martes, 21 de julio de 2015

Un libro divino-humano



La Biblia es un libro divino-humano, tal como Cristo es la Persona divina-humana. Esta es la llave que abre la puerta a una comprensión de la verdadera naturaleza de las Escrituras.

Dios pudo haber enviado a su Hijo en la forma de un hombre adulto sin la necesidad de nacer como un niño. En tal caso el cuerpo de Jesús hubiera sido una simple corteza por así decirlo, encerrando la naturaleza divina. Pero en su sabiduría, Dios no escogió hacerlo de esa manera. Mas bien quiso que su Hijo naciera de una mujer. De esta forma, Jesús participó de las características de su madre tanto psicológica como físicamente. No solamente llevó la semejanza de ella en sus rasgos físicos, sino que también fue influenciado por la atmósfera intelectual y social del hogar. Fue el hijo de María tanto como el Hijo de Dios.

Sucedió lo mismo con la Biblia. Dios pudo habernos enviado su Libro directamente del cielo como una revelación completa, encuadernado en piel finísima, con perfecto acabado y tipografía de calidad sin igual, con bordes grandes para proteger sus hermosos textos dorados, con impecable impresión en papel de lujo, y hasta con una dedicatoria especial, pero él no quiso hacerlo de esa manera. En vez de eso, la luz de la revelación divina irrumpió en el alma de Moisés, David, Pablo, Juan y muchas otras personas. Como resultado tenemos la revelación de la verdad divina para los hombres, inspirada por Dios y escrita por los hombres que Dios escogió para este fin.

Ellos usaron pergaminos de pieles de ovejas y cabras y rollos de papiro (entre otros materiales). Allí escribieron los pensamientos de Dios con la ayuda del Espíritu Santo. Tal como la luz del sol al pasar por un prisma se divide en sus varios rayos, así la luz de la verdad divina, al filtrarse por los prismas de las personalidades humanas, refleja su parte humana. Eso se demuestra no solamente en el lenguaje que emplearon, sino también en el vocabulario, en el estilo y en las maneras de pensar, de aproximarse a un asunto, y en la diversidad de sus puntos de vista. El Espíritu Santo hizo uso de esta variedad de intereses y mentalidades de los diferentes escritores para comunicar la totalidad de la revelación divina en la Biblia.

Desafortunadamente, muy a menudo vemos un aspecto de la verdad, con el resultado de que en efecto tenemos la verdad a medias. Pregúntele a un creyente: ¿Fue Jesús divino o humano?" y él contestará enfáticamente: ¡Fue divino!. Pregunte la misma cosa a un humanista y su respuesta será: Fue humano. Los dos tienen razón y los dos están equivocados. La discusión entre la deidad y la humanidad de Jesús existe solamente en el pensamiento teológico falso.

Existe la misma situación en relación a las Escrituras. A veces los evangélicos recalcan la fuente divina de la Biblia hasta el punto de perder de vista el origen humano. Los de teología liberal en cambio dan demasiado énfasis al origen humano y descuidan el origen divino. La Biblia en verdad tiene una parte humana porque salió de las manos de los hombres que la escribieron, pero su fuente esencial fue divina. El Espíritu Santo inspiró a los escritores. Es este hecho lo que le da su autoridad como la Palabra de Dios.

Algunas personas solo se imaginan a un hombre, sentado y con una pluma en la mano, escribiendo las palabras de la Escritura, y por eso dicen: “La Biblia es un libro humano”. Otras personas solo piensan en el hecho de que el Espíritu Santo inspiró a los autores humanos y dicen: “La Biblia es divina”. Sin embargo, necesitamos ver el cuadro entero, no solamente una parte, y así entenderemos y diremos: “la Biblia es un libro divino-humano”.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario