lunes, 15 de agosto de 2016

Las preguntas más importantes Parte II



c. ¿Cuál es el Dios verdadero?

Ya se ha planteado el tema de la existencia de Dios como base para entender quiénes somos y cuál es el propósito de nuestra vida y luego se ampliará de forma más específica cuáles son las evidencias observables que podemos percibir en la naturaleza y en el hombre para comprobar mejor su naturaleza.

En la historia y en la gran mayoría de las civilizaciones y culturas, la gente ha tenido la tendencia a reconocer un ser superior o varios dioses; ahora bien, ¿cuál es el Dios verdadero y cómo reconocerlo? ¿Será el concepto de Dios o de un ser superior el fruto de la mente humana? ¿De tantos libros considerados sagrados se puede tener alguna certeza si alguno es verdadero y congruente con la realidad humana? ¿Quién tiene la razón y quién está equivocado? ¿Todas las creencias son validas?

Dioses y diosas han sido adorados en toda la historia y como se dijo anteriormente, existe una fuerte inclinación del ser humano a buscar, reconocer, adorar y obedecer a un ser superior; de hecho, muchas religiones antiguas surgieron como resultado de este fenómeno. No obstante, en la Biblia se menciona siempre al único Dios como el ser supremo que merece toda adoración, fidelidad y obediencia; de hecho, Jesús habla del Dios único (Jn. 5:44). De igual forma, el apostol Pablo dice: “al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos” (1 Tim. 1:17).

En contraste con el único Dios, la Biblia también refiere la invención humana de múltiples dioses en diferentes pueblos, naciones y culturas pero siempre amonesta a los hombres a adorar al único Dios y a rechazar la adoración a criaturas, a objetos o a imágenes de todo tipo que les atribuyen poder o carácter divino (Éx. 20:3; 23:13, 24; Dt. 4:28; 12:3, 30); obviamente, este mandato divino incluye la prohibición de fabricar dioses de cualquier material (Éx. 20:23; 32:1-4, 8; Lv. 19:4). Precisamente, en la Biblia sabemos que Dios escogió al pueblo de Israel para revelar su nombre y enseñarles sus mandamientos y estatutos (Dt. 4:7). Lamentablemente, la nación de Israel no guardó el pacto que hizo con Dios, se volvió idólatra y vinieron sus juicios contra ellos; muchos fueron dispersados de la tierra que Dios les había dado y otros murieron a manos de las naciones vecinas (Dt. 4:23-28; 8:19; 28:64; 32:16-21). Históricamente sabemos que Dios restauró a la nación de Israel y muchos volvieron a su tierra pero siglos más tarde el Hijo de Dios vino en forma de hombre para traer el evangelio y revelar el plan de salvación para Israel y para toda la humanidad, dando a conocer al Dios verdadero (Jn. 1:18; 14:6; 17:3). Su venida partió la historia en dos porque él demostró su perfección con su vida de obediencia al Padre, y demostró su poder divino con sus obras extraordinarias en milagros, sanidades, liberaciones, resurrecciones y sobretodo al transformar vidas para implantar su reino en el corazón de aquellos que le siguen.
           
En cuanto a la adoración de lo que no es Dios, todas las civilizaciones (en Occidente, en Oriente, en cualquier época de la historia y aún en la actualidad), han inventado un sin número de dioses y diosas.

Por ejemplo, la civilización occidental está muy familiarizada con los dioses y las diosas de Egipto, Grecia, Roma y otras culturas. Al crecer, todos recordamos haber escuchado historias de esas deidades y de sus mitológicas relaciones con seres humanos. En la escuela aprendimos la historia de esas culturas antiguas y la importancia que ellos le daban a la adoración de varios dioses y diosas. ¿Cómo se desarrolló la adoración de esas deidades en estas culturas antiguas?

