Si una persona se opone aún a la posibilidad de que haya un Dios, podría
cuestionar o descartar cualquier evidencia.
Cuando se refiere a la existencia de Dios, la Biblia dice que hay personas
que han visto suficiente evidencia, pero que ellos han suprimido la verdad
acerca de Dios: “porque lo que de Dios se
conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas
invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde
la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo
que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a
Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su
necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios”
(Rom. 1:19-22).
En cambio, para aquellos que quieren saber si Dios está allí, él dice: “y me buscaréis y me hallaréis, porque me
buscaréis de todo vuestro corazón” (Jer. 29:13).
Antes de ver los hechos y las evidencias que manifiestan la existencia de
Dios, pregúntate: “¿Si Dios existe, quisiera conocerlo?” Si la respuesta es NO,
no importa cuáles evidencias veas… tu corazón no podrá encontrarse con Dios;
pero si tu respuesta es SI, entonces sigue leyendo.
La pregunta de si hay un argumento
concluyente o una prueba siquiera para demostrar la existencia de Dios, ha sido
debatida a través de la historia por gente de todo tipo (intelectuales,
científicos, filósofos, escritores, agnósticos, ateos, etc.). En tiempos
recientes, los argumentos contra de la posibilidad de la existencia de Dios han
asumido un espíritu militante que acusa a cualquiera que se atreva a creer en
Dios, como alguien delirante, irracional, fanático y religioso. Por ejemplo: Karl
Marx aseguraba que cualquiera que creyera en Dios debía tener un desorden
mental que causaba la invalidación del intelecto. El psiquiatra Sigmund Freud
escribió que una persona que creyera en un Dios Creador, era una persona
delirante, y que solo sostenía esas creencias debido a un factor de
“cumplimiento de un deseo”, lo que causó que Freud lo considerara como una
posición injustificable. El filósofo Frederick Nietzsche dijo abiertamente que
la fe equivalía a negarse a conocer lo que es verdadero. Las voces de estas tres
figuras de la historia (junto con otras), ahora son simplemente repetidas por
una nueva generación de ateos quienes claman que la creencia en Dios está
intelectualmente injustificada.
¿Realmente es éste el caso? ¿El creer en Dios es mantener una posición racionalmente inaceptable? Fuera de lo referente a la Biblia, ¿puede establecerse un caso de la existencia de Dios que refute la posición tanto de los viejos como de los nuevos ateos, y ofrecer suficiente garantía para creer en un Creador? La respuesta es que sí se puede. Por otra parte, al demostrar la validez de un argumento a favor de la existencia de Dios, el caso del ateísmo resulta ser intelectualmente débil.
A continuación, revisemos la máxima evidencia de la existencia de Dios:
- La realidad del universo demanda que haya un Creador.
Para formar un argumento para la
existencia de Dios, debemos comenzar por hacer las preguntas correctas.
Comenzamos con la pregunta más básica: ¿Por qué tenemos algo, en vez de nada en
absoluto? Esta es la pregunta básica de la existencia: ¿Por qué estamos aquí…
por qué está la Tierra aquí… por qué está aquí el universo en vez de la nada?
Comentando sobre este punto, un teólogo ha dicho: “En un sentido, el hombre no
hace las preguntas acerca de Dios; su existencia misma levanta la pregunta
acerca de Dios”.
Al considerar esta pregunta, hay cuatro
posibles respuestas del por qué tenemos algo, en vez de nada en absoluto:
1. La realidad es una ilusión.
2. La realidad es/fue auto-creada.
3. La realidad es auto-existente
(eterna)
4. La realidad fue creada por algo que
es auto-existente.
Así que, ¿cuál es la respuesta más lógica?
Comencemos con la realidad siendo
simplemente una ilusión, lo cual es la creencia de un número de religiones
orientales (hinduismo, budismo, entre otras). Esta opción fue excluida hace
siglos por el filósofo Rene Descartes quien es famoso por su declaración,
“Pienso, luego existo”. Descartes argumentó que si él estaba pensando, entonces
él debía existir. En otras palabras, “Pienso, por lo tanto, no soy una ilusión”.
