- Jesús enseñó algunos principios
esenciales sobre el ayuno; por ejemplo:
“Cuando
ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus
rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen
su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no
mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu
Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mt. 6:16-18).
La palabra austeros viene del griego
skudsropós
que habla de un semblante iracundo, alicaído o demostrando una apariencia
lamentable y triste. Otra traducción hace referencia a tener el rostro desfigurado
o afeado; de hecho, los judíos del tiempo de Jesús solían andar desaliñados y
con cenizas en la cabeza cuando ayunaban para denotar una actitud más piadosa,
pero el Señor nos enseña que el ayuno es para Dios y no para mostrarnos ante
los hombres como personas espirituales o justas. Además, Jesús demuestra que el
Padre se agrada del ayuno que se hace de corazón para él y promete que habrá
una recompensa en público para quienes buscan el rostro de Dios con oración y
ayuno.
“Entonces vinieron a él los discípulos de Juan,
diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus
discípulos no ayunan? Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas
tener luto entre tanto que el esposo está con ellos? Pero vendrán días cuando
el esposo les será quitado, y entonces ayunarán. Nadie pone remiendo de paño
nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la
rotura. Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se
rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero echan el vino nuevo
en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente” (Mt. 9:14-17).
Los discípulos de Juan el Bautista y los fariseos ayunaban muchas veces
pero no tenían la claridad de la enseñanza de Jesús con respecto al ayuno;
además, muchos de ellos todavía no conocían a Jesús como Salvador ni entendían
el valor de su encarnación, mientras que los discípulos de Jesús tenían mayor
contacto con él, escuchaban sus enseñanzas y eran testigos de primera mano de
sus obras extraordinarias; por este motivo, no era necesario ayunar mientras
estaban con Jesús; sin embargo, cuando Jesús partiera al cielo necesitarían
ayunar y el Espíritu Santo confirma en el N.T. que la práctica del ayuno siguió
en la Iglesia del Señor y en los que predicaron el evangelio.
El ayuno debe hacerse en el Espíritu y en la Gracia de Cristo, no bajo
una mentalidad religiosa. El vestido viejo y los odres viejos aplican a la Ley
de Moisés (y a la vida en la carne) y el paño nuevo y los odres nuevos aplican
a la Gracia de Cristo (y a la nueva vida en Cristo). Jesús mostró que el ayuno (practicado
correctamente y bajo la Gracia) es para la nueva criatura, para personas
convertidas de corazón a él. El ayuno bíblico no es para los no convertidos ni
para gente que vive según la carne o según los hombres porque tienden a confiar
en sus obras para ser justificados ante Dios y para sentirse superiores a otros.
- Jesús explicó a los discípulos
que ciertos actos espirituales requieren una preparación más específica. El
contexto de esta enseñanza fue el intento fallido de los discípulos para echar
fuera un demonio de un muchacho (Mr. 9:14-29). El reproche del Señor hacia los
discípulos estuvo más enfocado en su incredulidad (v. 19) pero al final les muestra
la necesidad de la oración y el ayuno para enfrentar este tipo de situaciones
espirituales (Mr. 9:29); por este motivo también es que el Señor dijo que sus
discípulos ayunarían después de su partida (Mt. 9:15), ya que necesitarían
fortalecer su fe y depender más de Dios en oración y ayuno para cumplir la gran
comisión de ir y hacer discípulos a todas las naciones.
Mientras Cristo estuvo con los discípulos en la tierra, Cristo era Dios manifestado
en carne. Él estaba aquí mismo. Sus discípulos habían tenido contacto cercano,
todos los días con él. Podían hacerle preguntas en cualquier momento, y Cristo
estaba allí, enseñándoles, ayudándoles y exhortándolos. Los discípulos podían
tocar e incluso abrazar a Cristo. ¿Cuánto más cerca podrían haber estado? Además,
Jesús
les otorgó autoridad hasta el punto que tuvieron poder para predicar, sanar a
los enfermos, y echar fuera demonios. Por lo
tanto, no había necesidad de que ayunaran, pero cuando Cristo regresó a la
diestra del Padre en el cielo, el ayuno se volvió necesario. No fue tan fácil
para los discípulos mantenerse sintonizados en el pensamiento de Cristo o ver
su voluntad en sus vidas. Se acordaron de la advertencia de Cristo sobre
ayunar, y al hacerlo, pudieron mantener y hacer crecer más allá el nivel de
comprensión espiritual que habían logrado mientras Jesús estaba en la tierra.
El nuevo pacto está basado en la verdad
de que lo hemos recibido todo en Cristo: “Bendito
sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda
bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Ef. 1:3). No
obstante, nosotros cooperamos con el Espíritu, ejercitando nuestra vida
espiritual con oración, meditación y estudio de la Palabra de Dios.
