LA VERDAD
ABSOLUTA
La pregunta
trascendental que deberíamos hacer cuando consideramos si realmente existe o no
la verdad absoluta, es: ¿hay alguna evidencia de la existencia de la verdad
absoluta?
La PRIMERA
EVIDENCIA para la existencia de la verdad absoluta es apreciada en nuestra
conciencia, la cual tiene un sentido del bien y del mal; además, hay valores
universales que reconocemos y procuramos: el amor, la generosidad, la
compasión, la paz, etc. De igual forma, la Biblia manifiesta que el papel de la
conciencia es guiarnos a diferenciar el bien y el mal en relación con nuestras
propias acciones (Rom. 2:14-16).
La moralidad
es innata en el ser humano porque hace parte de su naturaleza. La moralidad es
un sistema de conciencia y comportamiento en relación con el bien y el mal. Se
puede hablar de estándares o principios morales que parten de una identidad y
que implican la capacidad y la responsabilidad de realizar buenas y malas
acciones.
La moralidad
describe los principios que gobiernan nuestro comportamiento. Sin estos
principios vigentes, las sociedades no sobrevivirían por mucho tiempo. En el
mundo de hoy, la moralidad es frecuentemente asociada a tener un particular
punto de vista religioso, pero por definición, vemos que éste no es el caso
porque toda la gente se adhiere a algún tipo de identidad moral (sea una
persona religiosa o no).
Se podría
afirmar que la moralidad tiene 3 funciones esenciales en la vida humana: (1)
ayudarnos a ser personas de bien, (2) asegurar justicia y armonía entre los
individuos, para construir una sociedad más equitativa, y (3) mantenernos en
una buena relación con Dios, nuestro Creador.
La gente más
razonable concuerda con el Punto 2. Con el punto 1, sin embargo, ocurren muchos
problemas. Considere la popular filosofía usada para excusar malas decisiones
personales: "No estoy haciéndole daño a nadie, solo a mí mismo" ¿Cómo
podemos ser personas de bien si persistimos en tomar malas decisiones? ¿Cómo no
afectará esto al resto de nuestra sociedad? Definitivamente, las malas
decisiones personales sí influyen de forma negativa en otros. No obstante, en
el punto 3 es donde surgen los mayores desacuerdos porque cuando la gente no
tiene un enfoque definido en su moralidad y adopta un relativismo moral donde
Dios y sus mandamientos no son su prioridad, es más propensa a ser flexible
ante las malas acciones (especialmente las propias) y entonces tiende a
justificarse en diversos comportamientos incorrectos (decir una mentira,
aparentar lo que no es, tener relaciones sexuales por fuera del matrimonio,
hacer trampas en sus cuentas de gastos, no pagar sus impuestos, robar, consumir
bebidas alcohólicas, usar drogas, parquear su vehículo en zonas prohibidas,
transgredir las normas de tránsito, etc.).
La SEGUNDA
EVIDENCIA para la existencia de la verdad absoluta es apreciada en la ciencia
que es simplemente la búsqueda continua del conocimiento. Por lo tanto, todo
estudio científico por necesidad debe estar fundamentado sobre la creencia de
que hay realidades objetivas que existen en el mundo. Sin los absolutos, ¿qué
sería del estudio científico? ¿Cómo se podría saber si los descubrimientos de
la ciencia son reales y objetivos? De hecho, las mismas leyes de la ciencia deben
estar fundadas en la certeza de la verdad absoluta.
La TERCERA
EVIDENCIA para la existencia de la verdad absoluta es la inclinación del hombre
hacia algo superior en busca de dar significado y definición a la vida. A
partir de esta característica exclusiva del ser humano, han surgido muchas
religiones en un intento de explicar el origen de todo, el propósito de la
vida, el por qué del sufrimiento, la vida más allá de la muerte, etc. Este
hecho expresa que el ser humano desea y busca algo más que la simple existencia
porque detrás de todas las religiones hay una creencia fundamental de que debe
haber algo más en la vida que la simple existencia física que ahora conocemos.
A través de las religiones, la gente está buscando la seguridad y la esperanza
para el futuro, el perdón de sus pecados, la paz en medio de las luchas, y las
respuestas a nuestros más profundos cuestionamientos. Esto es una evidencia
real de que el ser humano es mucho más que una especie animal altamente
evolucionada porque en él hay un propósito más alto. En relación a esto, la
Biblia señala a un Creador, con un propósito personal y determinado, quien
implantó en el hombre el deseo de conocerlo a él. Y si de verdad hay un
Creador, entonces él se convierte en la representación de la verdad absoluta, y
es su autoridad la que establece esta verdad. Es más, el hecho de que la verdad
absoluta existe, nos guía a la realidad de que hay un Dios todopoderoso,
inteligente, soberano y creativo.
