EL JUICIO FINAL
Y EL LAGO DE FUEGO
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La Biblia dice: “Y vi un gran trono
blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y
el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y
pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue
abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las
cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los
muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que
había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el
Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no
se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Ap.
20:11-15). En este Juicio del Gran Trono Blanco, las almas que están el
infierno (o Hades) serán unidas a sus cuerpos, los cuales serán resucitados de
sus tumbas (o del lugar donde quedaron sus restos mortales). Cristo entonces
pronunciará la sentencia final de juicio sobre los muertos impíos, y serán
arrojados al Lago de Fuego, el eterno lugar de los perdidos. Por ende, la
expresión “y la muerte y el Hades fueron
lanzados al lago de fuego” demuestra que ya la muerte y el infierno no
tendrán lugar ni existirán más porque la condenación eterna para los pecadores
será el lago de fuego que es la muerte segunda, es decir, la eterna separación
del hombre y su Creador. No obstante, para quienes están inscritos en el Libro
de la Vida del Cordero solo habrá paz, gloria e inmortalidad en la presencia de
Dios: a) los que murieron en la justicia de Dios antes de la encarnación de
Cristo (aunque no conocieron a Cristo, vivieron según la ley de Dios escrita en
sus conciencias y cuando Cristo descendió a las partes más bajas de la tierra y
les anunció el evangelio, sus nombres fueron escritos en el Libro de la Vida);
b) los que murieron en la justicia de Dios después de la encarnación de Cristo
(vivieron según la ley de Dios escrita en sus conciencias aunque no conocieron
el evangelio-solo Dios conoce el corazón de cada persona y solo él tiene la
capacidad de juzgar y saber lo que hay en cada uno); c) los que escucharon el evangelio
y creyeron en Cristo, hicieron la voluntad del Padre y perseveraron en la
justicia de Cristo hasta el día de su muerte.
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Podemos relacionar al Hades (el infierno) como una cárcel local donde los
prisioneros temporalmente aguardan su sentencia. Luego son tomados de esa
cárcel para comparecer ante el Juez para el veredicto final. Por eso, el Lago
de Fuego puede ser descrito como una prisión de máxima seguridad en la cual son
recluidos aquellos que quedaron bajo la sentencia divina como convictos por su
eterna existencia.
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La Biblia dice: “Y el tercer ángel los siguió,
diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la
marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios,
que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y
azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; y el humo de su tormento
sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche los
que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su
nombre. Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos
de Dios y la fe de Jesús” (Ap. 14:9-12). Aunque en este pasaje se habla de
los que adoraron al anticristo en la Gran Tribulación que la Biblia anuncia
después del rapto de la Iglesia, este mismo tormento está determinado para
todos aquellos que rechazan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Aquí se
describe el lago de fuego como un lugar donde el ser humano (perdido por causa
de sus pecados) es atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles
y del Cordero como testigos de la justicia de Dios.
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El anticristo y el falso profeta serán los primeros en ser lanzados al lago de
fuego y luego Satanás junto a todos los demonios, serán lanzados allí para ser
atormentados por los siglos de los siglos (Ap. 19:20; 20:10).
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La Biblia dice: “Pero los cobardes e
incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los
idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego
y azufre, que es la muerte segunda” (Ap. 21:8). Este será el destino de los
que se complacen en el pecado y desprecian a Cristo y su palabra (aún si dicen
creer en ella o la predican).
Conclusiones
- Bajo el
gobierno de un Dios infinitamente santo, justo, sabio y amoroso, guiado por su carácter
perfecto y por el cuidado que tiene del bienestar de su universo a expresar su
aborrecimiento hacia el pecado, la existencia de un castigo eterno es una
necesidad (Rom. 6:23; 2 Ts. 1:6-11; Ap. 20:11-15). Los que son castigados en el
infierno (y posteriormente en el lago de fuego) son criaturas libres,
responsables, pecadoras e impenitentes, que han empleado mal el tiempo de
prueba que se les ha concedido y han rechazado la gracia y las oportunidades
que Dios les ha ofrecido para proceder al arrepentimiento genuino. El deseo de
Dios es librar a los hombres de la condenación eterna y esto se manifiesta en
las obras maravillosas de su creación para revelar su poder y deidad, en la
conciencia del bien y del mal que nos ha dado, en la muerte de Cristo y en las
amonestaciones dirigidas a los pecadores en la Biblia. Ninguna interpretación
seria y concienzuda de la Biblia puede hacer caso omiso del castigo eterno, del
infierno y del lago de fuego.
- Las penas del
infierno y del lago de fuego consistirán en la privación de la presencia y del
amor de Dios, la ausencia de toda felicidad, la perpetuidad del pecado en los
que vivieron lejos de la voluntad de Dios, el remordimiento de conciencia por
las culpas pasadas, la convicción personal de ser objeto de la justa ira de
Dios, y todos los demás sufrimientos del alma en este eterno fuego espiritual.
Además, el grado de los tormentos será proporcional al grado de conciencia y de
culpa de cada persona (Mt. 10:15; 23:14; Lc. 12:47, 48). Este castigo será
eterno, como lo será también la felicidad en la presencia de Dios para los
salvos. La ira de Dios nunca dejará de existir sobre las almas perdidas (Mt.
25:46). Nada en todo el universo debe temerse tanto como una eternidad en el
tormento lejos de Dios.
Usted decide
dónde quiere pasar la eternidad.
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