lunes, 23 de noviembre de 2015

La muerte y la vida eterna Parte V


- La palabra infierno es de origen latino (infernus significa “la parte de abajo”). Se usa en distintas versiones de la Biblia para traducir la voz hebrea Seol en el A.T. y las voces griegas Hades, Gehenna y Tártaro en el N.T. Seol aparece en el texto hebreo del A.T. sesenta y cinco veces. Se traduce en la Reina Valera de 1960 por sepulcro, sepultura, infierno, profundo, sima y otras palabras.
- “Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio” (2 Ped. 2:4). Solamente en este versículo encontramos el verbo tártaro, traducido en Reina Valera 1960 como “infierno”, y en la Peshitta (versión siriaca) “regiones inferiores”. Tártaro es la palabra clásica para el lugar de castigo eterno, pero aquí se aplica al castigo para los ángeles caídos (Satánas y sus demonios). Tártaro es el nombre usado en la mitología greco-romana para designar el abismo infernal donde dioses y seres humanos fueron castigados. De acuerdo a la mitología griega, el Tártaro es un profundo abismo usado como una mazmorra de sufrimiento y una prisión para los titanes (una raza de poderosos dioses griegos). Este lugar se encontraba bajo el inframundo y allí las almas eran juzgadas después de la muerte y los malvados eran castigados. En la mitología griega, el Tártaro es tanto una deidad como un lugar del Inframundo, más profundo incluso que el Hades.
- Al traducir el A.T. al griego (en la versión llamada la Septuaginta) fue necesario buscar una palabra que fuera equivalente al hebreo Seol. Así pues, se escogió Hades porque en la cultura griega ese nombre se aplicaba primero al rey del mundo invisible y posteriormente al lugar de los espíritus. Para los griegos la morada de los muertos era subterránea, era un sitio oscuro, triste y sombrío, donde reinaba Plutón. Consecuentemente, donde el A.T. pone el término Seol, los traductores pusieron “Hades”. Los autores del N.T. heredan ese uso y por eso, Hades aparece once veces en el N.T.
- Para los griegos, al Hades lo gobernaba un dios independiente de los dioses del cielo y de la tierra; pero los hebreos creían que aún en el Seol, el reino y el dominio de Dios sigue vigente (Sal. 139:8; Pr. 15:11). Los griegos pensaban que no existía salida del Hades, pero los piadosos hebreos, si bien contemplaban el Seol con cierto temor, esperaban salir de allí pues creían en la resurrección del cuerpo (Dn. 12:2; Hch. 26:6-8). Sin embargo, la revelación bíblica en el A.T. sobre el estado futuro del creyente después de la muerte física ha sido parcial; pero en el N.T. la revelación divina trajo mayor luz al respecto y Pablo afirma que fue Cristo el que sacó a luz la vida y la inmortalidad (2 Tim. 1:10). Además, Cristo dice que las puertas del Hades no prevalecerán contra su Iglesia, lo cual significa que la obra de Satanás no podrá destruir a los creyentes fieles (Mt. 16:18).
- En el A.T., la palabra Seol, hacía referencia a un lugar en el fondo de la tierra, donde bajaban todos los muertos, buenos y malos, sin distinción alguna, del que no podían subir. Ya en el N.T. Cristo nos da mayor entendimiento para aclarar que había dos compartimentos que separaban a los justos de los injustos según Lc. 16:19-31.
- Para los hebreos, el Seol era el mundo de los muertos (Gn. 37:35). Asimismo, se utilizan muchas otras expresiones y palabras para aludir al destino de los muertos: debajo de la tierra (1 Sam. 28:13; Jon. 2:6), las tinieblas y la tierra del olvido (Sal. 88:12), el polvo (Gn. 3:19; Ecl. 12:7), el sepulcro (Pr. 28:17), el silencio (Sal. 94:17; 115:17), lo profundo de la tierra y la fosa (Ez. 31:14), tierra de tinieblas y de sombra de muerte (Job 10:21, 22). Además, el Seol se describe como un lugar a los lados del abismo (Is. 14:15).
- En la Biblia, descender al Seol es morir (Gn. 42:38). Job dice que “el que desciende al Seol no subirá” (Job 7:9), pero Ana expresó que Dios “hace descender al Seol y hace subir” (1 Sam. 2:6).
- El Seol es un sitio ubicado abajo, en la profundidad de la tierra (Job 11:8); es descrito como un sitio de tinieblas (Job 17:13); está descubierto delante de Dios (Job 26:6; Pr. 15:11); allí van los malos (Sal. 9:17); pero el Mesías no sería dejado allí (Sal. 16:10); nadie puede evitar el poder del Seol (Sal. 89:48); pero ni aún el Seol está fuera del alcance de Dios (Sal. 139:8). Debe notarse que el Seol, presentado como morada de los muertos, es una manera en que el A.T. se refiere a algún tipo de existencia posterior a la muerte.
- Abadón es sinónimo de Seol y significa “lugar de destrucción o perdición”; este término viene de una raíz que significa “corromper”. Señala el oscuro lugar de los muertos. Job lo menciona junto con la muerte (Job 28:22) y el Seol (Job 26:6); también Proverbios hace lo mismo (Pr. 27:20), señalando que es un lugar a donde van continuamente los pecadores (Job 31:9-12). Allí no se proclama la verdad de Dios ni se cuenta su misericordia (Sal. 88:11), pero aún así el conocimiento ilimitado de Dios alcanza hasta allí (Pr. 15:11). En el N.T. solo hay una mención de Abadón, en Ap. 9:11, donde se nos presenta al “ángel del abismo”, rey de unos seres que salen del “pozo del abismo”. Su nombre es Abadón, y en griego, se llama Apolión.