Ya que el
relativismo carece de sentido (y esto ya se ha explicado de forma detallada),
deben existir algunos absolutos fundamentales del bien y del mal, a pesar de
las opiniones de una sociedad dada. Ya que existen desacuerdos entre las
diferentes culturas, no podemos asumir que estas verdades son desarrolladas por
un grupo particular de gente. De hecho, el único lugar lógico de origen de
estos conceptos es algo más universal y al menos más fundamental que una
cultura (tiene que provenir de una inteligencia superior y coherente y es Dios
mismo).
Afortunadamente
sí hay un Creador y él nos ha revelado su naturaleza y su verdad a través de su
misma palabra que es la Biblia. Si queremos conocer la verdad absoluta y
universal, la única manera de hacerlo es a través de una relación personal con
Aquel que clamó ser la Verdad, Jesucristo (Jn. 14:6).
LA
PERSPECTIVA DE LA BIBLIA
Lo que
creemos acerca de Dios, la Biblia, el bien y el mal, la Creación, entre otros
temas similares, tiene un marcado efecto sobre nuestro pensamiento moral y
nuestro comportamiento. Sin la creencia en un Creador y en una ley moral que
aplique a todos los seres humanos, la única opción que parece quedar es el
adherirse a los estándares morales que establezcamos por nosotros mismos. A
menos que vivamos en una sociedad dictatorial, somos libres de elegir nuestro
propio código moral. Pero, ¿de dónde proviene esa libertad? Para quienes
escogen el relativismo, la moralidad es una creación de la humanidad, diseñada
para satisfacer las necesidades de las sociedades estables. Todas las especies
vivientes están en un proceso de decisión entre la vida o la muerte, elegir qué
hacer con el poder y/o la autoridad. Esto finalmente conlleva a un sistema de
virtudes y valores. La pregunta es: ¿Qué pasa cuando nuestras decisiones entran
en conflicto entre sí? ¿Qué pasa si algo que yo creo que necesito a fin de que
mi vida continúe, tiene como consecuencia la muerte de otro o la mía? Si no
tenemos un estándar absoluto de la verdad, el caos y el conflicto serán el
resultado, si se nos deja por nuestra propia cuenta.
La moralidad
afecta nuestras decisiones diarias, y esas decisiones están dictadas por
nuestra conciencia. De hecho, la capacidad de diferenciar el bien y el mal es
inherente a todo ser humano. Esto es lo que la Biblia enseña: “Porque cuando los gentiles que no tienen
ley, hacen por naturaleza lo que es de ley, éstos, aunque no tengan ley, son
ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando
testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos”
(Rom. 2:14, 15).
Por otro
lado, el relativismo niega la existencia de un Dios de verdad absoluta que
diseñó un estándar para diferenciar el bien y el mal. Además, con el
relativismo finalmente no hay una autoridad humana o divina que decida si una
acción es positiva o negativa, buena o mala, correcta o incorrecta. Sin
embargo, la Biblia dice: “¡Ay de los que
a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de
las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!” (Is.
5:20). Así pues, las consecuencias de la tolerancia con el mal y del rechazo a
las leyes de Dios siempre vendrán como un recordatorio divino de su
desaprobación.
Definitivamente,
la Biblia tiene la razón cuando dice:
“Hay camino que parece derecho al
hombre, pero su fin es camino de muerte” (Pr. 16:25).
“Engañoso es el corazón más que
todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la
mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el
fruto de sus obras” (Jer 17:9, 10).
Con el
rechazo de Dios, la verdad absoluta está siendo abandonada. Nuestra sociedad
pluralista quiere evitar la idea de que realmente existe un bien y un mal
definidos. Esto se evidencia en nuestro sistema judicial deteriorado que tiene
más y más problemas para castigar a los criminales de forma efectiva… en
nuestros medios de entretenimiento que hacen una exaltación del mal y una burla
del bien… en nuestros colegios que enseñan la tolerancia social hacia ciertas
conductas que durante siglos han sido catalogadas como negativas, perjudiciales
y destructivas. Además, el relativismo moral está fomentando en las personas el
aceptar y adoptar el materialismo, la incredulidad, el ateísmo, la vanidad, la
falsedad, la mentira, la deshonestidad, la hipocresía, la inmoralidad sexual,
la pornografía, la homosexualidad, la infidelidad conyugal, la promiscuidad, el
adulterio, la fornicación, la prostitución, el divorcio y el recasamiento, el
consumo de drogas, el tabaquismo, el alcoholismo, el aborto, y una serie de
pecados que antes fueron considerados como antivalores y que ahora están siendo
aceptados como algo “normal” pero claramente están en contra de las leyes de
Dios reveladas en la Biblia (Rom. 7:12).
Si alguien
habla en contra de los relativismos morales y su filosofía de que “todo vale”,
es señalado como un fanático intolerante; sin embargo, esto es hipocresía por
parte de aquellos que profesan que todos los puntos de vista son válidos,
rechazando aún a aquellos que profesan los absolutos en la moralidad. Para los
relativistas morales parece ser que lo único válido es su posición pero quien
enseñe absolutos morales, un Dios absoluto, o lo absoluto de lo correcto y de
lo equivocado, está condenado a la ignorancia, a la represión, al escarnio
público y al aislamiento social.