EGIPTO
Los dioses y diosas de Egipto representan a más de 50 deidades diferentes, la mayoría de las cuales se remontan a tiempos pre-dinásticos. Las tribus antiguas que habitaron en la región adoraban a sus propios dioses particulares, los cuales normalmente estaban personificados por animales. A medida que la civilización egipcia avanzó, las deidades tomaron características humanas. En muchos casos, los dioses y diosas eran representados con cuerpos humanos, aunque mantenían cabezas de animales. Para el comienzo de la Dinastía del Viejo Reino (3100 a.C.), se desarrolló una religión nacional a partir de las primitivas religiones tribales y locales. Sin embargo, cambios continuos en el poder político dieron lugar al estatus cambiante de las deidades egipcias. Generalmente, a medida que diferentes ciudades o regiones llegaban a ser políticamente dominantes, su dios particular también se volvía dominante.

Muchos de los dioses y diosas de Egipto encuentran su origen en varios mitos egipcios de la creación. Estos mitos trataron de explicar el lugar de los egipcios en el cosmos, basándose en la observación de los procesos naturales. Esto era particularmente cierto con respecto al río Nilo y sus patrones de inundación. El desborde del Nilo era crítico para la civilización egipcia. Como resultado, los dioses y diosas identificados con la naturaleza se volvieron comunes en los mitos de la creación egipcios. Algunos de los más comunes mitos de la creación se refieren a Nu o Nun, y describen el revuelto mar de caos que existía antes de la creación. De este caos surgió el dios egipcio del sol, Ra. Ra entonces creó deidades que fueron tanto masculinas como femeninas. A su vez, estas deidades engendraron más deidades, y los recién creados dioses y diosas fueron los responsables de la creación del mundo físico. Ra fue responsable también de la creación de la humanidad; por ejemplo, un mito de la creación hace referencia a que la humanidad fue creada de las lágrimas de Ra.
  
Los dioses egipcios estaban íntimamente ligados a la fuerte creencia egipcia de la vida después de la muerte. A los muertos se les proporcionaba comida, bebida, armas y otros elementos, pensando en sus necesidades. Los miembros de la familia a menudo visitaban las tumbas con regalos continuos. El cuidado adecuado de los muertos era requerido para asegurar la vida eterna. La visión egipcia de la vida después de la muerte tenía varios conceptos diferentes, el más importante de los cuales era el llamado "ba" (comparable a grandes rasgos con la existencia del alma de un individuo). El concepto de "ba" resultaba en la manifestación física de un individuo después de la muerte. Esta manifestación usualmente tomaba la forma de un pájaro. De esa manera, el individuo se volvía parte de la vida perenne de la naturaleza.

La religión de los antiguos egipcios era una siempre cambiante mescolanza de varios dioses egipcios y tradiciones tribales y regionales. Como resultado, existían varias creencias en conflicto. Así pues, no existía ningún conjunto de enseñanzas unificadas (como por ejemplo, en la Biblia). El rey (faraón) era el encargado de determinar la voluntad de los dioses. Con el tiempo, estos conflictos fueron reconciliados y se desarrolló una tendencia hacia el monoteísmo. Esta tendencia llegó a su cenit durante el reinado de Amenhotep IV, cuando estableció a Aten como el único dios universal. Este concepto iba en contra de miles de años de tradición religiosa egipcia. El concepto de un dios único terminó pronto, después de la muerte de uno de sus sucesores, Akenatón. La adoración de dioses múltiples fue restaurada completamente durante el reinado del rey niño llamado Tutanjatón (Tut). Irónicamente, el descubrimiento de la tumba del Rey Tut se convirtió en uno de los más grandes hallazgos arqueológicos de la historia. 

No hay mucho en las creencias religiosas egipcias antiguas que pueda ser comparado directamente con las religiones más grandes en la actualidad, tales como el Cristianismo, el Judaísmo y el Islam. Sin embargo, los conceptos de la creación divina y de vida después de la muerte son, al menos, temas comunes. Un pensamiento preponderante es que los dioses egipcios, como todos los dioses y sistemas religiosos de creencias, se desarrollaron como resultado del intento de la humanidad de explicar el mundo físico. 

