III. Teoría
de la Relatividad
La Teoría de
la Relatividad, propuesta por el físico judío Albert Einstein (1879-1955) en la
primera parte del siglo XX, es uno de los avances científicos más
significativos de nuestro tiempo. Aunque el concepto de la relatividad no fue
introducido por Einstein, su mayor contribución fue el reconocimiento de que la
velocidad de la luz en un vacío es constante y es un límite físico absoluto
para el movimiento. Esto no tiene un gran impacto sobre la vida cotidiana de
una persona, ya que viajamos a velocidades mucho menores que la velocidad de la
luz. Para objetos viajando casi a la velocidad de la luz, sin embargo, la
teoría de la relatividad establece que los objetos se moverán más despacio y se
acortarán en longitud desde el punto de vista de un observador en la Tierra.
Einstein también infirió su famosa ecuación: E = mc2, la cual revela la
equivalencia de la masa y la energía.
Cuando
Einstein aplicó su teoría a los campos gravitacionales, infirió el
"continuum de la curvatura de espacio-tiempo" el cual describe las
dimensiones de espacio y tiempo como una superficie de dos dimensiones donde
objetos sólidos crean valles y descensos en la superficie. Este aspecto de la
relatividad explicó el fenómeno de curvatura de la luz alrededor del sol,
predijo agujeros negros, así como también la Radiación de Fondo de Microondas
Cósmica (CMB, Cosmic Microwave Background Radiation); éste es un descubrimiento
que le deja anomalías fundamentales a la hipótesis clásica de Estado
Estacionario. Por su trabajo sobre la relatividad, el efecto fotoeléctrico, y
la radiación de los cuerpos negros, Einstein recibió el Premio Nobel en 1921.
Los físicos
usualmente dividen la Teoría de la Relatividad en dos partes:
- La primera
es la Teoría Especial de la Relatividad, la cual esencialmente trata la
pregunta de si la inercia y el movimiento son relativos o absolutos, y las
consecuencias de la conjetura de Einstein de que son relativos.
- La segunda
es la Teoría General de la Relatividad, la cual principalmente aplica a las
partículas a medida que se aceleran, debido particularmente a la gravitación, y
actúa como una revisión radical de la teoría de Newton, prediciendo nuevos
resultados importantes para cuerpos a gran velocidad y/o muy voluminosos. La
Teoría General de la Relatividad reproduce correctamente todas las predicciones
validadas en la teoría de Newton, pero amplía nuestro entendimiento de algunos
de los principios claves. La física newtoniana había teorizado previamente que
la gravedad operaba a través de espacio vacío, pero la teoría carecía de poder
explicativo en lo referente a cómo la distancia y la masa de un objeto dado
podrían ser transmitidas a través del espacio. La relatividad general resuelve
esta paradoja porque muestra que los objetos continúan moviéndose en una línea
recta en el espacio-tiempo, pero nosotros observamos el movimiento como
aceleración debido a la naturaleza curva del espacio-tiempo.
En años
recientes, las teorías de Einstein, de la relatividad especial y de la general,
han sido confirmadas como acertadas a un muy alto grado, y los datos demuestran
que corroboran muchas predicciones claves. Siendo la más famosa el eclipse
solar de 1919, el cual dio testimonio de que la luz de las estrellas es
ciertamente desviada por el sol cuando la luz pasa cerca del sol en su camino a
la tierra. El eclipse total del sol permitió a los astrónomos (por primera vez)
analizar la luz de las estrellas cerca del borde del sol, lo que previamente
había sido inaccesible para los observadores, debido al intenso brillo del sol.
También predijo la velocidad a la que dos estrellas neutrones, orbitándose una
a la otra, se moverán una hacia la otra. Cuando este fenómeno fue documentado
por primera vez, la relatividad general comprobó ser exacta con una precisión
mayor a una billonésima de 1%, convirtiéndola así en uno de los principios
mejor verificados de toda la física.
