La
muerte siempre ha sido una palabra y una realidad ante la cual los seres
humanos tenemos diversas reacciones: algunos se sienten atemorizados de solo
pensar en el día de su muerte; a otros les preocupa la forma en que morirán;
otros tienen curiosidad acerca de lo que puede haber después de la muerte;
otros ni siquiera creen en una vida más allá de la muerte y piensan que la
muerte es el fin de su existencia; y otros creen que existe un ciclo de
reencarnaciones y muchas vidas.
En
el libro de Job hay una expresión sobre la muerte: “Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?” (Job 14:14); por tanto,
debemos saber qué dice la Biblia en general acerca de la muerte: cómo se define
a la luz de las Escrituras, qué palabras se asocian con ella, qué tipos de
muertes existen, cuál es su origen, qué hay más allá de la muerte, cómo
enfrentó Cristo a la muerte en la cruz y otras reflexiones importantes.
Afortunadamente, Dios en su amor y su gracia nos ha dado amplia respuesta en su
Palabra y esto es lo que nos ocupará en este estudio.
a. La muerte
según la Biblia
El
Dios de la Biblia es llamado el Dios viviente (Jos. 3:10) y el Dios vivo (Jer.
10:10) porque tiene vida en sí mismo y no muere; él es eterno… siempre ha
existido y siempre existirá. Sin embargo, Dios mismo nos enseña en las
Escrituras qué es la muerte aunque ella no hace parte de su naturaleza divina.
El
término muerte viene del vocablo latino mors o mortis que es el que daría lugar
con el paso del tiempo al verbo morir y siempre se relaciona con cesación o
término de la vida; además, la muerte implica una separación y esto se explicará
más adelante. No obstante, para comprender mejor acerca de la muerte debemos
considerar que existen varios tipos de muerte y que todos tienen un origen
común según las Sagradas Escrituras.
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MUERTE FÍSICA
En
la mitología cananea, la muerte es una divinidad, el dios Mot. Sin embargo, la
Biblia desmitiza la muerte, la reduce a un hecho humano y al mismo tiempo, la
pone bajo el dominio soberano del único Dios. Esto aparece con claridad, por
ejemplo, en Dt. 32:39: “Ved ahora que yo,
yo soy, y no hay dioses conmigo; yo hago morir, y yo hago vivir; yo hiero, y yo
sano; y no hay quien pueda librar de mi mano”.
Según la Biblia, el hombre posee dos partes:
la parte material y la parte inmaterial o espiritual. El cuerpo es la parte
material, y el espíritu (o alma) es la parte inmaterial. El espíritu o el alma
es la vida de Dios en el hombre y le permite permanecer con vida; además, es la
persona misma y es el centro de la voluntad y las emociones. Así pues, la
muerte física es el fin de la permanencia del ser humano en su estado material
y es el paso de su parte inmaterial a otra dimensión más allá de la materia;
por ende, el cuerpo físico se deteriora y vuelve al polvo pero el espíritu
vuelve a Dios que lo dio (Ecl. 12:7).
La
muerte material es el fin de nuestro ser físico porque tenemos cuerpos frágiles
y vulnerables, aunque al principio de la creación no fue así. Si estudiamos
bien la Biblia, hallamos que Dios es el Creador de la vida, del universo y del
ser humano, y que su obra fue buena y perfecta. La Escritura dice: “En el principio creó Dios los cielos y la
tierra” (Gn. 1:1). “Y creó Dios al
hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gn.
1:27). “Entonces Jehová Dios formó al
hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el
hombre un ser viviente” (Gn. 2:7).
Cuando
Dios hizo la tierra y puso al ser humano en ella, hizo una declaración de
aprobación y satisfacción ante su obra maestra: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran
manera…” (Gn. 1:31).
