jueves, 15 de septiembre de 2016

¿Cuál es la Verdad? Parte VIII

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PRUEBAS TÉCNICAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS

Profundizando en las evidencias a favor de la existencia de Dios, tengamos en mente varios elementos con los cuales se puede probar su existencia: causalidad, orden, diseño, instrucciones codificadas, complejidad irreducible, dualidad y moralidad.

A continuación desarrollemos cada uno de ellos:

a. Causalidad
Dios provee la mejor explicación sobre la existencia del universo y de todo lo que hay en él (Heb. 11:3).

* La teoría alternativa es que de la nada se produjo todo por un proceso evolutivo al azar.
* El ateo o el agnóstico podrían decir: ¿Por qué todo tiene una causa?… esto es una justificación inaceptable para la existencia de Dios.

La ciencia debe ser “la búsqueda no influenciada de la verdad” sin preconcepciones filosóficas y debe basarse en hechos; sin embargo, la Teoría de la Evolución (promovida por Charles Darwin) ha ido en contra de la investigación imparcial, estableciendo argumentos sin pruebas contundentes como “verdades irrefutables” y el método científico ha sido desvirtuado por esta corriente de pensamiento.

¿Puede la vida evolucionar al azar a partir de materia inorgánica? De acuerdo con los matemáticos, no.

I. Abiogénesis
El concepto del surgimiento de los componentes de la vida a partir de la no-vida por casualidad aleatoria (por azar) es llamado "abiogénesis." Este concepto es la "historia de la vida" de la evolución darwiniana. Pero ¿cuáles son las probabilidades de que los componentes de la vida se junten por casualidad aleatoria de manera que proporcionen siquiera la posibilidad de la vida?

En los últimos años, científicos han intentado calcular las probabilidades de que un organismo independiente, unicelular, tal como una bacteria, pueda resultar al azar combinando las bases químicas preexistentes.

Harold Marowitz, un físico ateo de la Universidad de Yale, creó modelos matemáticos imaginándose caldos de bacteria viva que fueron sobrecalentados hasta que todos los químicos complejos fueron reducidos a materia prima básica. Después de enfriar las mezclas, Morowitz utilizó cálculos físicos para concluir que las probabilidades de que una sola bacteria se reensamblara al azar son de 1 en 10.100.000.000.000 (Eastman y Missler, The Creator Beyond Time and Space, 76-77).

En respuesta a las probabilidades calculadas por Morowitz, Robert Shapiro escribió: "La improbabilidad involucrada en generar siquiera una bacteria es tan grande, que reduce todas las consideraciones de tiempo y espacio a la nada. Dadas tales probabilidades, el tiempo hasta que los agujeros negros se evaporen y el espacio hasta el fin del universo, no harían ninguna diferencia. Si tuviésemos que esperar, estaríamos verdaderamente esperando un milagro" (Robert Shapiro, Origins - A Skeptic's Guide to the Creation of Life on Earth, 1986, 128).

¿Cómo podemos comprender una estadística tan grande? Bueno, ¡es más probable que usted se gane la lotería cada semana por un millón de años comprando solo un boleto semanal!

La probabilidad de una generación espontánea es aproximadamente la misma que la de un tornado, arrasando a través de un depósito de chatarra, pudiera ensamblar un Boeing 747 utilizando lo contenido allí. Los matemáticos nos dicen que cualquier evento con una improbabilidad mayor de 1 en 1050 se encuentra en el dominio de la metafísica, es decir, es un milagro (Mark Eastman, MD, Creation by Design, T.W.F.T. Publishers, 1996, 21-22.).

En lo referente al origen de la vida, Francis Crick, ganador del Premio Nobel de biología por su trabajo con la molécula de ADN, afirmó en 1982: “Un hombre honesto, armado con todo el conocimiento disponible para nosotros hoy, solo podría decir que de cierta forma, el origen de la vida parece en este momento ser casi un milagro… tantas son las condiciones que han debido de haberse satisfecho para comenzarla” (Francis Crick, Life Itself -- Its Origin and Nature, Futura, 1982).