Adicionalmente a todas estas prácticas espirituales, los cristianos también
emplean la disciplina del ayuno, lo cual ha sido una actividad conocida en el
A.T y que Dios aprueba en el N.T.
- Pablo ayunó 3 días después de ser visitado por el mismo Jesús en el
camino a Damasco.
“Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los
ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco,
donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió” (Hch. 9:8, 9).
En medio de este ayuno, el Señor le dio una palabra que marcó su vida
para siempre; miremos lo que dice la Biblia: “El Señor le dijo: Vé, porque instrumento escogido me es éste, para
llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de
Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre”
(Hch. 9:15, 16).
- El ayuno hizo parte de la vida espiritual de la iglesia del N.T.; por
ejemplo, vemos que en la iglesia de Antioquía se manifestó el Espíritu Santo en
medio de la oración y el ayuno; en este ambiente espiritual ellos fueron
guiados a enviar a dos mensajeros a cumplir la obra que Dios les encomendó.
“Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía,
profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene,
Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo.
Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a
Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado
y orado, les impusieron las manos y los despidieron” (Hch. 13:1-3).
- Asimismo, vemos que la oración y el
ayuno fueron un elemento clave en el desarrollo de las iglesias que se iban
levantando y en la constitución de personas idóneas para administrar cada
congregación.
“Y
después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos,
volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, confirmando los ánimos de los
discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es
necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios. Y
constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los
encomendaron al Señor en quien habían creído” (Hch. 14:21-23).
- Pablo relata en sus cartas gran parte
de sus vivencias como cristiano y como predicador del evangelio; entre lo que
cuenta, él habla de ayunos, lo cual revela que la vida de oración de Pablo
estuvo acompañada frecuentemente del ayuno como una disciplina espiritual que
le ayudó en su relación con Dios y en el ministerio.
“en
azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos” (2 Cor. 6:5).
“en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y
sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez” (2 Cor. 11:27).
Nota: Aparte del N.T., la historia
relata que el ayuno era una práctica de la iglesia cristiana del
siglo II d.C. Además, en los siglos posteriores y hasta el día de hoy, muchos
cristianos y ministros de Dios piadosos han conocido y conocen el poder y el
beneficio maravilloso del ayuno bíblico: Martín Lutero, Carlos y Juan Wesley,
Carlos Finney, Juan Calvino, Jonatan Edwards, Pastor Hsi, Juan Knox, David
Brainerd, Hudson Taylor, entre otros. De hecho, al leer sus biografías nos
daremos cuenta los frutos que cosecharon por la gracia de Dios debido a su fe,
su fidelidad, su consagración, su entrega y su vida de oración.
Conclusiones
- En
el N.T. encontramos a Cristo, a sus discípulos y a las
iglesias que Dios levantó, ayunando o siendo llamados a ayunar para comenzar un
ministerio, afrontar pruebas, echar fuera demonios, enviar misioneros y
evangelistas, establecer obreros en diferentes lugares, constituir nuevas
iglesias, etc. En otras ocasiones, los creyentes ayunaban y oraban para
discernir la voluntad de Dios en una situación particular porque es una
herramienta eficaz para ver la mano de Dios a favor de sus hijos.
- En estos diferentes ejemplos, vemos que el ayuno representa renunciar
a la comida y/o la bebida por el bien de un mayor beneficio. Lamentablemente,
para muchos el ayuno es una oportunidad de mostrarse más santos o más
espirituales pero Cristo enseña cuál es la actitud correcta que Dios demanda y
en esto profundizaremos más adelante con otras citas bíblicas.
- El ayuno no es acto obsoleto o una práctica exclusiva del A.T., ya que
el mismo Jesús ayunó y nos dio ejemplo de devoción, consagración y oración
constante. Entonces, realmente es un arma poderosa para el crecimiento del
creyente en su comunión con Dios y en el propósito de ser un instrumento más
útil en sus manos.
- Muchos cristianos han olvidado la base y el fundamento del evangelio
de Cristo que se encuentra en la lectura de la Biblia, la oración y el ayuno,
tal como lo enseñó Jesús con su ejemplo de devoción y consagración al Padre;
sin embargo, en la iglesia del Señor, para los cristianos el ayuno debe ser un asunto estrictamente voluntario
y debe surgir de un sentimiento de necesidad intensa y no debe hacerse para
agradar a los hombres o por imposición de otros. La responsabilidad es con Dios
y los que predican el evangelio son llamados a dar ejemplo pero deben ser
sabios al motivar a los creyentes en la práctica del ayuno.
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