a. Relativismo moral
En el siglo
XIX, el filósofo Federico Hegel planteó que todos los seres humanos estamos
siendo empujados a vivir bajo normas que otros nos han fijado de lo bueno y lo
malo. Para él, la religión se ha dedicado a definir la conducta de cómo debemos
vivir, qué debemos pensar y cómo tenemos que actuar, pero Hegel afirmó que no
debe haber absolutos morales porque no existe una norma fija para la moral. Del
planteamiento de este hombre surge lo que a principios del siglo XX se llamó la
Ética Relativa o Situacional que quiere decir que nada es malo, ni nada es
bueno (todo depende).
El
relativismo es la posición filosófica de que todos los puntos de vista son
igualmente válidos, y de que toda la verdad es relativa al individuo y a la
cultura; por este motivo, ninguna opinión de "lo bueno y lo malo" es
realmente mejor que otra. Así pues, no existe ningún estándar definitivo del
bien y del mal, y cualquier juicio acerca del bien y del mal es puramente un
producto de las preferencias, de la persona, de su entorno y de la sociedad.
Por lo tanto, cualquier opinión sobre moralidad o ética está sujeta a la
perspectiva cultural de cada persona y es variable. Esto significa que todas
las posiciones morales, todos los sistemas religiosos, todas las formas de
arte, todos los movimientos políticos, etc., son verdades relativas y
subjetivas; por ende, ningún sistema de verdad es más válido que otro, y no
existe ningún estándar objetivo de verdad.
Una sociedad
que abrace la idea de que no existe ningún "bien" o "mal"
definitivo, pierde la habilidad para juzgar objetivamente. En esa condición, la
"tolerancia" ha pasado a implicar el apoyo incondicional y
consentimiento con todas las opiniones o estilos de vida. Sin embargo, aquellos
que eligen ser "intolerantes" no son apoyados ni admitidos. La
tolerancia, por lo tanto, se convierte en un "bien absoluto" por sí
mismo, lo cual contradice la idea entera del relativismo. De la misma manera,
crímenes atroces como violaciones y asesinatos demandan un juicio moral pero el
relativismo cultural no puede decir que tales cosas son siempre malas.
¿Puedes
imaginarte el desconcierto que habría si no existieran los absolutos en la
realidad humana? Toma por ejemplo, la ley de la gravedad. Si ésta no fuera un
absoluto, unas veces tú podrías dar un paso y terminar a kilómetros en el
cielo, y la siguiente ocasión, no podrías mover tu cuerpo. Piensa acerca de la
confusión que ocasionaría si los números no tuvieran valores absolutos; por
ejemplo 2 + 2 ya no siempre sería igual a cuatro. Si no existieran las verdades
absolutas, el mundo sería un caos; no habría leyes en la ciencia, todo
carecería de significado y no habría normas para medir lo que está bien o lo
que está mal. Qué desorden habría, pero afortunadamente sí existe la verdad
absoluta y ésta puede ser encontrada y entendida.
Obviamente,
existe un relativismo lógico en cuestión de percepciones, opiniones,
costumbres, hábitos y vivencias personales que no tienen que ver con la moral
(que es la capacidad de diferenciar el bien y el mal). La perspectiva es
importante para nuestro entendimiento de la historia, la psicología, y la
política, ya que nos puede ayudar a entender por qué ciertas acciones son
consideradas como buenas o malas por una cultura en particular. Por ejemplo,
una sociedad antigua puede haber considerado el teñirse el pelo de verde como
una ofensa reprochable. La mayoría de las sociedades encontrarían esto extraño;
aún así, una perspectiva cultural nos podría decir más: si descubriéramos que
el cabello de color verde fuera una señal de una prostituta en una comunidad
particular, entenderíamos que no era el color del cabello en sí, sino la
prostitución lo que verdaderamente era considerado "malo". Sin
embargo, el problema de cambiarse de la perspectiva cultural al relativismo
cultural es la contradicción del razonamiento que se plantea. Lamentablemente,
en vez de decir: "Necesitamos entender la moralidad de otras
culturas", dice: "no podemos juzgar la moralidad de otras
culturas", sin importar las razones de sus acciones. En ese caso, ya no
existe ninguna perspectiva, y se hace literalmente imposible debatir si algo
que una cultura promueva o haga está bien o mal. Al practicar un relativismo
cultural estricto, no es posible decir que los sacrificios humanos son
"malos" o que el respeto por los ancianos es "bueno";
después de todo, “solo son productos de la cultura” pero la contradicción del
relativismo cultural se hace inmediatamente visible en todas las áreas del
conocimiento humano.