"Las probabilidades de producir accidentalmente el código correcto de ADN en una especie o cambiarlo a otra especie viable son matemáticamente imposibles" (J Leslie, "Cosmology, Probability, and the Need to Explain Life," in Scientific American and Understanding, págs. 53, 64-65; E. Ambrose, Nature and Origin of the Biological World, 1982, pág. 135).

Aunque Darwin mismo se enfocó en el origen de las especies, algunos científicos han tratado de aplicar el concepto de la evolución a la primera vida para formar el concepto de la abiogénesis. En 1924, el bioquímico ruso, Alexander Oparin, propuso que células vivas surgieron gradualmente de materia no-viva mediante una sucesión de reacciones químicas. Según Oparin, los gases presentes en la atmósfera de la tierra primitiva, al ser inducidos por rayos u otras fuentes de energía, pudieron reaccionar para formar compuestos orgánicos simples. Estos compuestos pudieron posteriormente autoensamblarse en moléculas cada vez más complejas, como las proteínas. Estas, a su vez, pudieron organizarse en células vivas.

En 1953, Stanley Miller y Harold Urey probaron la hipótesis de Oparin, realizando un experimento que procuró simular las condiciones atmosféricas de la tierra primitiva. En su experimento, se hirvió agua hasta convertirse en vapor en el fondo de un frasco y luego fue pasada por un aparato, combinándola con amoniaco, metano, e hidrógeno. Luego sometieron la mezcla resultante a una chispa de 50.000 voltios antes de enfriarla y recolectarla en el fondo del aparato. Cuando Miller y Urey examinaron la sustancia resultante, parecida al alquitrán, encontraron una colección de aminoácidos que son los componentes de la vida.

Desafortunadamente, el intento de Miller y Urey para demostrar la posibilidad de la abiogénesis (que la vida puede surgir de la no-vida) no simuló honestamente las condiciones de la tierra primitiva. Por ejemplo, el oxígeno estaba evidentemente presente en la tierra primitiva pero la presencia de oxígeno prohíbe el desarrollo de compuestos orgánicos. Aunque requerimos de abundante oxígeno para sobrevivir, nuestros cuerpos también necesitan muchas adaptaciones especiales para manejarlo sin peligro. En los años 1950, investigadores del origen de vida asumieron que la tierra primitiva tenía muy poco oxígeno. Sin embargo, la evidencia geológica ahora sugiere que cantidades sustanciales de oxígeno estuvieron presentes en la atmósfera más primitiva de la tierra. Si los gases que los científicos creen ahora que estuvieron presentes en la tierra primitiva fueran utilizados en la proporción correcta, ninguno de estos aminoácidos sería producido.

Pero supongamos que el experimento de Miller recreó fielmente las condiciones de la tierra primitiva, ¿podría ser validado el experimento? Una importante dificultad adicional es que tales experimentos no pueden producir las clases correctas de aminoácidos. Las conformaciones de aminoácidos existen como isómeros especulares. En otras palabras, hay aminoácidos zurdos (Forma L), así como aminoácidos diestros (Forma D). Los aminoácidos que comprenden las proteínas vivas son de la forma zurda, aunque en simulaciones como la de Miller, se produce una mezcla igual de aminoácidos zurdos y diestros. Todos los mecanismos naturales conocidos, por medio de los cuales son producidos los aminoácidos, producen aminoácidos en aproximadamente la misma proporción de formas diestras y zurdas. Pero supongamos que fuera descubierto algún mecanismo naturalista que pudiera verdaderamente segregar las formas zurdas necesarias para la vida. Todavía permanecería sin explicación cómo los aminoácidos de forma L llegaron a ordenarse correctamente con los enlaces apropiados (enlaces peptídicos) para formar las proteínas. Las probabilidades en contra de obtener siquiera una sola proteína a partir de una sopa primordial, hecha exclusivamente de aminoácidos de forma L, todavía serían sumamente altas.