Al aplicar
el principio de la relatividad general a nuestro cosmos, revela que no es
estático. En este sentido, Edwin Hubble (1889-1953) demostró en 1928 que el
universo se está expandiendo, señalando más allá de la duda razonable que el
universo comenzó a existir en un tiempo finito. La interpretación contemporánea
más común de esta explicación es que el universo empezó a existir a partir del
Big Bang, hace unos 13.7 billones de años. Sin embargo, éste no es el único
modelo cosmológico plausible que existe en los ámbitos académicos, y muchos
físicos creacionistas, tales como Russell Humphreys y John Hartnett, han ideado
modelos que operan en un marco bíblico, los cuales (hasta la fecha) han
soportado el examen crítico de los oponentes más vehementes.
Utilizando
la expansión cósmica observada conjuntamente con la teoría general de la
relatividad, podemos inferir de los datos que mientras más se retrocede en el
tiempo, el universo debería disminuir en tamaño de una manera correspondiente.
Sin embargo, esto no puede ser extrapolado indefinidamente. La expansión del
universo nos ayuda a apreciar la dirección en la cual el tiempo fluye. A esto
se le llama la flecha cosmológica del tiempo, e implica que el futuro es (por
definición) la dirección hacia la cual el universo aumenta de tamaño. La
expansión del universo también da lugar a la segunda ley de la termodinámica,
la cual establece que la entropía total (o desorden) en el universo, solo puede
aumentar con el tiempo, porque la cantidad de energía disponible para funcionar
se deteriora con el tiempo. Por lo tanto, si el universo fuera eterno, la
cantidad de energía disponible utilizable para funcionar ya se habría agotado.
De allí se concluye que en un punto el valor de la entropía fue de 0 absoluto
(el estado más ordenado) y la entropía ha ido en aumento desde entonces (esto
es, en un punto el universo estaba completamente "cargado" y ha
estado descargándose desde entonces). Esto tiene implicaciones teológicas
profundas, porque demuestra que el tiempo mismo es necesariamente finito. Si el
universo fuese eterno, la energía termal en el universo habría sido distribuida
uniformemente en todo el cosmos, dejando cada región del cosmos a una
temperatura uniforme (a muy cerca del 0 absoluto), haciendo imposible todo
funcionamiento (y por ende, la vida sería absolutamente imposible).
La Teoría
General de la Relatividad demuestra que el tiempo está ligado, o relacionado, a
la materia y al espacio, y por esto las dimensiones del tiempo, del espacio, y
de la materia, constituyen lo que podríamos llamar un continuum. En otras
palabras, ellos deben haber empezado a existir en el mismo instante preciso. El
tiempo por sí mismo no puede existir en la ausencia de la materia y del
espacio. De esto podemos inferir que la primera causa no-causada debe existir
fuera de las cuatro dimensiones del espacio y tiempo, y poseer cualidades
inteligentes, personales y eternas, para poder crear intencionalmente el
espacio, la materia, y ciertamente, hasta el tiempo mismo.
Adicionalmente,
la misma naturaleza física del tiempo y del espacio sugiere un Creador, porque
el infinito y la eternidad deben necesariamente existir desde una perspectiva
lógica. La existencia del tiempo implica eternidad (aunque el tiempo tiene un
principio y un fin), y la existencia del espacio implica infinito (aunque el
espacio tiene un principio y un fin). Los seres humanos no conocemos ni el
principio ni el fin del tiempo y del espacio, pero los conceptos mismos de
infinito y eternidad apuntan a un Creador infinito y eterno, debido a que
encuentran su propio estado de existencia en Dios, quien trasciende a ambos y
simplemente es.
IV.
Argumentos Cosmológicos
La lógica central
de los argumentos cosmológicos es resumida por Alan Sandage, ganador del premio
Crawford en astronomía y él dice: "Encuentro bastante improbable que tal
orden se originara del caos. Tiene que existir algún principio organizador.
Para mí, Dios es un misterio, pero es la explicación para el milagro de la
existencia, del por qué existe algo en vez de nada"
Los
argumentos cosmológicos son una serie de sencillas deducciones que nos ponen a
pensar acerca de los orígenes. Si no existiera un Dios, ¿por qué acaso
existiría algo? No existe ninguna necesidad. Usted puede imaginarse que nada de
nada existió alguna vez. Los filósofos han luchado con el enigma del por qué
siquiera existe algo desde el principio de la historia registrada.
Las
deducciones alcanzadas por los más importantes filósofos modernos sobre esta
pregunta pueden ser formuladas de la siguiente manera:
- Todo lo
que existe tiene una explicación de su existencia (en la necesidad de su propia
naturaleza o en una causa externa).
