lunes, 27 de julio de 2015

La Existencia de Dios Parte II


A continuación, revisemos otras evidencias a favor de la existencia de Dios:

- El hombre es un ser inteligente y moral; su Creador debe ser superior en su inteligencia y en su carácter moral para tener la capacidad de crearlo y gobernar sobre él.

La complejidad del cerebro humano muestra una inteligencia superior tras él.

• El cerebro humano procesa simultáneamente una asombrosa cantidad de información. Tu cerebro capta todos los colores y objetos que ves, la temperatura a tu alrededor, la presión de tus pies sobre el piso, los sonidos a tu alrededor, lo seco de tu boca, hasta la textura de tu teclado. Tu cerebro registra y procesa todas tus emociones, pensamientos y memorias. Al mismo tiempo monitorea continuamente las funciones de tu cuerpo como la respiración, el parpadeo, el hambre y el movimiento de los músculos en tus manos.
• El cerebro humano procesa más de un millón de mensajes por segundo. Tu cerebro evalúa la importancia de todos estos datos, filtrando lo que relativamente no tiene importancia. Esta función de filtrado es lo que te permite enfocar y funcionar efectivamente en tu mundo. Un cerebro que procesa más de un millón de datos por segundo, mientras evalúa la importancia de ellos y te permite actuar de acuerdo a la información más relevante... ¿surgió como producto de la mera casualidad?
• ¿Fueron simplemente causas biológicas, las que formaron perfectamente el tejido adecuado, el flujo sanguíneo, las neuronas, y la estructura perfecta de tu cuerpo? El cerebro funciona de manera muy distinta que otros órganos. Hay inteligencia en él, la habilidad de razonar, generar sentimientos, soñar, planear, actuar y relacionarse con otras personas. ¿Cómo podríamos explicar el cerebro humano, ignorando a Dios, quien tiene la inteligencia infinita?

- La humanidad siempre ha creído en un ser universal.

Para afirmar con seguridad que no hay Dios, la persona tiene que ignorar la realidad de que existe un número de millones de individuos que han creído durante muchos siglos y otros millones que creen actualmente en la existencia de Dios. Sin embargo, el hecho de que muchos crean no es suficiente para que algo sea cierto; esta idea es válida pero miremos algunos argumentos más sólidos:

La Ciencia, por ejemplo, ha descubierto nuevas verdades acerca del universo que prevalecen sobre conclusiones previas que han tenido millones de seguidores. No obstante, mientras la ciencia ha progresado, no hay descubrimiento científico que contradiga la probabilidad numérica de un Ser Inteligente existente detrás de todo el universo. De hecho, mientras más la ciencia descubre acerca de la vida humana y el universo, más nos sorprendemos de la complejidad de todo. En vez de apuntar a otras fuentes (aparte de Dios), la evidencia se acumula y nos orienta hacia una fuente Inteligente.

Por otro lado, hay un argumento contundente y mucho más grande: a través de la historia, billones de personas en el mundo han atestiguado sus convicciones esenciales y firmes acerca de la existencia de Dios -alcanzadas desde su subjetiva y personal relación con Dios obviamente. Hoy por hoy, millones de personas podrían dar cuenta detallada de su experiencia con Dios. Ellos nos hablarían de sus oraciones atendidas y las asombrosas maneras en que Dios obró en sus necesidades, y los guió a través de importantes decisiones personales. Ellos ofrecerían, no solo una descripción de sus creencias, sino reportes detallados de las acciones de Dios en sus vidas. Muchos están seguros de que un Dios amoroso existe y les ha mostrado ser fiel.

Si tú eres escéptico, agnóstico, ateo o dudas de la existencia de Dios, puedes decir con seguridad: “Yo estoy absolutamente en lo cierto y todos ellos están equivocados acerca de Dios”. No hay problema… pero sigamos revisando otras evidencias para corroborar la existencia de Dios.

- El bien y el mal existen por todo el mundo; entonces, debemos asumir que hay una ley moral que divide el bien y el mal.

El hombre es un ser moral que busca la perfección moral; por lo tanto, debe existir un ser superior que dio origen a esta aspiración humana. Además, muchas veces en el hombre existe un sentido de justicia para sancionar el mal comportamiento humano y para premiar el buen comportamiento. Por lo tanto, debe existir un "Gran Árbitro” que ejerce justicia.

Dado que hay una ley moral, debe haber un dador de esa ley. Este dador de la ley nos busca constantemente porque nos ama y quiere que disfrutemos de sus propósitos, cumpliendo con sus leyes.

Dios quiere ser conocido y nos ha creado con la intención de que lo conozcamos. Nos ha rodeado de evidencias acerca de él, y mantiene el tema de su existencia directamente ante nosotros. Aún los ateos no pueden dejar de pensar acerca de la posibilidad de la existencia de Dios.

Malcolm Muggeridge, autor socialista y filosófico, escribió: “Tenía la noción que de alguna manera, además de estar buscando, yo estaba siendo buscado”.

