domingo, 11 de octubre de 2015

Dios el Espíritu Santo Parte V


- Su Bautismo

I. El significado del bautismo del Espíritu Santo 
 
Probablemente ninguna otra doctrina del Espíritu Santo ha sido objeto de más confusión que el bautismo del Espíritu. La mayoría de veces esta confusión se da por el hecho de que el bautismo del Espíritu comienza al mismo tiempo en que ocurren otras grandes obras del Espíritu, tales como la regeneración, la morada y el sellado (que son temas ya expuestos con detalle). También en algunas ocasiones el bautismo del Espíritu y la plenitud del Espíritu ocurren al mismo tiempo, y algunos predicadores o lectores de la Biblia hacen sinónimos de estos dos acontecimientos. El conflicto en la interpretación, sin embargo, se resuelve si se examina cuidadosamente lo que la Escritura dice con relación al bautismo del Espíritu y ésta será la tarea que se realizará a continuación…

II. El bautismo del Espíritu Santo antes de Pentecostés
 
En el A.T. no se menciona el término bautismo del Espíritu Santo ya que este tema solo se desarrolla a partir de la venida del Mesías en el N.T. y es él quien bautiza con el Espíritu Santo a los creyentes. Al examinar las referencias en los cuatro evangelios y en Hch 1:5, se aclara que el bautismo del Espíritu es considerado en cada caso como un acontecimiento futuro, el cual nunca había ocurrido antes. Así pues, en Mt. 3:11, Juan el Bautista predice que Cristo bautizará en Espíritu Santo y fuego. La referencia al bautismo por fuego se asocia con el poder divino que se ilustra con el fuego, el cual purifica e ilumina la vida del creyente (Jer. 23:29; Mal. 3:2; Hch. 2:3).

En relación al bautismo del Espíritu aparecen varias preposiciones para describir esta obra de Cristo: “él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mt. 3:11); “él os bautizará con Espíritu Santo” (Mr. 1:8); “ése es el que bautiza con el Espíritu Santo” (Jn. 1:33). El bautismo en cualquier caso es por medio del Espíritu Santo.
 
La norma de la doctrina es expresada por Cristo mismo cuando él contrastó el bautismo administrado por Juan con el futuro bautismo de los creyentes por medio del Espíritu Santo, lo cual ocurriría después de su ascensión. Cristo dijo: “Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hch. 1:5).

Cuando nos encontramos con el término bautismo en la Biblia, tenemos que preguntarnos cuál es su significado y en qué contexto se habló, porque hay varias referencias al respecto:

- El bautismo en agua de Juan el Bautista (Hch. 19:3).
- El bautismo en agua de los discípulos de Jesús (Jn. 4:2).
- El bautismo en agua de los cristianos (Hch. 2:38).
- El bautismo de Moisés (1 Cor. 10:2).
- El bautismo con el Espíritu Santo y con fuego (Mt. 3:11; Hch. 1:5).
- El bautismo simbólico de Jesús con sufrimiento (Lc. 12:50; Rom. 6:3).
- El bautismo simbólico del creyente en Cristo (Gál. 3:27; 1 Ped. 3:21).

Notemos que los tres primeros son bautismos literales que se realizan con agua pero los últimos cuatro no implican el sumergirse en agua sino que tienen una implicación espiritual.

Ahora, el término bautismo proviene de la palabra griega baptizo que significa “sumergir en”. Miremos una aplicación de la palabra bautizar aparte de sumergirse en agua: cuando un fabricante de ropa sumergía su tela en la tinta para darle color, se decía que la tela era bautizada en la tinta. Salía igual que la tinta y se había identificado totalmente con ella.

- El bautismo en agua de Juan y el de los discípulos de Jesús tenían como símbolo la purificación de los pecados pero necesitaban la obra de Cristo en la cruz para justificar al pecador por la fe. Mientras que el bautismo de los cristianos (ordenado por Cristo) tenía como símbolo la identificación del creyente con la muerte y la resurrección de Cristo. Estos tres tipos de bautismo tienen como objetivo que el creyente se identifique con la justicia de Dios y se acerque a él en arrepentimiento y conversión genuina.