- Si el
universo existe, entonces tiene una explicación de su existencia, y esa
explicación es un ser eterno, personal e inmaterial de inmenso poder (William
Lane Craig, Reasonable Faith, tercera edición/Crossway, p. 106).
Esto es
denominado "El Argumento de Contingencia", el cual presenta un
poderoso argumento preliminar a favor de una Causa trascendente.
Aquí, la
mente escéptica quizás debata en contra del fundamento de los argumentos
cosmológicos, preguntando: ¿Qué tal si el universo estuvo siempre aquí,
auto-existiendo eternamente, de la misma manera en que la mayoría de las
personas ven a Dios como auto-existente? Esta es una pregunta justa. Observemos
lo que se requeriría si éste fuese el caso, y la evidencia a favor y en contra
de esta noción.
Si el
universo nunca comenzó a existir, entonces eso significa que el número de
acontecimientos en la historia pasada del universo es infinito pero el infinito
es solo una idea en la mente, no algo que existe en la realidad. David Hilbert,
tal vez el más grande matemático del siglo XX dice: "El infinito no existe
en la realidad. Tampoco existe en la naturaleza, ni proporciona una base
legítima para el pensamiento racional. El papel que le resta al infinito es
únicamente el de una idea" (Sobre el Infinito," en Filosofía de las
Matemáticas, ed. Paul Benacerraf y Hilary Putnam/Englewood
Cliffs, NJ: Prentice-Hall, 1964, pág. 151).
Pero eso
implica que, ya que los acontecimientos pasados no son solo ideas, sino que son
reales, el número de acontecimientos pasados debe ser finito. Por lo tanto, la
serie de acontecimientos pasados dentro del universo no puede remontarse
eternamente, sino que el universo debe haber comenzado a existir.
Esta
conclusión ha sido confirmada por descubrimientos extraordinarios en la astronomía
y la astrofísica. Desde tiempos antiguos, muchos grandes pensadores, como
Platón y Aristóteles, asumieron que el universo había existido eternamente en
el pasado. Por supuesto, las culturas hebrea y cristiana creían en el relato de
la creación presentado en la Biblia, y también existían numerosos relatos de la
creación no judío-cristianos, pero siempre hubo individuos y grupos que
pensaban que el universo era eterno. Posteriormente al llamado "Siglo de
las Luces" en Europa, en el siglo XVIII (cuando muchos en la civilización
occidental comenzaron a apartarse del pensamiento bíblico) y mucho más aún,
después de la propuesta de la Teoría de la Evolución de Charles Darwin, en
1859, llegó a ser muy común entre los científicos y profesores universitarios
en el Oeste, suponer que el universo había existido eternamente en el pasado.
Este punto
de vista fue sacudido fuertemente a comienzos de 1913, cuando los científicos
Vesto Slipher, Albert Einstein, y Edwin Hubble descubrieron evidencias
convincentes de que el universo se estaba expandiendo. Descubrimiento tras
descubrimiento en el siglo XX afirmaban, no solo que el universo se estaba
expandiendo, sino que el tiempo, el espacio, la materia y la energía parecían
haber tenido un principio en el pasado finito. En 1968 y 1970, Stephen Hawking,
George Ellis y Roger Penrose, publicaron trabajos que ampliaron la Teoría de
Einstein de la Relatividad General para incluir mediciones de tiempo y espacio,
demostrando que ambos tuvieron un principio finito que correspondía con los
orígenes de la materia y la energía. Extraordinariamente, su conclusión fue que
(causalmente) antes de ese momento, ¡el espacio y el tiempo no existían!
El
planteamiento astrofísico “supuestamente científico” declara que el universo
comenzó a existir en una gran explosión llamada “el Big Bang”. Según este
pensamiento, el espacio y tiempo físicos fueron creados durante ese
acontecimiento, así como toda la materia y la energía en el universo.
Aproximadamente 11 años de trabajo de los cosmologistas Arvind Borde, Alan H.