A pesar de esto, la Biblia señala cómo el único Dios, Creador de todo, desecha los dioses egipcios y trae juicios sobre quienes ponen su confianza en ellos (Éx. 12:12; Núm. 33:4).

GRECIA
Los dioses y diosas son parte integral de la mitología griega. Nuestro conocimiento formal de los dioses de los antiguos griegos se remonta a los escritos de Homero en la Ilíada y la Odisea (siglo VIII a.C.). Adicionalmente, muchos académicos creen que los mitos fueron grandemente influenciados por la cultura Micena que existía en Grecia entre los años 1700 y 1100 a.C. Además, existe evidencia de que los comienzos de la mitología griega se remontan a las culturas antiguas del Medio Oriente de Mesopotamia y Anatolia. Existen muchas similitudes entre la mitología de esas antiguas culturas del Medio Oriente y los antiguos griegos.

Los dioses y diosas de la antigua Grecia fueron creados por el hombre para explicar el mundo a su alrededor, actuar como un instrumento de exploración, proporcionar legitimidad y autoridad a la aristocracia antigua griega, y proporcionar entretenimiento para las masas. La religión de los griegos antiguos no tenía una única fuente de escrituras (como por ejemplo, la Biblia). Aún más, los antiguos griegos no creían en la verdad absoluta, como es practicada (por ejemplo, en el Cristianismo). Generalmente, una ciudad-estado griega se dedicaba a un dios o a un conjunto de dioses en particular. Muchas ciudades-estado erigieron templos a sus deidades particulares, y esas deidades eran honradas con festivales y sacrificios de animales. Los dioses y diosas de la antigua Grecia normalmente tomaban forma humana y vivían en una sociedad similar a la sociedad humana. Ellos tenían todas las emociones de los seres humanos y frecuentemente intervenían en la historia humana.

Es difícil ubicar los antepasados de los dioses de la antigua Grecia ya que existen varios mitos de la creación. Una combinación de relatos agrupados por el poeta griego Hesíodo, en el siglo VIII a.C., y un relato escrito por el recopilador de mitos Apolodro, hubiera sido reconocida por la mayoría de los antiguos griegos. En síntesis, se decía lo siguiente: El dios Caos fue el fundamento de toda la creación. De este dios surgió Gea (la tierra), Tártaros (el inframundo) y Eros (el amor). El dios Eros era necesario para juntar a Caos y a Gea para que produjesen un vástago. Caos entonces creó la noche, y el primogénito de Gea fue Urano (dios de los cielos). La unión de Caos y Gea también resultó en la creación de las montañas, los mares, y dioses conocidos como los Titanes. La interacción de estos primeros dioses resultó en la creación de varios otros dioses. Estos incluían a figuras tan conocidas como Afrodita, Hades, Poseidón, y Zeus. Zeus eventualmente hizo la guerra contra su padre (Crono) y los Titanes. Como resultado de este conflicto, Zeus estableció un nuevo régimen en el Monte Olimpo. Zeus gobernaba los cielos, su hermano Poseidón gobernaba los mares, y su hermano Hades gobernaba el inframundo. La creación de los seres humanos es el resultado de mitos en conflicto. Muchas historias de la creación sostienen que los seres humanos surgieron directamente de la tierra. En algunos casos, distintas sociedades griegas tenían sus propios y únicos eventos de la creación. Esto es cierto para los arcadios y los tebas, los cuales atribuyen sus orígenes a diferentes hombres nacidos de la tierra, creados en diferentes áreas. Uno de estos mitos afirma que los humanos fueron creados de la tierra y del agua, ayudados por el Titán Prometeo, con su don del fuego.