- El bautismo de Moisés que menciona el apóstol Pablo se puede entender de la siguiente forma: Moisés representa el pacto de Dios con el pueblo judío mediante la Ley en el A.T., así como Jesús, el Hijo de Dios, representa el nuevo pacto para la salvación de toda la humanidad (Jn. 1:17; Heb. 3:5, 6). El pueblo de Israel fue convencido de que Moisés era un hombre escogido por Dios por el milagro de la nube que los protegía y por haberlos conducido a salvo a través del mar Rojo (entre otros milagros innumerables que Dios hizo por medio de él); por tanto, se dice que fueron bautizados en Moisés. El término “bautizados” aquí equivale a decir que se identificaron con Moisés y con el propósito de Dios; otra forma de expresarlo es que los israelitas fueron “iniciados” en el pacto de Dios que vendría luego por medio de Moisés en el monte Sinaí (Éx. 14:31; 24:12).

Hay una semejanza entre el bautismo en agua del N.T. y los símbolos de la nube y el mar en el A.T. porque estos elementos tenían agua; de ahí que Pablo los relacione. Ahora bien, los israelitas fueron bautizados simbólicamente en Moisés pero esto no les salvó de los juicios de Dios cuando se rebelaron contra sus leyes; de igual forma, el bautizarse en agua en el evangelio tampoco garantiza la salvación porque es por gracia y por fe en Cristo; si fuese por obras, ningún ser humano podría entrar al cielo porque todos somos pecadores y muchas veces desobedecemos las leyes de Dios, pero en Cristo tenemos el único sustituto que pagó con su muerte por nuestra redención y ya no tenemos que enfrentar el juicio de Dios porque hemos creído en la obra perfecta que Cristo consumó en la cruz, llevando el castigo por todos nuestros pecados. Sin embargo, cuando un creyente persiste en el pecado y lo practica de forma abierta, será condenado por su rechazo a la obra de Cristo que fue hecha para darle una nueva vida (aún si es bautizado en las aguas).

- En cuanto al bautismo del Espíritu Santo y con fuego, analicemos los siguientes argumentos:

Pablo dice: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Cor. 12:13). La identificación del creyente con Cristo por medio de la obra del Espíritu Santo se hace efectiva cuando creemos en Cristo y hacemos parte del cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Esta realidad es para todos los creyentes en Cristo que han sido salvos; sin embargo, hay muchos que creen que la señal de que hemos sido bautizados con el Espíritu Santo es el hablar en otras lenguas pero esto no es bíblico realmente porque las lenguas son un don del Espíritu Santo y no todos los creyentes hablan en lenguas. Más bien, el bautismo por el Espíritu Santo imparte seguridad de parte de Dios porque en Cristo tenemos la bendición de ser salvos e ir al cielo, pero no es una señal de que estamos completamente comprometidos con Dios (Ef. 1:13, 14; 5:18). Este punto se ampliará más adelante.

- El bautismo simbólico de Jesús con sufrimiento. En Lc. 12:50 dice: “De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!”. Obviamente, estas palabras se refieren al sufrimiento de Cristo al llevar todos nuestros pecados en la cruz como nuestro sustituto. Él tenía que identificarse con nosotros, asumiendo la culpa de todos nuestros pecados y esto le angustió profundamente porque él es santo y sin mancha. Este bautismo es simbólico pero confirma el concepto de identificarse con otro, al igual que todos los tipos de bautismo mencionados antes.

- El bautismo simbólico del creyente en Cristo se puede entender en Gál. 3:27 y 1 Ped. 3:21. En Gál. 3:27 se refiere a identificarnos con Cristo y ser semejantes a él; por otra parte, 1 Ped. 3:21 en su contexto, está hablando de la identificación con Cristo que nos lleva a ser librados del juicio de Dios, así como Noé y su familia entraron al arca y fueron salvos del diluvio. Tengamos presente que estos versos no enseñan que el bautismo con agua es necesario para la salvación ni tampoco enseñan que hay que añadir otra obra para ser salvos.

