c. ¿Cuál es el Dios verdadero?
Ya se ha
planteado el tema de la existencia de Dios como base para entender quiénes
somos y cuál es el propósito de nuestra vida y luego se ampliará de forma más
específica cuáles son las evidencias observables que podemos percibir en la
naturaleza y en el hombre para comprobar mejor su naturaleza.
En la
historia y en la gran mayoría de las civilizaciones y culturas, la gente ha
tenido la tendencia a reconocer un ser superior o varios dioses; ahora bien,
¿cuál es el Dios verdadero y cómo reconocerlo? ¿Será el concepto de Dios o de
un ser superior el fruto de la mente humana? ¿De tantos libros considerados
sagrados se puede tener alguna certeza si alguno es verdadero y congruente con
la realidad humana? ¿Quién tiene la razón y quién está equivocado? ¿Todas las
creencias son validas?
Dioses y
diosas han sido adorados en toda la historia y como se dijo anteriormente, existe
una fuerte inclinación del ser humano a buscar, reconocer, adorar y obedecer a
un ser superior; de hecho, muchas religiones antiguas surgieron como resultado
de este fenómeno. No obstante, en la Biblia se menciona siempre al único Dios
como el ser supremo que merece toda adoración, fidelidad y obediencia; de
hecho, Jesús habla del Dios único (Jn. 5:44). De igual forma, el apostol Pablo
dice: “al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea
honor y gloria por los siglos de los siglos” (1 Tim. 1:17).
En contraste
con el único Dios, la Biblia también refiere la invención humana de múltiples
dioses en diferentes pueblos, naciones y culturas pero siempre amonesta a los
hombres a adorar al único Dios y a rechazar la adoración a criaturas, a objetos
o a imágenes de todo tipo que les atribuyen poder o carácter divino (Éx. 20:3;
23:13, 24; Dt. 4:28; 12:3, 30); obviamente, este mandato divino incluye la
prohibición de fabricar dioses de cualquier material (Éx. 20:23; 32:1-4, 8; Lv.
19:4). Precisamente, en la Biblia sabemos que Dios escogió al pueblo de Israel
para revelar su nombre y enseñarles sus mandamientos y estatutos (Dt. 4:7).
Lamentablemente, la nación de Israel no guardó el pacto que hizo con Dios, se
volvió idólatra y vinieron sus juicios contra ellos; muchos fueron dispersados
de la tierra que Dios les había dado y otros murieron a manos de las naciones
vecinas (Dt. 4:23-28; 8:19; 28:64; 32:16-21). Históricamente sabemos que Dios
restauró a la nación de Israel y muchos volvieron a su tierra pero siglos más
tarde el Hijo de Dios vino en forma de hombre para traer el evangelio y revelar
el plan de salvación para Israel y para toda la humanidad, dando a conocer al
Dios verdadero (Jn. 1:18; 14:6; 17:3). Su venida partió la historia en dos
porque él demostró su perfección con su vida de obediencia al Padre, y demostró
su poder divino con sus obras extraordinarias en milagros, sanidades,
liberaciones, resurrecciones y sobretodo al transformar vidas para implantar su
reino en el corazón de aquellos que le siguen.
En cuanto a
la adoración de lo que no es Dios, todas las civilizaciones (en Occidente, en
Oriente, en cualquier época de la historia y aún en la actualidad), han
inventado un sin número de dioses y diosas.
Por ejemplo,
la civilización occidental está muy familiarizada con los dioses y las diosas
de Egipto, Grecia, Roma y otras culturas. Al crecer, todos recordamos haber
escuchado historias de esas deidades y de sus mitológicas relaciones con seres
humanos. En la escuela aprendimos la historia de esas culturas antiguas y la
importancia que ellos le daban a la adoración de varios dioses y diosas. ¿Cómo
se desarrolló la adoración de esas deidades en estas culturas antiguas?