Si
leemos las Escrituras después de Génesis capítulos 1 y 2, entonces
encontraremos cómo llegó la muerte física al género humano, pero también
sabemos por experiencia propia o ajena que todos tenemos un cuerpo que se
deteriora físicamente, se envejece y muere. Realmente, esta experiencia no fue
parte del plan original de Dios; más bien fue una de las consecuencias
inevitables de la desobediencia de Adán y Eva y ésta fue la máxima advertencia
divina cuando los puso en el huerto del Edén: “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto
podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque
el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gn. 2:16, 17). A pesar de
la ley que Dios estableció, Adán y Eva tuvieron en poco el mandamiento y la
sentencia divina por la desobediencia, y por ello experimentaron la muerte y la
transmitieron a toda la raza humana como una herencia ineludible. La Biblia
dice: “Por tanto, como el pecado entró en
el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos
los hombres, por cuanto todos pecaron” (Rom. 5:12). Notemos que la Biblia
habla del pecado de Adán (aunque obviamente Eva también pecó contra Dios); sin
embargo, todos somos pecadores ante Dios y somos responsables de nuestros
actos; por eso, la muerte es una experiencia que todos tenemos que enfrentar
tarde o temprano.
La
muerte es considerada en la Biblia como la paga o la recompensa de Dios por el
pecado: “Porque la paga del pecado es
muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”
(Rom. 6:23); “quienes habiendo entendido
el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no
sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican”
(Rom. 1:32).
A
pesar del pecado de todos nosotros y a pesar de que merecemos el justo juicio
de Dios, Cristo sufrió la muerte física y la separación temporal del Padre en
la cruz por un momento por causa de nuestros pecados y nos ofrece vida eterna
si ponemos nuestra confianza en él como Salvador.
Adán
no murió físicamente el mismo día en que desobedeció a Dios ni los seres
humanos mueren físicamente inmediatamente cometen un pecado delante de Dios
pero hay una sentencia sobre todo ser humano: “… está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después
de esto el juicio” (Heb. 9:27). El pecado no es un juego ante Dios ni él es
alcahueta con el pecado; él es el Juez de toda la tierra y el dueño de todo y
de todos; solo él es digno de emitir un juicio justo y equitativo sobre todo
ser humano y todo tendrá su tiempo y su lugar; nada quedará escondido ni en
impunidad porque él juzgará a cada uno según sus obras.
Por
otra parte, en Rom. 5 y 6 Pablo contrasta la muerte física que sobrevino a
consecuencia del pecado de Adán con la vida eterna que Cristo ha traído a los
hombres. Ahora bien, la posesión de la vida eterna en Cristo no anula la muerte
física pero sí nos libra de la muerte espiritual (separación con Dios) porque
nos reconcilia y nos acerca a Dios; de igual forma, la fe genuina y verdadera
en Cristo nos libra de una muerte eterna que se llama la segunda muerte y todo
esto se expondrá luego con mayor detalle.
Notas:
En
algunos pasajes de la Biblia se dice que Dios da la muerte y da la vida; por
ejemplo:
“Jehová mata, y
él da vida…” (1 Sam. 2:6)
“Luego que el rey de Israel leyó las cartas, rasgó sus
vestidos, y dijo: ¿Soy yo Dios, que mate y dé vida, para que éste envíe a mí a
que sane un hombre de su lepra? Considerad ahora, y ved cómo busca ocasión
contra mí” (2 Rey. 5:7).
Todo esto nos
muestra que ni
siquiera la muerte escapa al dominio soberano de Dios porque él tiene el
control sobre la vida y sobre la muerte; obviamente, hay muchos tipos de
muertes (por enfermedades, homicidios, suicidios, accidentes, falta de atención
médica, errores en intervenciones médicas, falta de conocimiento científico
para curar una enfermedad, descuido de la salud, una serie de malos hábitos,
entre otras) pero en todas Dios tiene el control y si las permite, no debemos
cuestionar su justicia o su bondad porque en muchos casos son consecuencias de
la actividad humana, de sus limitaciones, de sus abusos y de sus decisiones
equivocadas que conducen al término de la vida y Dios no es responsable de
ello. Al fin y al cabo, él nos creó con una libertad de elección y tenemos que
experimentar las consecuencias del mal manejo de esta libertad. No obstante,
también debemos saber que Dios puede intervenir directamente sobre situaciones
para permitir la muerte con un propósito que no entendemos ahora, pero que
después podríamos recibir iluminación para aprender aún de la experiencia de la
muerte de otros.
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