III. Todos los cristianos son bautizados por el Espíritu en el tiempo de la gracia

A causa de la confusión en cuanto a la naturaleza y tiempo del bautismo del Espíritu, no siempre ha sido reconocido que cada cristiano es bautizado por el Espíritu dentro del cuerpo de Cristo en el momento de su salvación. Este hecho es destacado en el pasaje central sobre el bautismo del Espíritu en el N.T. en 1 Cor. 12:13. Como ya se ha dicho, allí se declara: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”.
 
La expresión “por un solo Espíritu” significa “por medio del Espíritu Santo”. En otras palabras, Cristo nos bautiza por medio del Espíritu Santo.

La frase “fuimos todos bautizados en un cuerpo” se refiere claramente a todos los cristianos salvos y no se enfoca en algún grupo de cristianos en particular porque habla del cuerpo de Cristo que es la Iglesia, compuesta por personas de diferentes naciones y condiciones sociales.

La verdad bíblica sobre el bautismo entonces se puede resumir en lo siguiente: cada cristiano, desde el momento que es salvo, es bautizado por Cristo por medio del Espíritu dentro de su cuerpo que es la iglesia. Ahora bien, existen diversas formas del bautismo en agua, pero hay un solo bautismo del Espíritu.

La universalidad de esta obra se destaca por el hecho de que en la Escritura el cristiano nunca es animado a pedir el bautismo por el Espíritu, mientras que sí se le exhorta a ser lleno del Espíritu (Ef. 5:18).

IV. El bautismo del Espíritu dentro del cuerpo de Cristo
 
Como se ha dicho, por medio del bautismo del Espíritu, el creyente es ubicado dentro del cuerpo de Cristo en la unión viviente de todos los creyentes verdaderos en la edad presente. Aquí el bautismo apunta al hecho de tener una relación nueva y permanente con Cristo y con la familia de la fe por medio del Espíritu Santo (Hch. 2:47; 1 Cor. 12:12-14; Ef. 2:16; 4:3, 4, 15, 16; 5:30-32; Col. 2:19). Cristo es la Cabeza de su cuerpo y el único que dirige a su pueblo (1 Cor. 11:3; Ef. 1:22, 23; 5:23; Col. 1:18). El cuerpo así formado y dirigido por Cristo también es nutrido y cuidado por Cristo (Ef. 5:29; Fil. 4:13; Col. 2:19). Una de las obras de Cristo es la de santificar su Cuerpo (que es la Iglesia) en preparación para su presentación en gloria (Ef. 5:25-27).

Como miembro del cuerpo de Cristo, al creyente se le dan también dones o funciones específicas en el cuerpo de Cristo (Rom. 12:3-8; 1 Cor. 12:4-11, 27, 28; Ef. 4:7-16). Siendo colocado dentro del cuerpo de Cristo por medio del Espíritu Santo, no solo es segura la unidad del Cuerpo, sin distinción de raza, cultura o condición social, sino que también es seguro que cada creyente tiene su lugar y sus funciones particulares y su oportunidad para servir a Dios y a los demás. El cuerpo como un todo está unido entre sí; es decir, aunque los miembros sean individuos, el cuerpo como un todo está bien coordinado y unido por medio del Espíritu Santo.
 
V. El bautismo del Espíritu en Cristo
 
Como el creyente está en Cristo por medio del Espíritu, hay una identidad y una participación con la obra de Cristo en su muerte, resurrección y glorificación. Esto se presenta en Rom. 6:1-4: “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”. Aquí se declara que el creyente es bautizado en Jesucristo y en su muerte, y si lo es en su muerte, está sepultado y resucitado con Cristo. Esto ha sido tomado a menudo para representar el bautismo en agua, pero también implica la obra del Espíritu Santo, sin la cual el bautismo en agua sería carente de significado. Un pasaje similar se encuentra en Col. 2:12. Así pues, nuestra identificación con Cristo a través del Espíritu es la base de todo lo que Dios hace en el tiempo presente y en la eternidad.
 
