d.
El ayuno fue practicado en el N.T.
- Ana, una profetisa judía en el N.T., servía en el templo de Jerusalén
con ayunos y oraciones de noche y de día, y fue una de las pocas personas en
reconocer al Mesías cuando apareció todavía siendo un niño.
“Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel,
de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido
siete años desde su virginidad, y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se
apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones. Esta,
presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos
los que esperaban la redención en Jerusalén” (Lc. 2:36-38).
- Antes de que Jesús enseñara sobre el
ayuno, los discípulos de Juan el Bautista y los fariseos ayunaban muchas veces.
“Entonces vinieron a él los discípulos de Juan,
diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus
discípulos no ayunan?” (Mt. 9:14).
Los discípulos de Jesús no ayunaron
mientras estuvieron con Jesús pero luego veremos que sí ayunaron después de su
resurrección (este punto se ampliará luego).
- El ayuno del Señor Jesús. Después de que Jesús fue bautizado en las
aguas por Juan fue al desierto movido
por el Espíritu Santo y ayunó 40 días (esto fue antes de empezar su ministerio).
“Jesús, lleno del
Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto
por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos
días, pasados los cuales, tuvo hambre” (Lc. 4:1, 2).
En el ayuno que realizó el Señor, el diablo lo tentó tres veces, pero
Jesús le venció citándole la Escritura; él le dijo a Satanás mientras ayunaba: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el
hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4:4). Aquí
hay un principio poderoso para aplicarlo al ayuno y es que nuestra prioridad no
debe ser lo material sino lo espiritual (basado en la palabra de Dios). Es más,
el ayuno despierta en el alma “hambre y
sed de justicia” por lo cual somos bienaventurados (Mt. 5:6).
El ayuno es una prueba para ver lo que usted pondrá primero: hambre y
sed por lo material (los deseos de la carne), o hambre y sed de justicia (los
deseos del Espíritu); quien pone por encima lo espiritual tiene un deseo
humilde de corazón para obedecer y someterse a sí mismo ante Dios y acercarse
más a él en todos los sentidos.
Vemos pues que, a partir de este ayuno, el Señor Jesucristo empezó un
ministerio poderoso de la predicación del reino de Dios, con sanidades,
liberaciones y grandes milagros que nos relatan los evangelios.
En este mismo capítulo (Lc. 4) notamos las obras extraordinarias que
fueron manifestadas después del ayuno de Jesús para dar respaldo a su
predicación.
Si Jesús quiso ayunar para buscar el
favor del Padre y recibió poder del Espíritu, nosotros sus discípulos también
necesitamos tomar tiempo para orar, vigilar y ayunar para ver la gloria de Dios
en nuestra vida, en el ministerio que Dios nos dio y en todo lo que emprendamos
para hacer su voluntad en la tierra. En Cristo tenemos el mejor ejemplo de
devoción a Dios.
Ahora bien, no tenemos que ayunar 40
días porque no es una regla para todo creyente pero sí debemos orar al Señor
por dirección para hacer retiros de oración, vigilia y ayuno (a solas con Dios
o juntos como hermanos); él nos mostrará qué necesitamos hacer.
Al igual que Moisés, Cristo ayunó 40
días y también tuvo que recibir hidratación de forma sobrenatural para poder
resistir más de 4 días sin agua.
Notemos que el primer Adán perdió dominio y autoridad de parte de Dios
al comer lo que estaba prohibido (Gn. 3 - el fruto del árbol de la ciencia del
bien y del mal), pero el segundo Adán (1 Cor. 15:45 - Jesucristo) obtuvo más dominio
y autoridad de parte de Dios cuando no comió en este ayuno que hizo guiado por
el Espíritu Santo. Obviamente, Jesucristo ya tenía autoridad y poder de Dios
pero fue el plan divino que él pusiera su humanidad en ayuno y oración para
mostrarnos su dependencia de Dios como hombre y así vemos que la Escritura
señala que Jesús volvió de este periodo de ayuno en el poder que recibió de
parte del Espíritu.
“Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y
se difundió su fama por toda la tierra de alrededor. Y enseñaba en las
sinagogas de ellos, y era glorificado por todos” (Lc. 4:14, 15).
- El ayuno de un fariseo. Jesús habló de un judío fariseo que ayunaba 2
veces a la semana pero su actitud para con Dios y para con los hombres eran
incorrecta ya que se vanagloriaba de su supuesta espiritualidad y se sentía
mejor que otros por las obras que hacía.
“A unos que confiaban en sí mismos como justos, y
menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: Dos hombres subieron al
templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie,
oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los
otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno
dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano,
estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba
el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió
a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece,
será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lc. 18:9-14).
Jesús no recrimina el acto de ayunar pero reprueba las motivaciones
incorrectas al hacerlo; por tanto, debemos aprender a ser humildes y sabios;
cuando ayunemos no tenemos que proclamarlo ni sentirnos más piadosos que otros;
sencillamente, todo lo que hagamos sea para la gloria de Dios y no para ser
reconocidos o admirados por los hombres.
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