Los antiguos griegos creían en un diluvio que destruyó a toda la humanidad (algo similar al relato descrito en la Biblia). En el mito griego, el diluvio tuvo lugar durante la era de Deucalión 1 (1450 a.C.). Deucalión 1 y su mujer, Pirra 1, fueron advertidos con anterioridad del diluvio por venir, y se les mandó construir un arca y llenarla de provisiones. La causa del venidero diluvio era la furia de Zeus hacia la humanidad. Zeus se había indignado con la generación de los humanos, y en particular, con la práctica de sacrificios humanos. Zeus reunió a los dioses y decidió destruir la humanidad con agua. Deucalión y Pirra sobrevivieron al diluvio, flotando en el arca que habían construido. Flotaron en el arca por nueve días y nueve noches y se posaron en una montaña en Fócida. Cuando Zeus se dio cuenta de que el mundo era un charco de aguas estancadas en el cual solo sobrevivieron Deucalión y Pirra, detuvo la lluvia y restauró la tierra. A fin de repoblar el mundo, los dioses le dijeron a los sobrevivientes que echaran piedras sobres sus cabezas. Las piedras de Deucalión se convirtieron en hombres, y las de Pirra se convirtieron en mujeres. Esta re-creación por medio de piedras era utilizada para explicar la dureza de la raza humana.

Existe un gran número de diferencias entre el mito griego y el relato del diluvio descrito en la Biblia. A diferencia del mito griego, Noé y su familia se salvaron junto con suficientes animales para repoblar el planeta. Sin embargo, los dos relatos sostienen que el mundo fue destruido como resultado del pecado de la humanidad, y que la raza humana fue salvada como resultado de unos pocos individuos que llevaron vidas rectas.
  
Los dioses griegos representaban la creencia de los antiguos griegos de que cuando un individuo moría, su aliento vital o psique dejaba el cuerpo para entrar al palacio de Hades (rey de los muertos). En los periodos primitivos de la antigua Grecia, el psique no era igual a la visión cristiana del alma. Una vez que dejaba el cuerpo, el psique era una imagen fantasma que podía ser percibida, pero no tocada. La pared que separaba a los vivos de los muertos era impenetrable. Gradualmente, el concepto de psique se hizo similar al concepto del alma. El alma estaba separada del cuerpo, pero era responsable de la personalidad del individuo y de sus decisiones morales.

Los primeros griegos no creían que las acciones en esta vida de una persona tenían algún efecto en su próxima vida. Sin embargo, para los "Tiempos Clásicos" (480-323 a.C.), predominaba la creencia de que una persona moral sería recompensada en la próxima vida. Al mismo tiempo, se desarrolló la idea de que una persona que transgredía repetidamente la moral merecía un castigo eterno. La preocupación de cómo se iba a pasar la próxima vida condujo a muchos rituales funerarios y ceremonias conmemorativas de los muertos.

La Biblia también registra la religiosidad de los griegos; de hecho Pablo (como judío convertido al cristianismo) manifiesta su inconformidad al ver la idolatría dominante en las poblaciones que tenían la influencia griega en su tiempo (Hch. 17:16-22). Así pues, Pablo les predicó el evangelio y les habló del Dios único y verdadero, Creador de los cielos y la tierra (Hch. 17:23-34).

ROMA
Los dioses y diosas de la cultura de Roma se originaron como deidades sin cara y sin forma que ayudaban a los agricultores en sus trabajos de la tierra. El gran número de dioses y diosas romanos puede probablemente ser explicado por la creencia panteísta del "numen" la cual sostiene que dioses y espíritus habitan en lugares, objetos, y seres vivientes.

