miércoles, 24 de agosto de 2016

¿Cuál es la Verdad? Parte I

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a. Relativismo moral

En el siglo XIX, el filósofo Federico Hegel planteó que todos los seres humanos estamos siendo empujados a vivir bajo normas que otros nos han fijado de lo bueno y lo malo. Para él, la religión se ha dedicado a definir la conducta de cómo debemos vivir, qué debemos pensar y cómo tenemos que actuar, pero Hegel afirmó que no debe haber absolutos morales porque no existe una norma fija para la moral. Del planteamiento de este hombre surge lo que a principios del siglo XX se llamó la Ética Relativa o Situacional que quiere decir que nada es malo, ni nada es bueno (todo depende).

El relativismo es la posición filosófica de que todos los puntos de vista son igualmente válidos, y de que toda la verdad es relativa al individuo y a la cultura; por este motivo, ninguna opinión de "lo bueno y lo malo" es realmente mejor que otra. Así pues, no existe ningún estándar definitivo del bien y del mal, y cualquier juicio acerca del bien y del mal es puramente un producto de las preferencias, de la persona, de su entorno y de la sociedad. Por lo tanto, cualquier opinión sobre moralidad o ética está sujeta a la perspectiva cultural de cada persona y es variable. Esto significa que todas las posiciones morales, todos los sistemas religiosos, todas las formas de arte, todos los movimientos políticos, etc., son verdades relativas y subjetivas; por ende, ningún sistema de verdad es más válido que otro, y no existe ningún estándar objetivo de verdad.

Una sociedad que abrace la idea de que no existe ningún "bien" o "mal" definitivo, pierde la habilidad para juzgar objetivamente. En esa condición, la "tolerancia" ha pasado a implicar el apoyo incondicional y consentimiento con todas las opiniones o estilos de vida. Sin embargo, aquellos que eligen ser "intolerantes" no son apoyados ni admitidos. La tolerancia, por lo tanto, se convierte en un "bien absoluto" por sí mismo, lo cual contradice la idea entera del relativismo. De la misma manera, crímenes atroces como violaciones y asesinatos demandan un juicio moral pero el relativismo cultural no puede decir que tales cosas son siempre malas.

¿Puedes imaginarte el desconcierto que habría si no existieran los absolutos en la realidad humana? Toma por ejemplo, la ley de la gravedad. Si ésta no fuera un absoluto, unas veces tú podrías dar un paso y terminar a kilómetros en el cielo, y la siguiente ocasión, no podrías mover tu cuerpo. Piensa acerca de la confusión que ocasionaría si los números no tuvieran valores absolutos; por ejemplo 2 + 2 ya no siempre sería igual a cuatro. Si no existieran las verdades absolutas, el mundo sería un caos; no habría leyes en la ciencia, todo carecería de significado y no habría normas para medir lo que está bien o lo que está mal. Qué desorden habría, pero afortunadamente sí existe la verdad absoluta y ésta puede ser encontrada y entendida.

Obviamente, existe un relativismo lógico en cuestión de percepciones, opiniones, costumbres, hábitos y vivencias personales que no tienen que ver con la moral (que es la capacidad de diferenciar el bien y el mal). La perspectiva es importante para nuestro entendimiento de la historia, la psicología, y la política, ya que nos puede ayudar a entender por qué ciertas acciones son consideradas como buenas o malas por una cultura en particular. Por ejemplo, una sociedad antigua puede haber considerado el teñirse el pelo de verde como una ofensa reprochable. La mayoría de las sociedades encontrarían esto extraño; aún así, una perspectiva cultural nos podría decir más: si descubriéramos que el cabello de color verde fuera una señal de una prostituta en una comunidad particular, entenderíamos que no era el color del cabello en sí, sino la prostitución lo que verdaderamente era considerado "malo". Sin embargo, el problema de cambiarse de la perspectiva cultural al relativismo cultural es la contradicción del razonamiento que se plantea. Lamentablemente, en vez de decir: "Necesitamos entender la moralidad de otras culturas", dice: "no podemos juzgar la moralidad de otras culturas", sin importar las razones de sus acciones. En ese caso, ya no existe ninguna perspectiva, y se hace literalmente imposible debatir si algo que una cultura promueva o haga está bien o mal. Al practicar un relativismo cultural estricto, no es posible decir que los sacrificios humanos son "malos" o que el respeto por los ancianos es "bueno"; después de todo, “solo son productos de la cultura” pero la contradicción del relativismo cultural se hace inmediatamente visible en todas las áreas del conocimiento humano.