- El abismo es otro término usado para referirse a las profundidades de la tierra. En el A.T. hace referencia a la profundidad de los océanos (Gn. 1:1; 7:11; 8:2; Job 36:30; 38:16; Sal. 69:15; 104:6; Pr. 8:27-29; Is. 51:10; Jon. 2:6) y en otro caso, se denomina de forma figurativa a la morada de los muertos (Sal. 71:20). En el N.T. se describe como un lugar que sirve de prisión a los espíritus malignos y a donde ellos no quieren ir porque son encerrados allí según la soberanía de Dios (Lc. 8:31; Ap. 9:1-5; 2 Ped. 2:4); es más, la Biblia señala que de allí subirá la bestia, es decir, el espíritu inmundo que poseerá al anticristo (Ap. 11:7; 17:8); por otro lado, Satanás mismo será encadenado y echado al abismo por mil años (Ap. 20:1-3). Este lugar es descrito también como un pozo (Ap. 9:1, 2).
-  Cristo, al bajar al Hades (Hch. 2:27-31) o a las partes más bajas de la tierra (Ef. 4:9), proclamó allí las buenas nuevas de la redención efectuada en la cruz a las almas de los que habían muerto para testimonio de su obra de salvación (1 Ped. 3:18-20). Habiendo preparado un lugar en la casa de su Padre, llevó cautiva la cautividad (Ef. 4:8), es decir, llevó al mismo cielo los creyentes que se hallaban en el seno de Abraham. Estos no habían ido antes al cielo pero habían sido redimidos mediante el sacrificio de animales según la Ley del A.T. o habían alcanzado la justicia de Dios mediante una vida que se rigió por su conciencia, aunque no conocieran la Ley de Dios o el evangelio de Cristo (Rom. 2:14-16). Por tanto, no hubo salvación completa sino hasta que Cristo derramó su sangre en la cruz y proclamó aún a los muertos no condenados su obra perfecta. Desde entonces no hay redimidos en el lugar de los muertos (en las partes más bajas de la tierra), sino solamente injustos en el infierno.
- Jesús nombra la condenación eterna como las tinieblas de afuera (Mt. 8:12; 22:13; 25:30) porque el alma es excluida de la luz eterna de la gloria de Dios; además, describe el tormento de los pecadores no arrepentidos como el lloro y el crujir de dientes (Mt. 8:12) puesto que en esa condición, el alma estará en angustia, desesperación y amargura por los siglos de los siglos.
- Jesús menciona el castigo de los pecadores no arrepentidos como ser echado en el fuego eterno (Mt. 18:8; 25:41), ser echado al infierno (Mt. 5:29), ser echado en el horno de fuego (Mt. 13:42, 50); además, Jesús habló sobre el infierno de fuego (Mt. 5:22).
- Jesús describe que los pecadores no arrepentidos verán a los creyentes que fueron salvos en el reino de Dios y que ellos serán conscientes de que fueron excluidos de ese reino celestial por causa de su desobediencia a Dios (Lc. 13:28). Esto sucederá en el día del Juicio Final (lo cual estudiaremos luego más a fondo).
- Jesús describe que los pecadores no arrepentidos serán castigados duramente y que Dios pondrá su parte con los hipócritas (Mt. 24:51), los cuales estarán juntos confinados en un lugar de tormentos (el infierno y posteriormente, el lago de fuego).
- La Biblia describe a los pecadores no arrepentidos como aquellos que pierden su alma y su herencia en el reino de Dios (1 Cor. 1:18; 2 Cor. 4:3); esto sucede porque no reciben la palabra de la predicación del evangelio de Cristo. Estas almas no heredarán el reino de Dios porque se complacieron en toda clase de pecados; por ejemplo, miremos lo que dice la Biblia: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios” (1 Cor. 6:10). 
- En Stg. 3:6 se describe cómo desde el infierno (desde la influencia de Satanás y los demonios) existe una intervención en la tierra para promover el pecado y la maldad; en este caso, se menciona el mal uso de la lengua pero aplica en cualquier aspecto de la vida del hombre que da lugar al pecado, en todas sus manifestaciones. En este sentido, Jesús habló de los hijos del infierno (y por tanto, del diablo) cuando mencionó a quienes seguían el camino del mal, la hipocresía y la desobediencia a la palabra de Dios: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito y, cuando lo conseguís, lo hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros” (Mt. 23:15).
- La Biblia muestra que es imposible huir de la ira venidera (Mt. 3:7-9); por tanto, quien no crea en el infierno o quien trate de justificar sus pecados, diciendo que Dios es todo amor y que no castigará con un infierno de fuego, no podrá evadir su responsabilidad ni detener la justicia de Dios, porque ella no se basa en nuestras opiniones sino en la verdad bíblica; solo en Cristo hay perdón, reconciliación y justificación ante Dios por medio de su muerte en la cruz para llevar todas nuestras culpas.

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