Guth, y Alexander Vilenkin culminando en el 2003, establecieron que esta
conclusión aplica para todas las teorías de origen cósmico para las que exista
evidencia observable. Esta es la conclusión de la ciencia moderna. Por lo tanto,
como el astrónomo de la universidad de Cambridge, Fred Hoyle, señala, ¡la
Teoría del Big Bang requiere la creación del universo a partir de la nada! Esto
es porque, a medida que usted retrocede en el tiempo, llega a un punto en el
tiempo en que, en palabras de Hoyle, el universo estuvo "encogido hasta la
nada" (Fred Hoyle, From Stonehenge to Modern Cosmology/San Francisco: W.H.
Freeman, 1972, pág. 36). Por esto, lo que el modelo del Big Bang requiere es
que el universo comenzó a existir y fue creado a partir de la nada.
Ahora, esto
tiende a ser muy incómodo para el ateo, porque como Anthony Kenny, de la
Universidad de Oxford, exhorta: "Un defensor de la teoría del Big Bang, al
menos si es ateo, tiene que creer que el universo se originó de la nada y por
la nada" (Anthony Kenny, The Five Ways: St. Thomas Aquinas' Proofs of
God's Existence/New York: Schocken Books, 1969, pág. 66).
Ciertamente
eso no tiene sentido y es absolutamente absurdo y contradictorio. De la nada,
nada se origina. Entonces ¿por qué existe el universo en vez de la nada? ¿De
dónde vino? Debe existir una causa que originó al universo. Y por la misma
naturaleza del caso, esta causa tiene que ser un ser no creado, invariable,
eterno e inmaterial, el cual creó el universo. Debe ser no creado porque no
puede haber un retroceso infinito de causas, es decir, no puede haber una serie
de causas retrocediendo en el tiempo al pasado infinito. Debe ser eterno, y por
lo tanto invariable, al menos sin el universo, porque creó el tiempo. Debido a
que también creó el espacio, también debe trascender el espacio y por lo tanto,
ser inmaterial, no físico.
Esto nos
lleva a otro ejercicio lógico del linaje de los argumentos cosmológicos y es
"El Argumento Kalam". Este argumento cosmológico es sencillo pero en
su forma moderna (como fue desarrollado por el filósofo William Lane Craig),
nunca ha sido refutado exitosamente:
Premisa 1:
Todo lo que comienza a existir tiene una causa.
Premisa 2:
El universo comenzó a existir.
Conclusión
1: Por lo tanto, el universo debe tener una causa (The Kalam Cosmological
Argument/New York: Harper & Row, 1979, pág. 63).
En relación
a la Premisa 1, note que la noción clásica de Dios no estaría incluida en esta
categoría, ya que él nunca comenzó a existir dentro de esa comprensión. Desde
ese punto de vista, él es la necesaria "Causa No Causada" del
universo que creó el tiempo mismo, y siempre ha existido fuera del tiempo
("eternamente"). El universo, por otra parte, se cree que comenzó a
existir en un punto finito en el pasado y esto lo afirma la mayoría de los
científicos, tanto seculares como cristianos, ateos y creyentes. Entonces, si
el universo comenzó a existir, debe tener una causa.
¿No es
increíble que la teoría del Big Bang y los argumentos cosmológicos encajen con
lo que los teístas siempre han creído?... que en el principio Dios creó el
universo, es decir, los cielos y la tierra (Gn. 1:1). Desde que comenzaron a
surgir indicaciones, a comienzos del siglo XX, de que el universo tuvo un
principio, se ha hecho intento tras intento para crear una hipótesis de un
modelo eterno para evitar las implicaciones metafísicas (sobrenaturales o
espirituales) de ello. Algunos de estos intentos incluyen el Modelo Oscilante,
el Modelo de Estado Estacionario, y el Modelo de Fluctuación Cuántica del
Vacío, todos los cuales han fracasado. Los modelos del "Big Bang",
todos los cuales tienen un comienzo en el espacio y tiempo, han llegado a ser
aceptados a regañadientes por más del 90% de los científicos, a pesar de sus
implicaciones metafísicas inherentes, debido al abrumador respaldo de las
evidencias.
En una serie
de trabajos que culminaron en el 2003, Arvind Borde, Alan Guth, y Alexander
Vilenkin pudieron demostrar que cualquier universo que esté, en promedio, en un
estado de expansión cósmica no puede ser eterno en el pasado, sino que debe
tener un principio absoluto. Esto incluye todos los modelos del universo que
evalúan honestamente los datos disponibles. A este respecto Vilenkin afirma:
"Se dice que un argumento es lo que convence a los hombres razonables, y
una prueba es lo que se requiere para convencer hasta a un hombre irrazonable.