Desafortunadamente,
la filosofía del relativismo es dominante en el mundo moderno y es una posición
ampliamente admitida. Palabras como "pluralismo,"
"tolerancia," y "aceptación" han tomado nuevos
significados, a medida que los límites de nuestra "cultura" se han expandido.
La manera acomodada en que la sociedad moderna define estas ideas ha hecho
posible que casi todo sea justificado sobre la base del
"relativismo". La sombrilla del "relativismo" cubre una
amplia gama de ideas, todas las cuales introducen inestabilidad e incertidumbre
en áreas que eran consideradas previamente como resueltas en la definición del
bien y del mal.
Si hacemos
un análisis de las definiciones de los diccionarios acerca de la palabra
VERDAD, una afirmación es verdad cuando corresponde con la realidad; es decir,
una afirmación es verdad si coincide con la manera en que el mundo es
realmente. Esta es la definición común de la verdad pero cuando se trata de
verdad moral hay gente que busca cambiar la definición porque tienen intereses
particulares en juego.
UNA
ILUSTRACIÓN
¿Cuál es el
mejor sabor de helado? La afirmación: "El helado de chocolate es
delicioso" puede ser verdadera para mí, pero falsa para usted porque es
una afirmación subjetiva de la verdad. Esta afirmación no tiene que ver
realmente con el helado, sino conmigo: el sujeto. Está claro que hay verdades
subjetivas porque son personales, privadas e individuales y no son aplicables
universalmente.
¿Qué
ocurriría si dijera: "El helado de mantequilla de cacahuetes con chocolate
es beneficioso para la diabetes"? ¿Puede ser esto verdadero para usted,
pero no para mí? No, porque en el ámbito de la ciencia, la medicina y la
lógica, estos ingredientes no son beneficiosos para la diabetes (por el
contrario, pueden ocasionar trastornos en la salud de quien padece esta
enfermedad). Esto es una verdad objetiva, una realidad que descubrimos en el
mundo externo y que no podemos cambiar según nuestros sentimientos porque en
este aspecto no hay verdades subjetivas; los hechos objetivos son lo que son,
sin importar lo que sentimos o pensamos de ellos.
Entonces,
¿es subjetiva la moralidad (como la preferencia de un helado) o es objetiva
(como la realidad de la diabetes)? ¿Creamos la verdad moral o la descubrimos?
Como se ha
explicado, la premisa del relativismo moral es que las verdades morales
dependen del individuo o grupo que las sostienen; no existen absolutos morales,
ni bien ni mal éticos objetivos porque la moralidad es subjetiva (como las
preferencias del sabor de los helados). Por el contrario, el absolutismo moral
sostiene que una regla moral es verdadera a pesar de que nadie la crea (así
como la insulina controla la diabetes, ya sea que alguien lo sepa o no, lo
acepte o no, esté de acuerdo o no). La moral no puede ser creada por convicción
personal, ni tampoco desaparece cuando un individuo o cultura la rechaza porque
las reglas éticas son objetivas y se cumplen universalmente en todos los casos
semejantes.
El
relativismo moral degrada la vida humana. Cuando la moral es reducida a
preferencias personales, la gente cambia la pregunta: "¿Qué es
bueno?" por la pregunta del placer: "¿qué se siente bien?". En
lugar de basar las decisiones en "lo que es correcto", las decisiones
están basadas en el interés propio y se pueden acomodar a cualquier acto incorrecto.
Cuando gobierna el interés propio, esto tiene un impacto profundo en la
conducta, especialmente en cómo tratamos a otros seres humanos.
Con el
relativismo moral, cualquier cosa está bien. La moral objetiva es reemplazada
por la mentalidad de “cualquier cosa está bien, siempre y cuando a alguien le
guste”. En otras palabras, “nada al final es malo si usted puede salirse con la
suya”.
PROBLEMAS
POR RESOLVER
PRIMERO:
según el relativismo, nadie puede acceder a la verdad porque no hay verdades
absolutas pero, en la práctica, esta simple proposición pretende ser una verdad
absoluta y se contradice a sí misma. Si toda moral es igual, entonces ¿por qué
tener una postura moral en contra del mal? ¿Por qué defender lo que creo
correcto si toda la moral es subjetiva y personal? Por consiguiente, el
relativismo en general fracasa cuando es examinado desde una perspectiva
puramente lógica porque es contradictorio y absurdo.