EGIPTO
Los dioses y
diosas de Egipto representan a más de 50 deidades diferentes, la mayoría de las
cuales se remontan a tiempos pre-dinásticos. Las tribus antiguas que habitaron
en la región adoraban a sus propios dioses particulares, los cuales normalmente
estaban personificados por animales. A medida que la civilización egipcia
avanzó, las deidades tomaron características humanas. En muchos casos, los
dioses y diosas eran representados con cuerpos humanos, aunque mantenían
cabezas de animales. Para el comienzo de la Dinastía del Viejo Reino (3100
a.C.), se desarrolló una religión nacional a partir de las primitivas
religiones tribales y locales. Sin embargo, cambios continuos en el poder
político dieron lugar al estatus cambiante de las deidades egipcias.
Generalmente, a medida que diferentes ciudades o regiones llegaban a ser
políticamente dominantes, su dios particular también se volvía dominante.
Muchos de
los dioses y diosas de Egipto encuentran su origen en varios mitos egipcios de
la creación. Estos mitos trataron de explicar el lugar de los egipcios en el cosmos,
basándose en la observación de los procesos naturales. Esto era particularmente
cierto con respecto al río Nilo y sus patrones de inundación. El desborde del
Nilo era crítico para la civilización egipcia. Como resultado, los dioses y
diosas identificados con la naturaleza se volvieron comunes en los mitos de la
creación egipcios. Algunos de los más comunes mitos de la creación se refieren
a Nu o Nun, y describen el revuelto mar de caos que existía antes de la
creación. De este caos surgió el dios egipcio del sol, Ra. Ra entonces creó
deidades que fueron tanto masculinas como femeninas. A su vez, estas deidades
engendraron más deidades, y los recién creados dioses y diosas fueron los
responsables de la creación del mundo físico. Ra fue responsable también de la
creación de la humanidad; por ejemplo, un mito de la creación hace referencia a
que la humanidad fue creada de las lágrimas de Ra.
Los dioses
egipcios estaban íntimamente ligados a la fuerte creencia egipcia de la vida
después de la muerte. A los muertos se les proporcionaba comida, bebida, armas
y otros elementos, pensando en sus necesidades. Los miembros de la familia a
menudo visitaban las tumbas con regalos continuos. El cuidado adecuado de los
muertos era requerido para asegurar la vida eterna. La visión egipcia de la
vida después de la muerte tenía varios conceptos diferentes, el más importante
de los cuales era el llamado "ba" (comparable a grandes rasgos con la
existencia del alma de un individuo). El concepto de "ba" resultaba
en la manifestación física de un individuo después de la muerte. Esta
manifestación usualmente tomaba la forma de un pájaro. De esa manera, el
individuo se volvía parte de la vida perenne de la naturaleza.
La religión
de los antiguos egipcios era una siempre cambiante mescolanza de varios dioses
egipcios y tradiciones tribales y regionales. Como resultado, existían varias
creencias en conflicto. Así pues, no existía ningún conjunto de enseñanzas
unificadas (como por ejemplo, en la Biblia). El rey (faraón) era el encargado
de determinar la voluntad de los dioses. Con el tiempo, estos conflictos fueron
reconciliados y se desarrolló una tendencia hacia el monoteísmo. Esta tendencia
llegó a su cenit durante el reinado de Amenhotep IV, cuando estableció a Aten
como el único dios universal. Este concepto iba en contra de miles de años de
tradición religiosa egipcia. El concepto de un dios único terminó pronto,
después de la muerte de uno de sus sucesores, Akenatón. La adoración de dioses
múltiples fue restaurada completamente durante el reinado del rey niño llamado
Tutanjatón (Tut). Irónicamente, el descubrimiento de la tumba del Rey Tut se
convirtió en uno de los más grandes hallazgos arqueológicos de la historia.
No hay mucho
en las creencias religiosas egipcias antiguas que pueda ser comparado
directamente con las religiones más grandes en la actualidad, tales como el
Cristianismo, el Judaísmo y el Islam. Sin embargo, los conceptos de la creación
divina y de vida después de la muerte son, al menos, temas comunes. Un
pensamiento preponderante es que los dioses egipcios, como todos los dioses y
sistemas religiosos de creencias, se desarrollaron como resultado del intento
de la humanidad de explicar el mundo físico.
