viernes, 20 de noviembre de 2015

La muerte y la vida eterna Parte IV


Ahora bien, para comprender en qué consiste la muerte eterna de forma completa, es necesario analizar los siguientes conceptos bíblicos:

II. ¿A dónde va el pecador no arrepentido cuando muere?

La Biblia habla de la segunda muerte y consiste es ser lanzado al lago de fuego; éste se define como la muerte segunda. En este lago de fuego, los impenitentes, ya resucitados en un cuerpo inmortal pero sin admisión a la gloria de Dios, serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos. Es por ello que Cristo habla de “sufrir daño de la segunda muerte” (Ap. 2:11). Además, dice: “El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Ap. 21:7, 8). 

Ahora bien, cuando un pecador no arrepentido muere, no va al lago de fuego de inmediato, sino que va al infierno primero, en espera del juicio de Dios al final de los tiempos y después de la resurrección de los muertos; a continuación se va a ampliar este tema:

LA MUERTE Y EL INFIERNO
- La existencia del infierno y del castigo eterno fue parte de las enseñanzas de Jesucristo y sus palabras confirman las afirmaciones de los profetas del A.T., pero no constituyen una doctrina exclusivamente cristiana, sino que es una creencia presente en casi todas las civilizaciones de la historia.
- En cuanto a la muerte física, ésta es descrita por Cristo como el momento en que el alma es reclamada (Lc. 12:20); para entender este lenguaje es necesario que leamos la historia del rico y Lázaro (Lc. 16:23-25); esta narración no es una parábola porque las parábolas no incluyen nombres personales… esto es un evento real y por eso, Cristo explica cómo Lázaro fue llevado por los ángeles a un lugar de reposo y consuelo, pero Cristo no describe el mismo destino para el rico (Lc. 16:22, 23). Como el rico fue al infierno después de morir, precisamente no fueron los ángeles de Dios quienes lo llevaron a este lugar; aunque Cristo no lo afirma, sería lógico pensar que su alma fuera reclamada y llevada por los demonios, quienes fueron los que guiaron a este hombre pecador no arrepentido por el camino de la desobediencia a Dios y esta decisión de no respetar a Dios fue lo que lo llevó a la perdición. De igual forma, existen testimonios de personas que han visto morir a otros y notan en su rostro y en su expresión un terror inexplicable al morir… y algunos han dicho que ven demonios que vienen por ellos al momento de morir. Así pues, no sería descabellado ni antibíblico pensar que una persona que muere físicamente y que en su vida no mostró un verdadero arrepentimiento ante Dios, sino que anduvo en el pecado, sin reconocer a Cristo de forma sincera como Salvador, los demonios vendrán a reclamar su alma para llevarla a un lugar de condenación que la Biblia llama el infierno; allí tendrá que esperar la resurrección de los muertos para luego presentarse ante el juicio final de Dios y dará cuenta de sus obras y de sus pecados (Heb. 9:27). En este mismo lugar, el que muere en sus pecados se encontrará con los espíritus encarcelados que también están a la espera del justo juicio de Dios (1 Ped. 3:18-20).
- Según la historia del rico y Lázaro, desde el mismo instante de la muerte, quien parte de este mundo en sus pecados entra a un lugar de tormentos, y está en plena posesión de su conciencia y de su memoria para ser responsable de quién fue y por qué ha sido llevado al infierno, según el nivel de su conciencia y el conocimiento de la Palabra de Dios (Rom. 1:18-32). Allí estará separado de toda comunicación con el cielo y con la tierra. En el caso del rico, es un caso especial que Dios permitió (y que Cristo relató para darnos claridad sobre el infierno) ya que el rico pudo hablar con Abraham, y Cristo nombra el lugar de descanso de los justos como el seno de Abraham y por la descripción que hace Cristo, había una gran sima que separaba el seno de Abraham y el infierno (Lc. 16:26); la palabra sima significa abismo y por tanto, no era posible pasar de un lugar a otro, pero en este relato Cristo habla de un diálogo (que es único en la Biblia) en el cual un pecador en el infierno tiene contacto con un creyente salvo en la gracia de Dios (en este caso fue Abraham, el padre de la fe).