Desafortunadamente, la filosofía del relativismo es dominante en el mundo moderno y es una posición ampliamente admitida. Palabras como "pluralismo," "tolerancia," y "aceptación" han tomado nuevos significados, a medida que los límites de nuestra "cultura" se han expandido. La manera acomodada en que la sociedad moderna define estas ideas ha hecho posible que casi todo sea justificado sobre la base del "relativismo". La sombrilla del "relativismo" cubre una amplia gama de ideas, todas las cuales introducen inestabilidad e incertidumbre en áreas que eran consideradas previamente como resueltas en la definición del bien y del mal.

Si hacemos un análisis de las definiciones de los diccionarios acerca de la palabra VERDAD, una afirmación es verdad cuando corresponde con la realidad; es decir, una afirmación es verdad si coincide con la manera en que el mundo es realmente. Esta es la definición común de la verdad pero cuando se trata de verdad moral hay gente que busca cambiar la definición porque tienen intereses particulares en juego.

UNA ILUSTRACIÓN

¿Cuál es el mejor sabor de helado? La afirmación: "El helado de chocolate es delicioso" puede ser verdadera para mí, pero falsa para usted porque es una afirmación subjetiva de la verdad. Esta afirmación no tiene que ver realmente con el helado, sino conmigo: el sujeto. Está claro que hay verdades subjetivas porque son personales, privadas e individuales y no son aplicables universalmente.

¿Qué ocurriría si dijera: "El helado de mantequilla de cacahuetes con chocolate es beneficioso para la diabetes"? ¿Puede ser esto verdadero para usted, pero no para mí? No, porque en el ámbito de la ciencia, la medicina y la lógica, estos ingredientes no son beneficiosos para la diabetes (por el contrario, pueden ocasionar trastornos en la salud de quien padece esta enfermedad). Esto es una verdad objetiva, una realidad que descubrimos en el mundo externo y que no podemos cambiar según nuestros sentimientos porque en este aspecto no hay verdades subjetivas; los hechos objetivos son lo que son, sin importar lo que sentimos o pensamos de ellos.

Entonces, ¿es subjetiva la moralidad (como la preferencia de un helado) o es objetiva (como la realidad de la diabetes)? ¿Creamos la verdad moral o la descubrimos?

Como se ha explicado, la premisa del relativismo moral es que las verdades morales dependen del individuo o grupo que las sostienen; no existen absolutos morales, ni bien ni mal éticos objetivos porque la moralidad es subjetiva (como las preferencias del sabor de los helados). Por el contrario, el absolutismo moral sostiene que una regla moral es verdadera a pesar de que nadie la crea (así como la insulina controla la diabetes, ya sea que alguien lo sepa o no, lo acepte o no, esté de acuerdo o no). La moral no puede ser creada por convicción personal, ni tampoco desaparece cuando un individuo o cultura la rechaza porque las reglas éticas son objetivas y se cumplen universalmente en todos los casos semejantes.

El relativismo moral degrada la vida humana. Cuando la moral es reducida a preferencias personales, la gente cambia la pregunta: "¿Qué es bueno?" por la pregunta del placer: "¿qué se siente bien?". En lugar de basar las decisiones en "lo que es correcto", las decisiones están basadas en el interés propio y se pueden acomodar a cualquier acto incorrecto. Cuando gobierna el interés propio, esto tiene un impacto profundo en la conducta, especialmente en cómo tratamos a otros seres humanos.

Con el relativismo moral, cualquier cosa está bien. La moral objetiva es reemplazada por la mentalidad de “cualquier cosa está bien, siempre y cuando a alguien le guste”. En otras palabras, “nada al final es malo si usted puede salirse con la suya”.

PROBLEMAS POR RESOLVER

PRIMERO: según el relativismo, nadie puede acceder a la verdad porque no hay verdades absolutas pero, en la práctica, esta simple proposición pretende ser una verdad absoluta y se contradice a sí misma. Si toda moral es igual, entonces ¿por qué tener una postura moral en contra del mal? ¿Por qué defender lo que creo correcto si toda la moral es subjetiva y personal? Por consiguiente, el relativismo en general fracasa cuando es examinado desde una perspectiva puramente lógica porque es contradictorio y absurdo.