Las ilusiones requieren de algo o alguien que experimente la ilusión, y por
otra parte, tú no puedes dudar de la existencia de ti mismo sin probar tu
existencia; es un argumento auto-excluyente. Así que la posibilidad de que la
realidad sea una ilusión queda eliminada.
La siguiente es la opción de que la
realidad sea auto-creada. Cuando estudiamos filosofía, aprendemos sobre las
declaraciones “analíticamente falsas”, lo que significa que son falsas por
definición. La posibilidad de que la realidad sea auto-creada es uno de esos
tipos de declaraciones por la simple razón de que algo no puede ser anterior a
sí mismo. Si tú te creaste a ti mismo, entonces tú debes haber existido antes
para que te crearas a ti mismo, pero eso simplemente no puede ser. En la
evolución, a veces se refieren a esto como la “generación espontánea” (algo que
procede de la nada); esta posición es absolutamente irracional simplemente
porque no puedes obtener algo de la nada. Aún el ateo David Hume dijo: “Yo
nunca juzgué tan absurda una proposición como la de que cualquier cosa puede
surgir sin una causa”. Puesto que algo no puede proceder de nada, la
alternativa de la realidad como algo auto-creado es excluida.
Ahora quedan solo dos elecciones – una realidad eterna, o la realidad siendo creada por algo que es eterno; un universo eterno o un Creador eterno.
Así se podría resumir esta encrucijada:
• Algo existe.
• La nada no puede crear algo.
• Por tanto, existe un “algo” necesario
y eterno.
Tenemos que regresar a un “algo” eterno. El ateo que se burla del creyente en Dios por creer en un Creador eterno, debe recapacitar y aceptar la existencia de un universo eterno; es la única otra puerta que puede elegir. Pero ahora la pregunta es, ¿a dónde conduce la evidencia? ¿Acaso la evidencia apunta a la existencia de la materia antes que la mente, o a la mente antes que la materia?
Hasta ahora, todos los puntos clave de la evidencia científica y filosófica apuntan lejos de un universo eterno y hacia un Creador eterno. Desde el punto de vista científico, los científicos honestos admiten que el universo tuvo un principio, y todo lo que tiene un principio no es eterno. En otras palabras, todo lo que tiene un principio tiene una causa, y si el universo tuvo un principio, tuvo una causa.
Las leyes que rodean la causalidad hablan en contra de que el universo sea la causa última de todo lo que conocemos por este simple hecho: un efecto debe asemejarse a su causa. Siendo esto así, ningún ateo puede explicar cómo un universo impersonal, sin propósito, sin significado y amoral, accidentalmente produjo seres (nosotros) que están llenos de personalidad y obsesionados con el propósito, el significado y las leyes morales. Tal cosa, desde el punto de vista causal, refuta por completo la idea de un universo natural dando origen a todo lo que existe. Así que al final, el concepto de un universo eterno es eliminado.
El filósofo J. S. Mill (no un
cristiano) resumió a lo que ahora hemos llegado: “Es evidente en sí, que solo
la Mente puede crear mente”. La única conclusión racional y razonable es que un
Creador eterno es el responsable por la realidad tal como la conocemos.
Ahora bien, si ponemos todo sobre la
mesa, analicemos esta síntesis:
• Existe algo.
• Tú no obtienes algo de nada.
• Por tanto, necesariamente existe
“algo” eterno.
• Las únicas dos opciones son un
universo eterno y un Creador eterno.
• La ciencia y la filosofía han
descartado el concepto de un universo eterno.
• Por tanto, existe un Creador eterno.
El alguna vez ateo Lee Strobel, quien llegó a esta conclusión final hace muchos
años, ha comentado: “esencialmente, me di cuenta de que siendo ateo, tendría
que creer que la nada produce todo; que la no-vida produce vida; la
aleatoriedad produce sincronización; que el caos produce información; que la
inconsciencia produce consciencia; y la no-razón produce razón. Estos saltos de
fe simplemente fueron demasiado grandes para que los aceptara, especialmente a
la luz del caso afirmativo para la existencia de Dios… En otras palabras, en mi
evaluación, la cosmovisión cristiana justificó la totalidad de la evidencia
mucho mejor que la cosmovisión atea”.