- Lc. 16:27-31 dice: “Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. El entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos”. Jesús relató que el rico perdido en el infierno pidió misericordia y solicitó que alguien se levantara de los muertos para testificar a sus 5 hermanos en la tierra a fin de convencerlos de no venir a este lugar, pero Abraham respondió: “A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos”. El rico insistió en que la gente se arrepentiría si alguno de los muertos va a testificar acerca del infierno pero la respuesta fue contundente de parte de Abraham, quien dijo: “Si no oyen a Moisés y a los Profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levante de los muertos”. Oír a Moisés y a los Profetas hace referencia a recibir la Palabra de Dios (que es la Biblia), la cual ha sido dada para que el hombre aprenda y camine en la perfecta voluntad de Dios, apartándose del pecado definitivamente con la gracia de Dios.
- Hay personas que dicen: ¿quién ha muerto y ha venido a contar qué hay después de la muerte? La tendencia del corazón humano al pecado es tan fuerte que ni escuchando un testimonio de este tipo se compromete a obedecer a Dios de verdad. El mayor ejemplo lo dio Cristo, quien se levantó de los muertos y presentó pruebas irrefutables de su divinidad, y la gran mayoría de los que escucharon el mensaje de la Palabra de Dios no creyeron y no fueron salvos por la dureza de su corazón.
- Describiendo el infierno, nuestro Señor Jesucristo habló acerca del gusano que no muere y del fuego que nunca se apaga (Mr. 9:43-48). Así pues, el infierno es un lugar de sufrimiento consciente y es un lugar de fuego que atormenta pero el mayor sufrimiento será la conciencia culpable y el remordimiento de saber que se pudo haber tomado la decisión de hacer la voluntad de Dios pero se escogió el camino de la desobediencia, rechazando a Cristo el Salvador. Algunos interpretan que el gusano que nunca muere es la conciencia culpable y el remordimiento eterno que atormenta el alma del pecador no arrepentido.
- La palabra infierno es la traducción de la palabra Gehenna (Ge-hinón o Valle de Hinom); éste era el nombre de un valle al sur de Jerusalén donde, en una época de la historia de Israel, se hicieron sacrificios de niños a dioses paganos, pasándolos por fuego (2 Crón. 28:3; Jer. 32:35) y este lugar se convirtió en estercolero y basurero de Jerusalén; además, allí era donde se quemaban las inmundicias de la ciudad, los desechos y los animales muertos, por lo cual salía de él humo día y noche. Por ende, los escritores judíos emplearon este término de forma figurativa para aludir a la realidad del castigo eterno y al lugar de condenación; por eso, Jesús y los apóstoles adoptaron este uso en el N.T. (Mt. 5:22, 29, 30; Lc. 12:5; Stg. 3:6). Gehenna aparece unas doce veces en el N.T.
- Por otro lado, el profeta Jeremías anunció por revelación de Dios que en este valle serían enterrados los cadáveres de los israelitas que Dios juzgaría debido a sus malos caminos y que las aves de los cielos vendrían a comer sus cadáveres, y que nadie podría espantarlas (Jer. 7:32). En este sentido, el profeta Isaías es inspirado por el Espíritu Santo para hablar del juicio de Dios sobre los que se rebelan contra sus leyes y usa la misma ilustración de cadáveres y asimismo, emplea las expresiones que Cristo uso para referirse al tormento eterno: “su gusano nunca morirá, ni su fuego se apagará” (Is. 66:24).
- De igual forma, Juan el Bautista habló del fuego de condenación y dijo acerca de Cristo: “Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará” (Mt. 3:12).
- Jesús dijo: Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga (Mr. 9:47, 48).

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