Con la prueba ahora en su sitio, los cosmologistas ya no pueden ocultarse
detrás de la posibilidad de un universo de pasado eterno. No existe escapatoria,
tienen que enfrentar el problema de un principio cósmico" (Many Worlds in
One /New York: Hill and Wang, 2006, pág.176).
El Argumento
Cosmológico o argumento de la Primera Causa es un argumento filosófico a favor
de la existencia de Dios, el cual explica que todo tiene una causa, que debe
haber existido una primera causa, y que esta primera causa no se ocasionó a sí
misma (porque es la Causa no causada). Así pues, el Argumento Cosmológico del
Kalam es una de las variantes del argumento que ha resultado especialmente útil
al defender la posición filosófica de la visión del mundo teísta (que reconoce
a un ser supremo).
Los ´argumentos
de primera causa´ fueron introducidos por Platón y Aristóteles en los siglos
III y IV a.C. Estos argumentos sostienen que todo lo que existe u ocurre debe
haber tenido una causa. Así que, si se retrocede lo suficiente en el tiempo, se
puede descubrir una primera causa. Aristóteles, un deísta, propuso que esta
primera causa fue el creador del universo. Tomás Aquino, un cristiano, luego
amplió las ideas de Aristóteles en el siglo XIII d.C. y moldeó el concepto de
la primera causa dentro de un marco en el cual la primera causa del universo
mismo no fue ocasionada (la Primera Causa es Dios). Basado en un razonamiento
similar, el Argumento Cosmológico del Kalam fue desarrollado por filósofos
musulmanes en la Edad Media, pero no ha perdido nada de su poder filosófico a
través de los siglos. En los últimos años, el filósofo cristiano William Lane
Craig ha puesto el argumento Kalam de nuevo en el centro de atención
(http://www.leaderu.com/truth/3truth11.html).
Dos
argumentos filosóficos distintos son usados en este enfoque:
- El primer
argumento afirma que un infinito real no puede existir. Una parte de un
conjunto infinito es igual al todo del conjunto infinito, porque ambas, la
parte y el todo son infinitas. Imagínese, por ejemplo, una colección infinita
de pelotas rojas y negras. El número de pelotas rojas en esta colección es
igual al número total de todas las pelotas de la colección, porque ambas son
infinitas. Lo mismo aplica para el número de pelotas negras de la colección. De
esta manera, el número de pelotas rojas es igual al número de pelotas negras,
que es igual a la suma de todas las pelotas rojas y negras. Obviamente, la idea
de una colección infinita real conlleva a absurdos. Esto también es verdad para
un conjunto de eventos históricos: puede concluirse que la ocurrencia de un
verdadero conjunto infinito de eventos teniendo lugar antes de un determinado
momento en el tiempo es imposible.
- El segundo
argumento afirma que un infinito real no puede ser formado. La historia, o la
colección de todos los eventos en el tiempo, es conformada al añadir
secuencialmente un evento tras otro. Siempre es posible añadir otro evento a la
historia, lo que significa que la historia del universo es un infinito
potencial, pero nunca puede ser un infinito real.
Resulta
interesante que Craig también alega que la causa del universo tiene que ser un
Creador personal porque él dijo: "La única manera de tener una causa
eterna pero un efecto temporal parecería ser si la causa es una agente personal
quien libremente elige crear un efecto en el tiempo".
La Biblia
nos muestra que Dios creó el universo (Heb. 11:3) y que Dios mismo no es una
parte física del universo (2 Crón. 2:6) porque es eterno e infinito (Gn.
21:33). La Biblia nos enseña muy claramente que Dios es la Primera Causa no
ocasionada, el cual creó el universo por su propia voluntad ya que tiene el
poder exclusivo para hacerlo (Sal. 66:7).
El Argumento
Cosmológico del Kalam es consistente con el relato bíblico del principio del
universo y de la ´Primera Causa´. Sin embargo, es solo uno de muchos
indicadores y evidencias que apuntan a la existencia de un Dios Creador, como
lo revela la Biblia, y esto lo seguiré demostrando con más argumentos.
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