SEGUNDO: el relativismo moral no se puede llevar a la práctica. Muchos de nosotros estamos dispuestos a ser relativistas morales cuando es "conveniente" pero tan pronto alguien intenta robarnos lo nuestro o matarnos, rápidamente nos volvemos absolutistas morales al apelar a la justicia. Por lo tanto, si no hay criterios absolutos ni una verdad absoluta y todas las cosas son relativas, entonces el robar es tan bueno como el no robar… el matar a otro ser humano es tan correcto como el no matar a nadie… la crueldad es igual a la ausencia de ella.

¡Qué resultados tan desastrosos tenemos al negar las verdades absolutas! porque si no hay verdades absolutas, entonces realmente nadie puede decir “tú deberías hacer eso”, o “tú no deberías hacer eso”. Si no hay una verdad absoluta, entonces el mismo gobierno no puede imponer leyes a la sociedad. ¿Puedes ver la contradicción y el conflicto que causa esto? Sería un caos total si cada persona hace lo que está bien en su propia opinión. Si no hay una verdad absoluta, y ningún criterio del bien y del mal por el que debamos rendir cuentas, entonces jamás podremos estar seguros de nada. La gente estaría libre para hacer todo lo que quisiera: matar, robar, mentir, engañar, violar, secuestrar, etc. (y nadie podría decir que esas cosas están mal). No podría haber gobiernos ni leyes ni justicia. Un mundo sin absolutos sería un “absoluto” desorden.

Sabemos lo que la gente cree, no por lo que dicen o hacen, sino por cómo quieren ser tratados. Si alguien dice que no cree en la justicia, cuélesele delante en la fila y verá cómo salta a la vista el sentido innato de la justicia que hay en todo ser humano.

Si no hay tal cosa como la verdad absoluta, entonces finalmente no hay nada correcto o incorrecto en ningún aspecto. Lo que puede ser “bueno para ti” no significa que sea “bueno para mí”. Mientras que superficialmente este tipo de relativismo parece ser muy atractivo, si es tomado en su conclusión lógica, pronto prueba ser desastroso. Solo considera por un momento si cada quien estableciera sus propias reglas para vivir e hiciera lo que piense que es correcto. Por ejemplo, ¿qué sucedería si para mí “está bien” el ignorar la luz de los semáforos, aún cuando esté en rojo? De esta manera, pongo en riesgo la vida de otros.

Todos hemos oído la frase favorita del relativista moral: "¿Quién eres tú para juzgar?". Ahora analice la respuesta contundente de un absolutista moral: "Ciertamente, tengo el derecho de hacer juicios morales. Soy una persona racional que está consciente de ciertos principios fundamentales del razonamiento lógico y moral. Pienso que estoy calificado. ¿A quién preferiría usted como juez? ¿A los animales? Su afirmación de que yo no tengo derecho de hacer juicios morales es en sí un juicio hacia mí. Su afirmación, por lo tanto, se auto-refuta y es completamente contradictoria”.

Cualquiera que diga que usted no debe juzgar, ya ha hecho un juicio moral acerca de usted, es decir, que usted está equivocado por juzgar a otros. La próxima vez que alguien diga: "¿Quién eres tú para juzgar?" usted puede contestar preguntando: "¿Quién eres tú para preguntar 'quién eres tú para juzgar"? Si alguien dice: "No se deben hacer juicios morales", hágale esta sencilla pregunta: "¿Es esa tu moralidad? Si es así, entonces ¿por qué me estás imponiendo tu versión de verdad moral si todo es relativo?"

En la práctica, el relativismo cultural no puede sobrepasar los límites de la lógica y tampoco puede invalidar el sentido de la moralidad inherente a la humanidad. Instintivamente sabemos que algunas cosas son malas, así que los relativistas culturales intentan torcer sus filosofías para acomodarlas a esa necesidad. Por ejemplo, decir que algunos valores son "mejores" (aunque no sean "los mejores") aún implica que algunos estándares absolutos están siendo utilizados para hacer ese juicio. ¿Cómo sabe usted qué nube está más alta, a menos que sepa cuál dirección es arriba? El decir firmemente que algo está siempre equivocado es rechazar el relativismo mismo. Al final, aquellos que insisten en aferrarse al relativismo cultural deben deshacerse de la lógica porque no hay espacio para ambos. Es literalmente imposible para una persona el creer racionalmente que no hay absolutos morales y al mismo tiempo practicar su creencia.