SEGUNDO: el
relativismo moral no se puede llevar a la práctica. Muchos de nosotros estamos
dispuestos a ser relativistas morales cuando es "conveniente" pero
tan pronto alguien intenta robarnos lo nuestro o matarnos, rápidamente nos
volvemos absolutistas morales al apelar a la justicia. Por lo tanto, si no hay
criterios absolutos ni una verdad absoluta y todas las cosas son relativas,
entonces el robar es tan bueno como el no robar… el matar a otro ser humano es
tan correcto como el no matar a nadie… la crueldad es igual a la ausencia de
ella.
¡Qué
resultados tan desastrosos tenemos al negar las verdades absolutas! porque si
no hay verdades absolutas, entonces realmente nadie puede decir “tú deberías
hacer eso”, o “tú no deberías hacer eso”. Si no hay una verdad absoluta,
entonces el mismo gobierno no puede imponer leyes a la sociedad. ¿Puedes ver la
contradicción y el conflicto que causa esto? Sería un caos total si cada
persona hace lo que está bien en su propia opinión. Si no hay una verdad absoluta,
y ningún criterio del bien y del mal por el que debamos rendir cuentas,
entonces jamás podremos estar seguros de nada. La gente estaría libre para
hacer todo lo que quisiera: matar, robar, mentir, engañar, violar, secuestrar,
etc. (y nadie podría decir que esas cosas están mal). No podría haber gobiernos
ni leyes ni justicia. Un mundo sin absolutos sería un “absoluto” desorden.
Sabemos lo
que la gente cree, no por lo que dicen o hacen, sino por cómo quieren ser
tratados. Si alguien dice que no cree en la justicia, cuélesele delante en la
fila y verá cómo salta a la vista el sentido innato de la justicia que hay en
todo ser humano.
Si no hay
tal cosa como la verdad absoluta, entonces finalmente no hay nada correcto o
incorrecto en ningún aspecto. Lo que puede ser “bueno para ti” no significa que
sea “bueno para mí”. Mientras que superficialmente este tipo de relativismo
parece ser muy atractivo, si es tomado en su conclusión lógica, pronto prueba
ser desastroso. Solo considera por un momento si cada quien estableciera sus
propias reglas para vivir e hiciera lo que piense que es correcto. Por ejemplo,
¿qué sucedería si para mí “está bien” el ignorar la luz de los semáforos, aún
cuando esté en rojo? De esta manera, pongo en riesgo la vida de otros.
Todos hemos
oído la frase favorita del relativista moral: "¿Quién eres tú para
juzgar?". Ahora analice la respuesta contundente de un absolutista moral:
"Ciertamente, tengo el derecho de hacer juicios morales. Soy una persona
racional que está consciente de ciertos principios fundamentales del
razonamiento lógico y moral. Pienso que estoy calificado. ¿A quién preferiría
usted como juez? ¿A los animales? Su afirmación de que yo no tengo derecho de
hacer juicios morales es en sí un juicio hacia mí. Su afirmación, por lo tanto,
se auto-refuta y es completamente contradictoria”.
Cualquiera
que diga que usted no debe juzgar, ya ha hecho un juicio moral acerca de usted,
es decir, que usted está equivocado por juzgar a otros. La próxima vez que
alguien diga: "¿Quién eres tú para juzgar?" usted puede contestar
preguntando: "¿Quién eres tú para preguntar 'quién eres tú para
juzgar"? Si alguien dice: "No se deben hacer juicios morales",
hágale esta sencilla pregunta: "¿Es esa tu moralidad? Si es así, entonces
¿por qué me estás imponiendo tu versión de verdad moral si todo es
relativo?"
En la
práctica, el relativismo cultural no puede sobrepasar los límites de la lógica
y tampoco puede invalidar el sentido de la moralidad inherente a la humanidad.
Instintivamente sabemos que algunas cosas son malas, así que los relativistas
culturales intentan torcer sus filosofías para acomodarlas a esa necesidad. Por
ejemplo, decir que algunos valores son "mejores" (aunque no sean
"los mejores") aún implica que algunos estándares absolutos están
siendo utilizados para hacer ese juicio. ¿Cómo sabe usted qué nube está más
alta, a menos que sepa cuál dirección es arriba? El decir firmemente que algo
está siempre equivocado es rechazar el relativismo mismo. Al final, aquellos
que insisten en aferrarse al relativismo cultural deben deshacerse de la lógica
porque no hay espacio para ambos. Es literalmente imposible para una persona el
creer racionalmente que no hay absolutos morales y al mismo tiempo practicar su
creencia.