A pesar de
esto, la Biblia señala cómo el único Dios, Creador de todo, desecha los dioses
egipcios y trae juicios sobre quienes ponen su confianza en ellos (Éx. 12:12;
Núm. 33:4).
GRECIA
Los dioses y
diosas son parte integral de la mitología griega. Nuestro conocimiento formal
de los dioses de los antiguos griegos se remonta a los escritos de Homero en la
Ilíada y la Odisea (siglo VIII a.C.). Adicionalmente, muchos académicos creen
que los mitos fueron grandemente influenciados por la cultura Micena que
existía en Grecia entre los años 1700 y 1100 a.C. Además, existe evidencia de
que los comienzos de la mitología griega se remontan a las culturas antiguas
del Medio Oriente de Mesopotamia y Anatolia. Existen muchas similitudes entre
la mitología de esas antiguas culturas del Medio Oriente y los antiguos
griegos.
Los dioses y
diosas de la antigua Grecia fueron creados por el hombre para explicar el mundo
a su alrededor, actuar como un instrumento de exploración, proporcionar
legitimidad y autoridad a la aristocracia antigua griega, y proporcionar
entretenimiento para las masas. La religión de los griegos antiguos no tenía
una única fuente de escrituras (como por ejemplo, la Biblia). Aún más, los
antiguos griegos no creían en la verdad absoluta, como es practicada (por
ejemplo, en el Cristianismo). Generalmente, una ciudad-estado griega se
dedicaba a un dios o a un conjunto de dioses en particular. Muchas
ciudades-estado erigieron templos a sus deidades particulares, y esas deidades
eran honradas con festivales y sacrificios de animales. Los dioses y diosas de
la antigua Grecia normalmente tomaban forma humana y vivían en una sociedad
similar a la sociedad humana. Ellos tenían todas las emociones de los seres
humanos y frecuentemente intervenían en la historia humana.
Es difícil
ubicar los antepasados de los dioses de la antigua Grecia ya que existen varios
mitos de la creación. Una combinación de relatos agrupados por el poeta griego
Hesíodo, en el siglo VIII a.C., y un relato escrito por el recopilador de mitos
Apolodro, hubiera sido reconocida por la mayoría de los antiguos griegos. En
síntesis, se decía lo siguiente: El dios Caos fue el fundamento de toda la
creación. De este dios surgió Gea (la tierra), Tártaros (el inframundo) y Eros
(el amor). El dios Eros era necesario para juntar a Caos y a Gea para que
produjesen un vástago. Caos entonces creó la noche, y el primogénito de Gea fue
Urano (dios de los cielos). La unión de Caos y Gea también resultó en la
creación de las montañas, los mares, y dioses conocidos como los Titanes. La
interacción de estos primeros dioses resultó en la creación de varios otros
dioses. Estos incluían a figuras tan conocidas como Afrodita, Hades, Poseidón,
y Zeus. Zeus eventualmente hizo la guerra contra su padre (Crono) y los Titanes.
Como resultado de este conflicto, Zeus estableció un nuevo régimen en el Monte
Olimpo. Zeus gobernaba los cielos, su hermano Poseidón gobernaba los mares, y
su hermano Hades gobernaba el inframundo. La creación de los seres humanos es
el resultado de mitos en conflicto. Muchas historias de la creación sostienen
que los seres humanos surgieron directamente de la tierra. En algunos casos,
distintas sociedades griegas tenían sus propios y únicos eventos de la
creación. Esto es cierto para los arcadios y los tebas, los cuales atribuyen
sus orígenes a diferentes hombres nacidos de la tierra, creados en diferentes
áreas. Uno de estos mitos afirma que los humanos fueron creados de la tierra y
del agua, ayudados por el Titán Prometeo, con su don del fuego.