Aunque los primeros romanos le daban poca importancia a las personalidades de sus dioses y diosas, sí estaban interesados en sus funciones. Los primeros romanos integraron la adoración de deidades mitológicas en todos los aspectos de sus vidas personales y públicas. Nada muestra mejor la extensión de esta adoración diaria como el culto en el hogar. En este sistema, cada familia tenía un espíritu guardián (un dios familiar). Este espíritu era honrado en todas las actividades de la familia, incluyendo sacrificios durante funerales. La fuerza creativa que engendra a un individuo y le permite crecer, aprender y comportarse moralmente era conocida como el Genio, para los hombres, y la Luna, para las mujeres. Este espíritu permanecía con el individuo hasta la muerte. La adoración de dioses y diosas romanos llegó hasta asignar un espíritu protector a diferentes áreas de la casa. Por ejemplo: Fórculo protege la puerta; Limentino, el umbral, Cardea, las bisagras; y Vesta, la chimenea.

Los dioses y diosas de Roma comenzaron a tomar las formas que reconocemos hoy durante la dinastía de los reyes etruscos que gobernaron en el siglo VI a.C. Durante este periodo, los romanos adaptaron un grupo de tres dioses etruscos como el foco de adoración del estado. Estos dioses eran adorados en el gran templo sobre la Colina Capitolina, y, por esto, vinieron a ser conocidos como la tríada Capitolina. La tríada consistía de Júpiter (Zeus), Juno (Heras), y Minerva (Atenea). Una vez que finalizó el gobierno de la dinastía etrusca en el 509 a.C., Roma se convirtió en una república. La República Romana estaba gobernada por dos magistrados, cada uno era elegido por un periodo de un año. Durante este periodo, el templo Capitolino se convirtió en el foco de la adoración pública.

Cuando el poder de Roma creció y su esfera de influencia se expandió, el Imperio Romano encontró las más antiguas y variadas tradiciones de la mitología griega. Los romanos también entraron en contacto con las creencias de otras culturas del Mar Mediterráneo oriental. Como resultado, los romanos empezaron a adoptar variados dioses extranjeros y costumbres religiosas. En muchos casos, se les dieron templos en Roma a dioses y héroes de culturas extranjeras. La aceptación de dioses y diosas griegos tuvo la influencia mayor en la mitología romana. Las primeras deidades griegas adoptadas por los romanos fueron Cástor y Polideuco en el 484 a.C. Más tarde, en el siglo V a.C., fue introducido el dios griego Apolo. Apolo eventualmente simbolizaría la virtud y austeridad romana. Otros dioses romanos que tomaron características griegas incluían a Diana (Artemis), Mercurio (Hermes), Neptuno (Poseidón), Venus (Afrodita) y Vulcano (Hefesto).

A medida que Roma continuó expandiendo su influencia política y geográfica, continuó asimilando una más amplia variedad de creencias religiosas y costumbres. En algunos casos, la asimilación de un dios extranjero se hacía para llenar un rol particular en la expansión de Roma. Este fue el caso de la diosa Cibeles, cuya adoración fue el resultado directo de la amenaza que Aníbal representaba para Roma. Aún cuando Aníbal fue derrotado eventualmente, la adoración de Cibeles continuó. Los romanos también comenzaron a asimilar la creencia en dioses salvadores de las llamadas religiones "misteriosas". Una de ellas fue la religión persa del Mitraísmo. El dios persa Mitra (dios de la luz y de la sabiduría) ofrecía la salvación mediante la creencia en un alma inmortal. Estas religiones se hicieron populares porque ofrecían un sentido mayor de comunidad que el panteísmo estricto.