Pero la próxima pregunta que debemos abordar es la siguiente: si existe un Creador eterno (y ya hemos demostrado que así es), ¿qué clase de Creador es él? ¿Podemos inferir opiniones acerca de él con base en las cosas que ha creado? En otras palabras ¿podremos entender la causa por sus efectos? La respuesta a esto es sí, podemos hacerlo, deduciendo las siguientes características:
• Él debe ser de naturaleza sobrenatural (puesto que él creó el tiempo y el espacio).
• Él debe ser omnipotente
(excesivamente poderoso).
• Él debe ser eterno (auto-existente).
• Él debe ser omnipresente (él creó el
espacio y no está limitado por él).
• Él debe ser eterno e inmutable (él creó
el tiempo).
• Él debe ser inmaterial porque
trasciende el espacio y lo físico.
• Él debe ser personal (lo impersonal
no puede crear la personalidad).
• Él debe ser infinito y único ya que
no puedes tener dos infinitos.
• Él debe ser plural y sin embargo
tener unidad puesto que la unidad y la diversidad existen en la naturaleza.
• Él debe ser omnisciente (supremamente
inteligente). Solo un ser cognoscitivo puede producir seres cognoscitivos.
• Él debe tener propósito puesto que
creó todo deliberadamente.
• Él debe ser moral (ninguna ley moral
puede obtenerse sin un dador).
• Él debe ser protector (o no habrían
sido dadas leyes morales).
Siendo ciertas estas cosas por la evidencia presentada, ahora preguntamos si existe alguna filosofía, literatura, sistema de creencias, religión (o como quieran llamarla) en el mundo que describa las características antes mencionadas de tal Creador. La respuesta a esto es sí: solo la Biblia describe al Dios que se ajusta perfectamente a este perfil.
Según este libro, Dios es sobrenatural
(Gn. 1:1), todopoderoso (Jer. 32:17),
eterno (Sal. 90:2), omnipresente (Sal. 139:7),
eterno e inmutable (Mal. 3:6),
inmaterial (Jn. 4:24), personal (Gn. 3:9),
necesario (Col. 1:17), infinito y único (Jer. 23:24; Dt. 6:4),
plural pero con unidad (Mt. 28:19),
inteligente (Sal. 147:4, 5),
con propósito (Jer. 29:11),
moral (Dn. 9:14), y protector (1 Ped. 5:6, 7).
Otro punto por abordar sobre el tema de la existencia de Dios, es el asunto de cuán justificable es en realidad la posición del ateísmo. Puesto que el ateo afirma que la posición del creyente no es convincente, solo es razonable voltear la pregunta y dirigirla de regreso a él. Por ejemplo, alguien puede asegurar que las águilas rojas existen y alguien más puede asegurar que las águilas rojas no existen: el primero solo necesita encontrar una sola águila para probar su afirmación, pero el segundo debe revisar el universo entero y literalmente estar en todo lugar al mismo tiempo para asegurarse que él no ha pasado inadvertida ninguna águila roja en alguna parte y en algún momento, lo cual es imposible de hacer. Esto es por lo que los ateos intelectualmente honestos, admitirán que ellos no pueden probar que Dios no existe.
Así que ¿el creer en Dios tiene una garantía intelectual? ¿Existe un argumento racional, lógico y razonable para la existencia de Dios? Absolutamente. Mientras que los ateos tales como Freud aseguran que aquellos que creen en Dios simplemente quieren el cumplimiento de un deseo, tal vez es Freud y sus seguidores quienes realmente sufren del cumplimiento de un deseo: la esperanza y el deseo de que no haya un Dios, ni a quién entregar cuentas, y por lo tanto, tampoco un juicio. Pero refutando a Freud está el Dios de la Biblia, quien afirma su existencia y el hecho de que verdaderamente vendrá un juicio para aquellos que sabían dentro de ellos mismos la verdad de que él existe, pero que suprimieron esa verdad (Rom. 1:20). Pero para aquellos que responden a la evidencia de que realmente existe un Creador, él ofrece el camino de salvación que ha sido logrado a través de su Hijo Jesucristo: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (Jn. 1:12, 13).
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