, las dos disciplinas son valiosas y necesarias; por tanto, deberían ser utilizadas de forma objetiva a favor del bienestar y la formación integral del ser humano.

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