TERCERO: otro de los problemas con la negación de la verdad absoluta o universal es el hecho de que todos los seres humanos tenemos un conocimiento limitado y una mente finita, y lógicamente no tenemos la facultad por nosotros mismos de hacer declaraciones de negativos absolutos. Por ejemplo, una persona no tiene la facultad ni la autoridad para decir que Dios no existe (aunque muchos lo hacen), porque para decir eso, ellos necesitarían tener un conocimiento absoluto del universo entero de principio a fin. Cuando la gente dice que no hay Dios o que no hay una verdad absoluta (lo que apunta hacia lo mismo), si quieren ser objetivos y racionales, lo que deberían decir más bien es “con el limitado conocimiento que tengo, no creo que haya un Dios” o “con el limitado conocimiento que tengo, no creo que exista alguna cosa que sea una verdad absoluta”; esto sería lo más sensato para no hacer afirmaciones incongruentes y sin evidencias claras.

CUARTO: los relativistas morales y las culturas que promueven esta filosofía no pueden mejorar su moral; lo único que pueden hacer es cambiarla. Piense en lo que significa mejorar algo: “hacerse más excelente en algo” pero esto requiere de un estándar externo de comparación. Mejorar el código moral de una sociedad implica que la sociedad cambie sus leyes y valores a semejanza de los de un ideal externo. Si tal estándar no existe, entonces no es posible que el nuevo estándar sea mejor que el original; solo pueden ser diferentes. Una sociedad puede abolir el racismo a favor de la igualdad… puede proporcionar igualdad de derechos para las mujeres… puede garantizar la libertad de expresión y de prensa… pero según el relativismo moral, éstos son simples cambios, no mejoras.

QUINTO: el relativismo moral padece de lo que se conoce como el dilema del reformador. Si el relativismo moral está en lo cierto, entonces las sociedades no pueden tener reformadores morales porque ellos promueven la necesidad de reforma y mejoramiento en el aspecto moral. Por ejemplo: Corrie Ten Boom arriesgó su vida para salvar a judíos durante el Holocausto Nazi, William Wilberforce persiguió la abolición de la esclavitud a finales del siglo XVIII, Martin Luther King Jr. luchó a favor de los derechos civiles en los Estados Unidos y la lista continúa en todos los tiempos de la historia. Si el relativismo moral está en lo cierto, entonces estos reformadores no le aportaron algo útil a la sociedad de su tiempo.

Tome en cuenta lo siguiente: cuando una sociedad adopta el relativismo como su guía de desarrollo, entonces un reformador moral será considerado una persona irracional, incoherente y peligrosa para los planes de algunos (políticos, religiosos, intelectuales, negociantes, etc.) que procuran mantener un código moral acomodado a sus intereses. No obstante, tal mentalidad es defectuosa porque al leer la historia y las reformas sociales relevantes en temas de moral y conducta social, somos testigos de que han tenido lugar verdaderos avances en la búsqueda de una moral objetiva y universal.

SEXTO: los relativistas morales no pueden quejarse del problema del mal, el cual es una de las objeciones más comúnmente citadas en contra de la existencia de Dios. Algunos de los más reconocidos ateos (Bertrand Russell, David Hume, H.G. Wells) concluyeron, basándose en “su interpretación” del mal y del sufrimiento en el mundo, que no hay un Dios, debido al genocidio, al abuso infantil, a los terroristas suicidas, al hambre, a las injusticias, a todos los actos perversos de la gente, etc. El argumento común es que si Dios fuera completamente bueno y todopoderoso, no permitiría que el mal ocurriera. Por tanto, como el mal existe, Dios no debe existir. La fuerza de esta conclusión proviene del hecho de que el mal moral es real y que algunas cosas son objetivamente malas. Sin embargo, si comprendemos bien la naturaleza del mal, tenemos que afirmar que el mal es la perversión del bien. Entonces, el bien puede existir sin el mal pero el mal no puede existir sin el bien; puede existir lo bueno sin lo malo, pero no lo malo (a menos de que exista primero lo bueno). Si la moral (la capacidad de diferenciar el bien y el mal) es en última instancia un asunto de preferencia personal (como el sabor del helado), desaparece el argumento en contra de la existencia de Dios basado en la existencia del mal porque el mal supuestamente es relativo. Si el mal es real, entonces también lo es el bien absoluto, lo que quiere decir que el relativismo moral es incongruente, irracional, falso y no puede ser demostrado, porque la naturaleza de Dios tiene que ser coherente con el bien y sus leyes deben siempre reflejar un rechazo al mal, promoviendo valores y verdades absolutas a favor del bien.

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