Dado que un creyente está en Cristo, él también tiene la vida de Cristo, la cual es compartida por la Cabeza con el Cuerpo. La relación de Cristo con su Cuerpo como su Cabeza también se relaciona con la dirección soberana de Cristo de su Cuerpo, así como el cerebro dirige al cuerpo humano. Por ende, la obediencia completa e inmediata a Cristo en la gracia y en el poder del Espíritu Santo es el principio fundamental de esta relación.
 
VI. El bautismo del Espíritu en relación con la experiencia espiritual
 
En vista del hecho de que cada cristiano es bautizado por el Espíritu en el momento de su salvación, está claro que el bautismo es una obra de Dios para ser comprendida y recibida por la fe. Ahora bien, aunque la experiencia espiritual subsiguiente confirma el bautismo del Espíritu, el bautismo no es una experiencia en sí misma. Por ser universal y por estar relacionado con nuestra posición en Cristo, el bautismo es un acto instantáneo de Dios y no es una obra para ser buscada después de haber nacido de nuevo.
 
Se ha originado mucha confusión por la afirmación de que los cristianos deberían buscar el bautismo del Espíritu, especialmente como se manifestó en el hablar en lenguas en la Iglesia primitiva en tres casos particulares (Hch. 2:1-11; 10:44-47; 19:1-7). Esta manifestación no fue ni es la regla para todos los creyentes en el tiempo de la gracia y no hay más referencias para decir que siempre hubo lenguas cuando el Espíritu Santo vino sobre los nuevos creyentes. En los 3 casos descritos en el libro de Hechos los creyentes hablaron en lenguas en el tiempo de su bautismo por el Espíritu, pero esto fue excepcional y tuvo un propósito en el contexto histórico del libro de Hechos. Ahora bien, pudo darse en otras ocasiones pero no fue registrado en el N.T; es más, podría darse en el tiempo presente de la iglesia pero no es la regla porque en todos los otros ejemplos del N.T. donde se describe la salvación y la conversión de los creyentes no hay mención del hablar en lenguas como algo que acompañe al bautismo del Espíritu. Un ejemplo de ello lo encontramos en Hch. 8:14-17, donde se relata que el Espíritu Santo vino sobre los nuevos creyentes en Samaria y no se menciona que hablaran en lenguas.

Por otro lado, es bastante claro que mientras todos los cristianos son bautizados por el Espíritu (1 Cor. 12:13), no todos los cristianos hablaron en lenguas en la Iglesia primitiva ni todos los cristianos en la actualidad hablan en lenguas. Pablo lo dice claramente: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas. ¿Son todos apóstoles? ¿son todos profetas? ¿todos maestros? ¿hacen todos milagros?¿Tienen todos dones de sanidad? ¿hablan todos lenguas? ¿interpretan todos? Procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente” (1 Cor. 12:28-30). Notemos que Pablo habla de los dones, los ministerios y las capacidades que Dios otorga a los creyentes pero no todos hablan en lenguas; además, Pablo recomienda a los creyentes procurar los dones, es decir, buscarlos. Por lo tanto, el concepto de buscar el bautismo del Espíritu relacionado con hablar en lenguas en la vida del cristiano es sin fundamento escritural. Más adelante veremos que aún la plenitud del Espíritu no se manifiesta en hablar en lenguas, sino mejor en el fruto del Espíritu, como se menciona en Gál. 5:22, 23. Una ilustración clara es que los cristianos corintios hablaron en lenguas sin estar llenos del Espíritu y Pablo los llama carnales y niños en Cristo porque no andaban en el Espíritu (1 Cor. 3:1).
 