TERCERO:
otro de los problemas con la negación de la verdad absoluta o universal es el
hecho de que todos los seres humanos tenemos un conocimiento limitado y una
mente finita, y lógicamente no tenemos la facultad por nosotros mismos de hacer
declaraciones de negativos absolutos. Por ejemplo, una persona no tiene la
facultad ni la autoridad para decir que Dios no existe (aunque muchos lo
hacen), porque para decir eso, ellos necesitarían tener un conocimiento
absoluto del universo entero de principio a fin. Cuando la gente dice que no
hay Dios o que no hay una verdad absoluta (lo que apunta hacia lo mismo), si
quieren ser objetivos y racionales, lo que deberían decir más bien es “con el
limitado conocimiento que tengo, no creo que haya un Dios” o “con el limitado
conocimiento que tengo, no creo que exista alguna cosa que sea una verdad
absoluta”; esto sería lo más sensato para no hacer afirmaciones incongruentes y
sin evidencias claras.
CUARTO: los
relativistas morales y las culturas que promueven esta filosofía no pueden
mejorar su moral; lo único que pueden hacer es cambiarla. Piense en lo que
significa mejorar algo: “hacerse más excelente en algo” pero esto requiere de
un estándar externo de comparación. Mejorar el código moral de una sociedad
implica que la sociedad cambie sus leyes y valores a semejanza de los de un
ideal externo. Si tal estándar no existe, entonces no es posible que el nuevo
estándar sea mejor que el original; solo pueden ser diferentes. Una sociedad
puede abolir el racismo a favor de la igualdad… puede proporcionar igualdad de
derechos para las mujeres… puede garantizar la libertad de expresión y de
prensa… pero según el relativismo moral, éstos son simples cambios, no mejoras.
QUINTO: el
relativismo moral padece de lo que se conoce como el dilema del reformador. Si
el relativismo moral está en lo cierto, entonces las sociedades no pueden tener
reformadores morales porque ellos promueven la necesidad de reforma y
mejoramiento en el aspecto moral. Por ejemplo: Corrie Ten Boom arriesgó su vida
para salvar a judíos durante el Holocausto Nazi, William Wilberforce persiguió
la abolición de la esclavitud a finales del siglo XVIII, Martin Luther King Jr.
luchó a favor de los derechos civiles en los Estados Unidos y la lista continúa
en todos los tiempos de la historia. Si el relativismo moral está en lo cierto,
entonces estos reformadores no le aportaron algo útil a la sociedad de su
tiempo.
Tome en
cuenta lo siguiente: cuando una sociedad adopta el relativismo como su guía de
desarrollo, entonces un reformador moral será considerado una persona
irracional, incoherente y peligrosa para los planes de algunos (políticos,
religiosos, intelectuales, negociantes, etc.) que procuran mantener un código
moral acomodado a sus intereses. No obstante, tal mentalidad es defectuosa
porque al leer la historia y las reformas sociales relevantes en temas de moral
y conducta social, somos testigos de que han tenido lugar verdaderos avances en
la búsqueda de una moral objetiva y universal.
SEXTO: los
relativistas morales no pueden quejarse del problema del mal, el cual es una de
las objeciones más comúnmente citadas en contra de la existencia de Dios.
Algunos de los más reconocidos ateos (Bertrand Russell, David Hume, H.G. Wells)
concluyeron, basándose en “su interpretación” del mal y del sufrimiento en el
mundo, que no hay un Dios, debido al genocidio, al abuso infantil, a los
terroristas suicidas, al hambre, a las injusticias, a todos los actos perversos
de la gente, etc. El argumento común es que si Dios fuera completamente bueno y
todopoderoso, no permitiría que el mal ocurriera. Por tanto, como el mal
existe, Dios no debe existir. La fuerza de esta conclusión proviene del hecho
de que el mal moral es real y que algunas cosas son objetivamente malas. Sin
embargo, si comprendemos bien la naturaleza del mal, tenemos que afirmar que el
mal es la perversión del bien. Entonces, el bien puede existir sin el mal pero
el mal no puede existir sin el bien; puede existir lo bueno sin lo malo, pero
no lo malo (a menos de que exista primero lo bueno). Si la moral (la capacidad
de diferenciar el bien y el mal) es en última instancia un asunto de
preferencia personal (como el sabor del helado), desaparece el argumento en
contra de la existencia de Dios basado en la existencia del mal porque el mal supuestamente
es relativo. Si el mal es real, entonces también lo es el bien absoluto, lo que
quiere decir que el relativismo moral es incongruente, irracional, falso y no
puede ser demostrado, porque la naturaleza de Dios tiene que ser coherente con
el bien y sus leyes deben siempre reflejar un rechazo al mal, promoviendo
valores y verdades absolutas a favor del bien.
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