Pero supongamos que no solo se descubrió un mecanismo naturalista que podría segregar las formas zurdas necesarias para la vida, sino que también se descubrió una sopa que posee una capacidad especial para formar proteínas. Para formar una célula viva se requiere de cientos de proteínas especializadas que necesitan ser coordinadas de manera precisa. También necesitaríamos producir ADN, ARN, una membrana de célula, y una cantidad de otros compuestos químicos (sin mencionar arreglarlos en sus lugares correctos para realizar sus respectivas funciones).

Claramente, para conseguir una célula viva del experimento de Miller-Urey por procesos materialistas no guiados se requiere que improbabilidades se amontonen sobre improbabilidades. Por esta razón, Dean Kenyon concluye correctamente: "Es un problema enorme, cómo podría usted juntar en un volumen diminuto y sub-microscópico del océano primitivo todos los cientos de diferentes componentes moleculares que usted necesitaría para establecer un ciclo de autoréplica".

II. Las Leyes de la Termodinámica
El término "termodinámica" viene de dos palabras: "termo," que significa calor, y "dinámica," que significa poder. Por esto, las Leyes de la Termodinámica son las leyes del "Poder del Calor" y son leyes absolutas; por ende, todas las cosas en el universo observable son afectadas y obedecen las Leyes de la Termodinámica.

La Primera Ley de la Termodinámica, comúnmente conocida como la Ley de la Conservación de la Materia/Energía, establece que la materia/energía no puede ser creada, ni tampoco puede ser destruida. La cantidad de materia/energía permanece igual. Puede cambiar de sólido a líquido, a gas, a plasma, y comenzar de nuevo, pero la cantidad total de materia/energía en el universo permanece constante.

La Segunda Ley de la Termodinámica es comúnmente conocida como la Ley de la Entropía en Aumento. Mientras que la cantidad permanece igual (Primera Ley), la calidad de la materia/energía se deteriora gradualmente con el tiempo. ¿Por qué? La energía utilizable es inevitablemente usada para la productividad, crecimiento y reparaciones. En el proceso, la energía utilizable es convertida a energía inutilizable. Por esto, la energía utilizable es irrecuperablemente perdida en forma de energía inutilizable.

La "Entropía" es definida como una medida de energía inutilizable dentro de un sistema cerrado o aislado (el universo, por ejemplo). A medida que la energía utilizable decrece y la energía inutilizable aumenta, la "entropía" aumenta. La entropía es también un indicador de aleatoriedad o caos dentro de un sistema cerrado. A medida que la energía utilizable es irrecuperablemente perdida, el desorden, la aleatoriedad y el caos aumentan.

Las implicaciones de la Segunda Ley de la Termodinámica son considerables. El universo está perdiendo constantemente energía utilizable y nunca ganándola. Debido a esto, se concluye lógicamente que el universo no es eterno y que tuvo un comienzo, por lo cual es  finito; la razón es que el universo tuvo una "entropía cero" (su estado más ordenado posible). Como a un reloj al que se le ha dado toda la cuerda, al universo se le ha estado gastando la cuerda, porque en un punto estuvo completamente cargado y desde entonces se ha ido descargando. La pregunta es: ¿quién le dio cuerda a este reloj?

Las implicaciones teológicas son obvias. El astrónomo de la NASA, Robert Jastrow, comentó sobre estas implicaciones cuando dijo: "Los teólogos, generalmente, están encantados con la prueba de que el universo tuvo un comienzo, pero curiosamente, los astrónomos están disgustados" (Robert Jastrow, Dios y los Astrónomos, 1978, pág. 16).

Entonces, estas evidencias apuntan a que el Huevo Cósmico (el nacimiento de nuestro universo) lógicamente requiere de una Gallina Cósmica (un Diseñador) con la capacidad suficiente para producir todo lo que existe.

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