Considere
la Biblia como el mapa para la vida. Su sabiduría se extiende por muchos
siglos, pero hoy en día, millones encuentran su mensaje tan fresco y relevante
como nunca porque sus principios funcionan en la vida diaria y en todas las
etapas de la vida, dándonos un propósito para vivir. Ese propósito nos da
esperanza para el presente y el futuro, incluso más allá de esta vida.
¿Por
qué darle importancia a la Biblia? En la búsqueda de un mapa para la vida,
considere las declaraciones de la Biblia. Una y otra vez, nos asegura que es la
palabra real de nuestro Creador.
En
más de 2000 lugares los profetas de la Biblia dicen cosas como éstas: El Señor
me dijo... Estas son las palabras del Señor... Esto es lo que dice el Señor...
Moisés
dijo que las leyes de Dios, los Diez Mandamientos, fueron escritos por el dedo
de Dios en tablas de piedra (Éx. 31:18); además, Dios habló con él cara a cara,
como habla un hombre con su amigo (Éx. 33:11).
El
Rey David dijo: “El Espíritu de Jehová ha
hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua” (2 Sam. 23:2, 3).
El
profeta Jeremías escribió: “Y extendió
Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras
en tu boca” (Jer. 1:9).
Nos
debemos preguntar en serio: ¿estos profetas tenían la mala costumbre de mentir?
¿O estaban diciendo la verdad, y Dios realmente hablaba a través de ellos?
Jesús
nos asegura que los profetas de la Biblia decían la verdad.
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Se basó en los informes de la historia (Mt. 12:40; 24:37-39).
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Confiaba en todos sus escritos y nos enseñó la misma confianza (Mt. 5:17-19,
Lc. 16:17, 29; 24:27, 44; Jn. 5:39-47).
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Él basó sus enseñanzas en las palabras exactas que ellos utilizaron (Mt. 19:5,
6; 22:32).
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Él preguntó: “¿No habéis leído lo que os
fue dicho por Dios?” (Mt. 22:31, 32).
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Él nos recordó: “La Escritura no puede
ser quebrantada” (Jn. 10:35).
Los
apóstoles, los portavoces de Jesús, Pablo (2 Tim. 3:16-17) y Pedro (2 Ped. 1:21),
enseñaron lo mismo.
En
resumen, la Palabra de Dios es un mapa seguro y fiel que nos muestra el camino
por el cual debemos andar en obediencia a Cristo para llegar al destino final
que es el Cielo (la vida eterna); además, nos muestra cuál es el camino
indudable hacia el infierno y la condenación eterna: el pecado (la
desobediencia a Dios).
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