Los antiguos
griegos creían en un diluvio que destruyó a toda la humanidad (algo similar al
relato descrito en la Biblia). En el mito griego, el diluvio tuvo lugar durante
la era de Deucalión 1 (1450 a.C.). Deucalión 1 y su mujer, Pirra 1, fueron
advertidos con anterioridad del diluvio por venir, y se les mandó construir un
arca y llenarla de provisiones. La causa del venidero diluvio era la furia de
Zeus hacia la humanidad. Zeus se había indignado con la generación de los
humanos, y en particular, con la práctica de sacrificios humanos. Zeus reunió a
los dioses y decidió destruir la humanidad con agua. Deucalión y Pirra
sobrevivieron al diluvio, flotando en el arca que habían construido. Flotaron
en el arca por nueve días y nueve noches y se posaron en una montaña en Fócida.
Cuando Zeus se dio cuenta de que el mundo era un charco de aguas estancadas en
el cual solo sobrevivieron Deucalión y Pirra, detuvo la lluvia y restauró la
tierra. A fin de repoblar el mundo, los dioses le dijeron a los sobrevivientes
que echaran piedras sobres sus cabezas. Las piedras de Deucalión se
convirtieron en hombres, y las de Pirra se convirtieron en mujeres. Esta
re-creación por medio de piedras era utilizada para explicar la dureza de la
raza humana.
Existe un
gran número de diferencias entre el mito griego y el relato del diluvio
descrito en la Biblia. A diferencia del mito griego, Noé y su familia se
salvaron junto con suficientes animales para repoblar el planeta. Sin embargo,
los dos relatos sostienen que el mundo fue destruido como resultado del pecado
de la humanidad, y que la raza humana fue salvada como resultado de unos pocos
individuos que llevaron vidas rectas.
Los dioses
griegos representaban la creencia de los antiguos griegos de que cuando un
individuo moría, su aliento vital o psique dejaba el cuerpo para entrar al
palacio de Hades (rey de los muertos). En los periodos primitivos de la antigua
Grecia, el psique no era igual a la visión cristiana del alma. Una vez que
dejaba el cuerpo, el psique era una imagen fantasma que podía ser percibida,
pero no tocada. La pared que separaba a los vivos de los muertos era
impenetrable. Gradualmente, el concepto de psique se hizo similar al concepto
del alma. El alma estaba separada del cuerpo, pero era responsable de la personalidad
del individuo y de sus decisiones morales.
Los primeros
griegos no creían que las acciones en esta vida de una persona tenían algún
efecto en su próxima vida. Sin embargo, para los "Tiempos Clásicos"
(480-323 a.C.), predominaba la creencia de que una persona moral sería
recompensada en la próxima vida. Al mismo tiempo, se desarrolló la idea de que
una persona que transgredía repetidamente la moral merecía un castigo eterno.
La preocupación de cómo se iba a pasar la próxima vida condujo a muchos rituales
funerarios y ceremonias conmemorativas de los muertos.
La Biblia
también registra la religiosidad de los griegos; de hecho Pablo (como judío
convertido al cristianismo) manifiesta su inconformidad al ver la idolatría
dominante en las poblaciones que tenían la influencia griega en su tiempo (Hch.
17:16-22). Así pues, Pablo les predicó el evangelio y les habló del Dios único
y verdadero, Creador de los cielos y la tierra (Hch. 17:23-34).
ROMA
Los dioses y
diosas de la cultura de Roma se originaron como deidades sin cara y sin forma
que ayudaban a los agricultores en sus trabajos de la tierra. El gran número de
dioses y diosas romanos puede probablemente ser explicado por la creencia
panteísta del "numen" la cual sostiene que dioses y espíritus habitan
en lugares, objetos, y seres vivientes.