A diferencia de cualquier otra revelación de Dios, Jesucristo es la imagen más clara y más específica de un Dios que nos busca.

¿Por qué Jesús? Mira a través de las principales religiones del mundo y encontrarás que Buda, Mahoma, Confucio, etc... todos ellos, se autoidentifican como maestros o profetas pero ninguno de ellos jamás dijo ser igual a Dios. Sorprendentemente, Jesús lo hizo. Eso es lo que separa a Jesús de todos los demás. Aunque él habló de su Padre en el cielo, no fue desde la posición de separación, sino de estrecha unión. Jesús enseñó que cualquiera que lo viese, había visto al Padre… cualquiera que creyese en él, creía en el Padre (Jn. 14:7-10).

Él dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn. 8:12). El habló sobre tener atributos que solo pertenecen a Dios: poder perdonar los pecados de la gente, liberarlos de los malos hábitos, dar una vida más abundante y darles vida eterna.

A diferencia de otros maestros que solo hacían enfocar a la gente en sus palabras, Jesús dirigía la gente a sí mismo. Él dijo: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por de mí” (Jn. 14:6).

¿Qué pruebas dio Jesús de su divinidad? El hizo lo que la gente no puede hacer; Jesús hizo milagros, sanó ciegos, paralíticos, sordos… incluso resucitó a un par de personas de la muerte. El tenía poder sobre los objetos... sacó comida de la nada cuando multiplicó los panes y los peces; y fue suficiente para alimentar a miles de personas. El hizo milagros en la naturaleza: caminó sobre las aguas, ordenó detenerse a una fuerte tormenta para ayudar a sus discípulos, etc. Gente por todas partes seguía a Jesús porque él constantemente satisfacía sus necesidades, haciendo milagros.

El dijo: “Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras” (Jn. 14:11).

Jesucristo nos mostró a un Dios tierno, amoroso, consciente de nuestro egoísmo y limitaciones, aún así deseando profundamente una relación personal con nosotros. Jesús revela que aunque Dios nos ve como pecadores, y merecedores de su castigo, su amor por nosotros prevaleció, y trazó un plan para restaurarnos.

Jesucristo –siendo Dios- tomó la forma de un hombre y aceptó el castigo por nuestros pecados, en nuestra representación. ¿Suena absurdo? Quizás sí… pero ¿sería viable que un padre amoroso cambiara de lugar con su hijo enfermo de cáncer si pudiese?

La Biblia dice que la razón para que amemos a Dios es porque él nos amó primero. Jesús nos amó y murió en nuestro lugar para que nosotros seamos perdonados. En todas las religiones conocidas por la humanidad no existe un paralelo con el amor de Jesús porque solo a través de él verás a Dios acercándose hacia la humanidad, brindándonos un camino para tener una relación con él.

Jesús nos prueba un corazón divino de amor. Debido a su muerte y resurrección, él nos ofrece una nueva vida hoy. Nosotros podemos ser perdonados, completamente aceptados por Dios y genuinamente transformados por Dios.

Dios dice: “Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia” (Jer. 31:3). Ese es Dios en acción.

¿Dios existe? Si tú quieres saber, investiga a Jesucristo. La Biblia dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16).

Recuerda…

Dios no nos fuerza a creer en él, aunque pudiera. En vez de eso, él nos ha provisto de suficientes pruebas de su existencia para que nosotros voluntariamente le respondamos: la perfecta distancia de la Tierra al Sol, las propiedades químicas del agua, el cerebro humano, el ADN, el número de personas que atestiguan conocer a Dios, el ansia en nuestros corazones y mentes por determinar si Dios está allí, la ley moral que separa el bien y el mal, el enorme deseo de Dios de ser conocido a través de Jesucristo.

Si quieres saber más acerca de Jesús y quieres tener razones para creer en él, ve más allá y búscale. Si quieres iniciar una relación con Dios ahora, tú puedes hacerlo. Esa es tu decisión.

Si tú quieres ser perdonado por Dios y alcanzar una relación con él, puedes empezar ya mismo pidiéndole que te perdone y venga a tu vida.

Jesús dijo:

“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él” (Jn. 14:21).

“El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Jn. 14:23).

Todo depende de aceptar su palabra que es la ley moral que determina el bien y el mal, la verdad y el error.

Si tú quieres hacerlo, pero no encuentras palabras para decirlo, considera la siguiente guía de oración: “Jesús, gracias por morir por mis pecados. Tú conoces todo lo que soy y que necesito de ti. Te pido perdón por todo lo malo que he hecho; te entrego mi corazón. Ven a mi vida; quiero conocerte realmente y tener una relación personal contigo”.

Jesús dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Jn. 10:27-29).

Lee la Biblia y aprende a conocer la voluntad de Dios; ora todos los días y pídele al Señor que te ayude a obedecer su palabra.

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