El pararse
al borde de un precipicio nos da una buena perspectiva del terreno abajo pero
dar un paso hacia el precipicio, como lo hace el relativismo moral y cultural,
es simplemente desastroso y estamos viendo las fatales consecuencias en la
sociedad de hoy porque los antivalores han tomado cada vez más fuerza en las
nuevas generaciones (los niños y jóvenes que se están levantando).
Contrario al
relativismo, la Biblia dice: “No os
conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de
vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios,
agradable y perfecta” (Rom. 12:2).
El principio
divino establece que no debemos tratar de imitar al mundo en sus pensamientos o
modos de entender la vida; antes bien, debemos transformarnos a la medida de la
voluntad de Dios, revelada en la Biblia y comprobada en la experiencia diaria
del creyente que camina con Dios, para luego promover una transformación en
otros y en el mundo.
“para que seáis irreprensibles y
sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y
perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo” (Fil. 2:15).
Tristemente,
la tendencia del mundo y de muchos llamados creyentes es tratar de darle gusto
a la gente y la estrategia más usada es el relativismo moral pero quien usa la
Biblia como guía moral es tildado de anticuado, fanático, legalista, poco
evolucionado, tradicionalista, obsoleto y cerrado.
Dios no
quiere personas que acomodan la Palabra y sus enseñanzas de acuerdo a los tiempos
que viven o a la cultura corrupta de este mundo; por el contrario, Dios quiere
que vivamos de acuerdo a sus verdades absolutas.
“Si vosotros permaneciereis en mi
palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la
verdad os hará libres” (Jn. 8:31, 32).
“Porque la palabra de Dios es viva y
eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el
alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos
y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su
presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de
aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Heb. 4:12, 13).
Dios es
absoluto y sus enseñanzas también lo son; él no cambia y permanece fiel en la
verdad (Mal. 3:6; Heb. 13:8).
PARA
REFLEXIONAR
- Resulta
fácil ver que las bases de la civilización moderna no fueron construidas sobre
una filosofía de relativismo moral. El mismo acto de aprobar una ley y de
hacerla cumplir sugiere un estándar fijo al que todo el mundo debe adherirse.
Además, todas las leyes humanas involucran algunos principios que se hacen
cumplir por sanciones y consecuencias. Los límites de velocidad se hacen
cumplir en la mayoría de las carreteras, debido a una convicción moral de que
arriesgar las vidas de otras personas es incorrecto. Lo mismo es cierto para
los asesinatos, robos, falsos testimonios, fraudes, y toda clase de delitos.
Sin embargo, cuando el relativismo moral se vuelve dominante, los principios
morales legítimos no son ya las bases de esas leyes. Ya que todo es relativo,
entonces estas leyes son solo una cuestión de opinión, y la única razón
universal para seguirlas es evadir las consecuencias. Esto estimula a las
personas a buscar formas de "salirse con la suya"; después de todo,
es solo la opinión de uno en contra de alguien más.
- Hasta en
una sociedad que opera bajo las leyes, cortar la conexión entre esas leyes y un
estándar objetivo de la verdad lleva a la ruina moral. Por ende, el relativismo
moral hace a la sociedad inestable, ya que los conceptos del bien y del mal de
pronto se convierten en una cuestión de cambiar la opinión popular. El peor
resultado posible de tal condición es el dictador: un gobernante que abusa de
un cambio temporal en la opinión popular para obtener el control, pero no
reconoce ninguna autoridad superior a la suya, y ninguna ley más válida que la
suya. Otro ejemplo es el siguiente: durante los juicios de Nuremberg, después
de la Segunda Guerra Mundial, el problema lógico del relativismo se hizo
aparente. Los defensores de los nazis continuamente pedían su exoneración,
alegando que solo estaban cumpliendo las leyes de su país. Finalmente, un juez
preguntó frustrado: "pero, ¿no hay una ley superior a nuestra ley?"
Un relativista moral estaría obligado a contestar que "no".
- El
relativismo moral en sí es autodestructivo. Lógicamente, debe existir algún
estándar con el cual comparar dos afirmaciones morales diferentes para
determinar cuál es la "correcta". Elementalmente, los relativistas
morales niegan la existencia de tal estándar, y por ello alegan que tales
comparaciones son imposibles. Esto ocasiona el problema práctico más grande del
relativismo, como se mencionó antes: es difícil, si no imposible, sancionar
cualquier acción desde una posición de relativismo moral.
- En el
mejor de los casos, una vez que lo correcto y lo incorrecto son relegados a
cuestiones de opinión, o son puramente subjetivos, cualquier conversación de
moralidad se vuelve innecesaria e inútil.
- A pesar es
todo esto, Dios ha dejado en la Biblia un estándar definido del bien y del mal
y lo encontramos en sus leyes y mandamientos, los cuales fomentan el bienestar
del corazón, de la familia y de la sociedad, teniendo como prioridad honrar a
Dios por encima de todo (Sal. 119:1-16).
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