Aunque los
primeros romanos le daban poca importancia a las personalidades de sus dioses y
diosas, sí estaban interesados en sus funciones. Los primeros romanos
integraron la adoración de deidades mitológicas en todos los aspectos de sus
vidas personales y públicas. Nada muestra mejor la extensión de esta adoración
diaria como el culto en el hogar. En este sistema, cada familia tenía un
espíritu guardián (un dios familiar). Este espíritu era honrado en todas las
actividades de la familia, incluyendo sacrificios durante funerales. La fuerza
creativa que engendra a un individuo y le permite crecer, aprender y
comportarse moralmente era conocida como el Genio, para los hombres, y la Luna,
para las mujeres. Este espíritu permanecía con el individuo hasta la muerte. La
adoración de dioses y diosas romanos llegó hasta asignar un espíritu protector
a diferentes áreas de la casa. Por ejemplo: Fórculo protege la puerta;
Limentino, el umbral, Cardea, las bisagras; y Vesta, la chimenea.
Los dioses y
diosas de Roma comenzaron a tomar las formas que reconocemos hoy durante la
dinastía de los reyes etruscos que gobernaron en el siglo VI a.C. Durante este
periodo, los romanos adaptaron un grupo de tres dioses etruscos como el foco de
adoración del estado. Estos dioses eran adorados en el gran templo sobre la
Colina Capitolina, y, por esto, vinieron a ser conocidos como la tríada
Capitolina. La tríada consistía de Júpiter (Zeus), Juno (Heras), y Minerva
(Atenea). Una vez que finalizó el gobierno de la dinastía etrusca en el 509
a.C., Roma se convirtió en una república. La República Romana estaba gobernada
por dos magistrados, cada uno era elegido por un periodo de un año. Durante
este periodo, el templo Capitolino se convirtió en el foco de la adoración
pública.
Cuando el
poder de Roma creció y su esfera de influencia se expandió, el Imperio Romano
encontró las más antiguas y variadas tradiciones de la mitología griega. Los
romanos también entraron en contacto con las creencias de otras culturas del
Mar Mediterráneo oriental. Como resultado, los romanos empezaron a adoptar
variados dioses extranjeros y costumbres religiosas. En muchos casos, se les
dieron templos en Roma a dioses y héroes de culturas extranjeras. La aceptación
de dioses y diosas griegos tuvo la influencia mayor en la mitología romana. Las
primeras deidades griegas adoptadas por los romanos fueron Cástor y Polideuco
en el 484 a.C. Más tarde, en el siglo V a.C., fue introducido el dios griego
Apolo. Apolo eventualmente simbolizaría la virtud y austeridad romana. Otros
dioses romanos que tomaron características griegas incluían a Diana (Artemis),
Mercurio (Hermes), Neptuno (Poseidón), Venus (Afrodita) y Vulcano (Hefesto).
A medida que
Roma continuó expandiendo su influencia política y geográfica, continuó
asimilando una más amplia variedad de creencias religiosas y costumbres. En
algunos casos, la asimilación de un dios extranjero se hacía para llenar un rol
particular en la expansión de Roma. Este fue el caso de la diosa Cibeles, cuya
adoración fue el resultado directo de la amenaza que Aníbal representaba para
Roma. Aún cuando Aníbal fue derrotado eventualmente, la adoración de Cibeles
continuó. Los romanos también comenzaron a asimilar la creencia en dioses
salvadores de las llamadas religiones "misteriosas". Una de ellas fue
la religión persa del Mitraísmo. El dios persa Mitra (dios de la luz y de la
sabiduría) ofrecía la salvación mediante la creencia en un alma inmortal. Estas
religiones se hicieron populares porque ofrecían un sentido mayor de comunidad
que el panteísmo estricto.
La
naturaleza de los dioses romanos se expandió de nuevo cuando el Imperio Romano
entró en contacto con la creencia de reinado divino. Al principio, los romanos
rechazaron la idea de que un gobernante humano debía ser adorado como un dios.
En el 44 a.C., Julio César permitió una estatua suya con la inscripción:
"El dios no vencido," y se proclamó a sí mismo dictador vitalicio.
