domingo, 1 de noviembre de 2015

La muerte y la vida eterna Parte I



La muerte siempre ha sido una palabra y una realidad ante la cual los seres humanos tenemos diversas reacciones: algunos se sienten atemorizados de solo pensar en el día de su muerte; a otros les preocupa la forma en que morirán; otros tienen curiosidad acerca de lo que puede haber después de la muerte; otros ni siquiera creen en una vida más allá de la muerte y piensan que la muerte es el fin de su existencia; y otros creen que existe un ciclo de reencarnaciones y muchas vidas.

En el libro de Job hay una expresión sobre la muerte: “Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?” (Job 14:14); por tanto, debemos saber qué dice la Biblia en general acerca de la muerte: cómo se define a la luz de las Escrituras, qué palabras se asocian con ella, qué tipos de muertes existen, cuál es su origen, qué hay más allá de la muerte, cómo enfrentó Cristo a la muerte en la cruz y otras reflexiones importantes. Afortunadamente, Dios en su amor y su gracia nos ha dado amplia respuesta en su Palabra y esto es lo que nos ocupará en este estudio.

a. La muerte según la Biblia

El Dios de la Biblia es llamado el Dios viviente (Jos. 3:10) y el Dios vivo (Jer. 10:10) porque tiene vida en sí mismo y no muere; él es eterno… siempre ha existido y siempre existirá. Sin embargo, Dios mismo nos enseña en las Escrituras qué es la muerte aunque ella no hace parte de su naturaleza divina.

El término muerte viene del vocablo latino mors o mortis que es el que daría lugar con el paso del tiempo al verbo morir y siempre se relaciona con cesación o término de la vida; además, la muerte implica una separación y esto se explicará más adelante. No obstante, para comprender mejor acerca de la muerte debemos considerar que existen varios tipos de muerte y que todos tienen un origen común según las Sagradas Escrituras.

- MUERTE FÍSICA

En la mitología cananea, la muerte es una divinidad, el dios Mot. Sin embargo, la Biblia desmitiza la muerte, la reduce a un hecho humano y al mismo tiempo, la pone bajo el dominio soberano del único Dios. Esto aparece con claridad, por ejemplo, en Dt. 32:39: “Ved ahora que yo, yo soy, y no hay dioses conmigo; yo hago morir, y yo hago vivir; yo hiero, y yo sano; y no hay quien pueda librar de mi mano”.
  
Según la Biblia, el hombre posee dos partes: la parte material y la parte inmaterial o espiritual. El cuerpo es la parte material, y el espíritu (o alma) es la parte inmaterial. El espíritu o el alma es la vida de Dios en el hombre y le permite permanecer con vida; además, es la persona misma y es el centro de la voluntad y las emociones. Así pues, la muerte física es el fin de la permanencia del ser humano en su estado material y es el paso de su parte inmaterial a otra dimensión más allá de la materia; por ende, el cuerpo físico se deteriora y vuelve al polvo pero el espíritu vuelve a Dios que lo dio (Ecl. 12:7).

La muerte material es el fin de nuestro ser físico porque tenemos cuerpos frágiles y vulnerables, aunque al principio de la creación no fue así. Si estudiamos bien la Biblia, hallamos que Dios es el Creador de la vida, del universo y del ser humano, y que su obra fue buena y perfecta. La Escritura dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gn. 1:1). “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gn. 1:27). “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Gn. 2:7).

Cuando Dios hizo la tierra y puso al ser humano en ella, hizo una declaración de aprobación y satisfacción ante su obra maestra: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera…” (Gn. 1:31).  

Si leemos las Escrituras después de Génesis capítulos 1 y 2, entonces encontraremos cómo llegó la muerte física al género humano, pero también sabemos por experiencia propia o ajena que todos tenemos un cuerpo que se deteriora físicamente, se envejece y muere. Realmente, esta experiencia no fue parte del plan original de Dios; más bien fue una de las consecuencias inevitables de la desobediencia de Adán y Eva y ésta fue la máxima advertencia divina cuando los puso en el huerto del Edén: “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gn. 2:16, 17). A pesar de la ley que Dios estableció, Adán y Eva tuvieron en poco el mandamiento y la sentencia divina por la desobediencia, y por ello experimentaron la muerte y la transmitieron a toda la raza humana como una herencia ineludible. La Biblia dice: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Rom. 5:12). Notemos que la Biblia habla del pecado de Adán (aunque obviamente Eva también pecó contra Dios); sin embargo, todos somos pecadores ante Dios y somos responsables de nuestros actos; por eso, la muerte es una experiencia que todos tenemos que enfrentar tarde o temprano.

La muerte es considerada en la Biblia como la paga o la recompensa de Dios por el pecado: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom. 6:23); “quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican” (Rom. 1:32). 

A pesar del pecado de todos nosotros y a pesar de que merecemos el justo juicio de Dios, Cristo sufrió la muerte física y la separación temporal del Padre en la cruz por un momento por causa de nuestros pecados y nos ofrece vida eterna si ponemos nuestra confianza en él como Salvador.

Adán no murió físicamente el mismo día en que desobedeció a Dios ni los seres humanos mueren físicamente inmediatamente cometen un pecado delante de Dios pero hay una sentencia sobre todo ser humano: “… está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Heb. 9:27). El pecado no es un juego ante Dios ni él es alcahueta con el pecado; él es el Juez de toda la tierra y el dueño de todo y de todos; solo él es digno de emitir un juicio justo y equitativo sobre todo ser humano y todo tendrá su tiempo y su lugar; nada quedará escondido ni en impunidad porque él juzgará a cada uno según sus obras.

Por otra parte, en Rom. 5 y 6 Pablo contrasta la muerte física que sobrevino a consecuencia del pecado de Adán con la vida eterna que Cristo ha traído a los hombres. Ahora bien, la posesión de la vida eterna en Cristo no anula la muerte física pero sí nos libra de la muerte espiritual (separación con Dios) porque nos reconcilia y nos acerca a Dios; de igual forma, la fe genuina y verdadera en Cristo nos libra de una muerte eterna que se llama la segunda muerte y todo esto se expondrá luego con mayor detalle.

Notas:

En algunos pasajes de la Biblia se dice que Dios da la muerte y da la vida; por ejemplo:

“Jehová mata, y él da vida…” (1 Sam. 2:6)

“Luego que el rey de Israel leyó las cartas, rasgó sus vestidos, y dijo: ¿Soy yo Dios, que mate y dé vida, para que éste envíe a mí a que sane un hombre de su lepra? Considerad ahora, y ved cómo busca ocasión contra mí” (2 Rey. 5:7).

Todo esto nos muestra que ni siquiera la muerte escapa al dominio soberano de Dios porque él tiene el control sobre la vida y sobre la muerte; obviamente, hay muchos tipos de muertes (por enfermedades, homicidios, suicidios, accidentes, falta de atención médica, errores en intervenciones médicas, falta de conocimiento científico para curar una enfermedad, descuido de la salud, una serie de malos hábitos, entre otras) pero en todas Dios tiene el control y si las permite, no debemos cuestionar su justicia o su bondad porque en muchos casos son consecuencias de la actividad humana, de sus limitaciones, de sus abusos y de sus decisiones equivocadas que conducen al término de la vida y Dios no es responsable de ello. Al fin y al cabo, él nos creó con una libertad de elección y tenemos que experimentar las consecuencias del mal manejo de esta libertad. No obstante, también debemos saber que Dios puede intervenir directamente sobre situaciones para permitir la muerte con un propósito que no entendemos ahora, pero que después podríamos recibir iluminación para aprender aún de la experiencia de la muerte de otros.

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