Otro error que se comete es pensar hay dos bautismos del Espíritu: uno en Hechos 2 y el otro en 1 Corintios 12:13, pero no hay argumentos bíblicos suficientes para semejante afirmación.

Una comparación de Hch. 10 con Hch 2, aclara que lo que le ocurrió a Cornelio y a sus invitados (todos gentiles) fue exactamente lo mismo que les ocurrió a los discípulos en el día de Pentecostés. Pedro dice en Hch. 11:15-17: “Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio. Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo. Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios?”. Considerando que el bautismo del Espíritu coloca al creyente dentro del cuerpo de Cristo, ambos pasajes presentan la obra del Espíritu en los judíos y en los gentiles que creyeron en Cristo. De igual modo sucedió en  Hch. 19 con otro grupo de gentiles.
 
En síntesis, el bautismo del Espíritu Santo nos coloca a todos los creyentes salvos en una nueva unión con Cristo y nuestros hermanos creyentes; ésta es la obra de Dios.

Otro error que se comete es enseñar que el bautismo del Espíritu, con la señal de lenguas como regla universal, trae beneficios individuales para la vida espiritual de los creyentes que hablan en lenguas y que es una investidura de poder especial que no la tienen todos los creyentes salvos; para ello toman algunos pasajes fuera de contexto (Lc. 24:49; Hch. 1:8) pero si estudiamos bien la Biblia, hallaremos que el poder del Espíritu Santo está en todo creyente que recibe a Cristo como Salvador. 

Notemos que Pablo escribe a Timoteo acerca del poder del Espíritu que todos los creyentes hemos recibido y que este poder divino está disponible para testificar del evangelio: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios, quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio, del cual yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles. Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día. Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús. Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros” (2 Tim. 1:7-14). 

Obviamente, el grado de manifestación y poder del Espíritu Santo puede variar entre creyentes por diversas razones (esto se estudiará posteriormente en el tema de la plenitud del Espíritu) pero no tiene ninguna relación con el bautismo del Espíritu en sí mismo.

Entre los supuestos beneficios que se presentan para quienes hablan en lenguas (como señal de bautismo del Espíritu) están los siguientes aspectos:
* Mayor sensibilidad al pecado que aflige al Espíritu Santo; mayor búsqueda de la justicia, y conciencia de juicio, de la injusticia y la impiedad.
* Una vida que glorifica a Jesucristo.
* Mayor deseo de orar.
* Amor y entendimiento más profundo por la Palabra de Dios.
* Conocimiento creciente de Dios.
* Victoria sobre Satanás y el pecado.
* Eficacia para predicar el evangelio.
* Pasión por las almas perdidas.
* Se evita la tibieza espiritual.
* Edificación de la vida del creyente.
* Se recibe poder en el servicio del Señor.
* Manifestación de los diversos dones del Espíritu.

Todos estos beneficios están en la Biblia para todo creyente que ha sido salvo y precisamente, es el Espíritu Santo quien vino a morar en su corazón y su obra consiste en regenerarle, transformarle a la imagen de Cristo y guiar su vida a la victoria pero nunca estos beneficios se asocian a hablar en lenguas o algo similar.

Por otro lado, en el A.T. los creyentes gozaron de algunos de estos beneficios cuando tuvieron una relación personal con Dios de fe, fidelidad y obediencia; entonces, no debemos pensar que éstos sean exclusivamente para quienes hablan en lenguas. Además, Pablo dice: “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve” (1 Cor. 13:1-3).

Definitivamente, la prioridad de Dios (y la nuestra) es el fruto del Espíritu y toda buena obra, por encima del poder, de los dones y de cualquier manifestación espiritual, porque podríamos ver la gloria de Dios en nuestra vida y en otros, pero estar perdidos en nuestros pecados y siendo una vergüenza para el evangelio a causa de nuestro mal testimonio.

Esta es la razón por la cual debemos procurar la plenitud del Espíritu… y será el próximo tema del estudio bíblico.

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