Ese mismo año, Julio César fue asesinado por ciudadanos que querían ver a Roma
regresar a sus ideas republicanas anteriores. El heredero de César, Octavio
(Augusto), se proclamó el primer emperador de Roma. Sin embargo, evadió
cualquier afirmación de divinidad. De hecho, la idea de que el emperador era
divino fue ridiculizada durante gran parte del primer siglo d.C. Sin embargo,
cuando el gobierno del Imperio Romano se hizo más autocrático y le dio a los
gobernantes poder casi ilimitado, los emperadores eventualmente aceptaron
honores divinos. Esta creencia en la divina autoridad del emperador
eventualmente condujo al requerimiento de un sacrificio al emperador, como
señal de lealtad. El requerimiento de sacrificio al emperador se convirtió en
una fuente significativa de conflicto con los primeros cristianos, quienes
rehusaron adorar al emperador como a un dios, y por lo tanto, no le ofrecían
sacrificios. Esto llevó a la persecución de los cristianos por parte de las
autoridades políticas romanas que hacían cumplir la práctica. El periodo de
adoración de emperadores romanos como dioses continuó hasta el siglo IV d.C.,
cuando el emperador Constantino el Grande fue el primer emperador romano que se
convirtió al Cristianismo. En el 392 d.C., el emperador Teodosio prohibió
definitivamente la práctica de religiones paganas en Roma.
Los dioses
griegos continúan impactando a la sociedad moderna, y los efectos duraderos de
la civilización antigua griega no pueden ser exagerados. De hecho, la mayoría
de las civilizaciones occidentales pueden remontar sus orígenes a la antigua
Grecia.
Notas:
- Los dioses
y diosas de la mitología antigua ya no son adorados por ninguna religión formal
en los tiempos modernos. Sin embargo, el legado de las deidades de los
egipcios, griegos, y romanos continúa por todo el mundo. Las artes, en
particular, han sido grandemente influenciadas por la mitología. Muchas obras
de arte muy conocidas, en la pintura, la música, la literatura, y el teatro,
utilizan temas de la mitología. Hoy, la influencia de los dioses y diosas
antiguos no da señales de disminuir. Los juegos de computadoras frecuentemente
utilizan historias de los dioses y diosas antiguos como fondo para sus juegos
de búsqueda orientada. Las películas de cine y programas de televisión que
utilizan caracteres o temas de la mitología son todavía populares. Parece que
los temas morales e intelectuales de las historias detrás de los dioses y
diosas antiguos han demostrado ser fácilmente adaptables a muchas culturas, por
muchos siglos. Esto demuestra la inherente necesidad de la humanidad de
explorar los orígenes, el significado, y la moralidad (lo que refleja la
necesidad de la humanidad de explicar el por qué está aquí y a dónde se
dirige).
- La Biblia
muestra cómo el Hijo de Dios vino en el tiempo cuando Roma estaba en su apogeo
y predicó el evangelio para que todas las personas se volvieran al Dios único y
verdadero; él no vino a fundar una religión sino a transformar el corazón y la
vida de sus seguidores. Cristo vino a traer luz a quienes están en tinieblas
(Mt. 4:12-17); tristemente, la mayoría de la gente le tuvo en poco y prefirió
seguir en tinieblas porque amaron más el pecado que a Dios (Jn. 3:16-21).
- La
idolatría es pecado porque Dios no comparte su gloria con nadie (Sal. 115); el
único Dios está en los cielos, llena el universo y es el dueño y Señor de todo
pero los dioses inventados por las naciones (no importa qué religión o qué
creencias profesen) son vanos porque son obra de manos de hombres (de plata, de
oro, o de cualquier material)… tienen boca, mas no hablan; tienen ojos, mas no
ven; orejas tienen, mas no oyen; tienen narices, mas no huelen; manos tienen,
mas no palpan; tienen pies, mas no andan; no hablan con su garganta. Semejantes
a ellos son los que los hacen, y cualquiera que confía en ellos. Por eso,
confiemos en el Dios único y verdadero, él es nuestra ayuda y nuestro escudo;
él se manifiesta en nuestra vida diaria, responde a la oración de su pueblo,
mueve su mano a favor de quienes confían en él, tiene el poder para bendecirnos
en la tierra y para darnos vida eterna más allá de la muerte mediante la obra
de Cristo al morir en la cruz para perdonar nuestros pecados y darnos una nueva
vida.
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