La naturaleza de los dioses romanos se expandió de nuevo cuando el Imperio Romano entró en contacto con la creencia de reinado divino. Al principio, los romanos rechazaron la idea de que un gobernante humano debía ser adorado como un dios. En el 44 a.C., Julio César permitió una estatua suya con la inscripción: "El dios no vencido," y se proclamó a sí mismo dictador vitalicio. Ese mismo año, Julio César fue asesinado por ciudadanos que querían ver a Roma regresar a sus ideas republicanas anteriores. El heredero de César, Octavio (Augusto), se proclamó el primer emperador de Roma. Sin embargo, evadió cualquier afirmación de divinidad. De hecho, la idea de que el emperador era divino fue ridiculizada durante gran parte del primer siglo d.C. Sin embargo, cuando el gobierno del Imperio Romano se hizo más autocrático y le dio a los gobernantes poder casi ilimitado, los emperadores eventualmente aceptaron honores divinos. Esta creencia en la divina autoridad del emperador eventualmente condujo al requerimiento de un sacrificio al emperador, como señal de lealtad. El requerimiento de sacrificio al emperador se convirtió en una fuente significativa de conflicto con los primeros cristianos, quienes rehusaron adorar al emperador como a un dios, y por lo tanto, no le ofrecían sacrificios. Esto llevó a la persecución de los cristianos por parte de las autoridades políticas romanas que hacían cumplir la práctica. El periodo de adoración de emperadores romanos como dioses continuó hasta el siglo IV d.C., cuando el emperador Constantino el Grande fue el primer emperador romano que se convirtió al Cristianismo. En el 392 d.C., el emperador Teodosio prohibió definitivamente la práctica de religiones paganas en Roma.

Los dioses griegos continúan impactando a la sociedad moderna, y los efectos duraderos de la civilización antigua griega no pueden ser exagerados. De hecho, la mayoría de las civilizaciones occidentales pueden remontar sus orígenes a la antigua Grecia.
  
Notas:
- Los dioses y diosas de la mitología antigua ya no son adorados por ninguna religión formal en los tiempos modernos. Sin embargo, el legado de las deidades de los egipcios, griegos, y romanos continúa por todo el mundo. Las artes, en particular, han sido grandemente influenciadas por la mitología. Muchas obras de arte muy conocidas, en la pintura, la música, la literatura, y el teatro, utilizan temas de la mitología. Hoy, la influencia de los dioses y diosas antiguos no da señales de disminuir. Los juegos de computadoras frecuentemente utilizan historias de los dioses y diosas antiguos como fondo para sus juegos de búsqueda orientada. Las películas de cine y programas de televisión que utilizan caracteres o temas de la mitología son todavía populares. Parece que los temas morales e intelectuales de las historias detrás de los dioses y diosas antiguos han demostrado ser fácilmente adaptables a muchas culturas, por muchos siglos. Esto demuestra la inherente necesidad de la humanidad de explorar los orígenes, el significado, y la moralidad (lo que refleja la necesidad de la humanidad de explicar el por qué está aquí y a dónde se dirige).
- La Biblia muestra cómo el Hijo de Dios vino en el tiempo cuando Roma estaba en su apogeo y predicó el evangelio para que todas las personas se volvieran al Dios único y verdadero; él no vino a fundar una religión sino a transformar el corazón y la vida de sus seguidores. Cristo vino a traer luz a quienes están en tinieblas (Mt. 4:12-17); tristemente, la mayoría de la gente le tuvo en poco y prefirió seguir en tinieblas porque amaron más el pecado que a Dios (Jn. 3:16-21).
- La idolatría es pecado porque Dios no comparte su gloria con nadie (Sal. 115); el único Dios está en los cielos, llena el universo y es el dueño y Señor de todo pero los dioses inventados por las naciones (no importa qué religión o qué creencias profesen) son vanos porque son obra de manos de hombres (de plata, de oro, o de cualquier material)… tienen boca, mas no hablan; tienen ojos, mas no ven; orejas tienen, mas no oyen; tienen narices, mas no huelen; manos tienen, mas no palpan; tienen pies, mas no andan; no hablan con su garganta. Semejantes a ellos son los que los hacen, y cualquiera que confía en ellos. Por eso, confiemos en el Dios único y verdadero, él es nuestra ayuda y nuestro escudo; él se manifiesta en nuestra vida diaria, responde a la oración de su pueblo, mueve su mano a favor de quienes confían en él, tiene el poder para bendecirnos en la tierra y para darnos vida eterna más allá de la muerte mediante la obra de Cristo al morir en la cruz para perdonar nuestros pecados y darnos una nueva vida.

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