III. Su Muerte
Vicaria
En
la Escritura se revela la muerte de Cristo como un sacrificio por los pecados
de todo el mundo. De acuerdo a ello, Juan el Bautista presentó a Jesús con las
palabras: “He aquí el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29). Jesús, en su muerte, fue el
sustituto muriendo en el lugar de todos los hombres y esta verdad se confirma
constantemente en las Escrituras. Por medio de la muerte vicaria (como
representante del hombre) los juicios justos de Dios contra el pecador fueron
llevados por Cristo. El resultado de esta sustitución es tan simple y definitivo
como una transacción porque el Salvador ya ha cargado con los juicios divinos
contra el pecador a total satisfacción de Dios. Para recibir la salvación que
Dios ofrece, se les pide a los hombres que crean en esta obra de Cristo,
reconociendo que él murió por sus pecados y por este medio reclamar a
Jesucristo como su Salvador personal.
La
palabra «sustitución» expresa solo parcialmente todo lo que se llevó a cabo en
la muerte de Cristo. En realidad, no hay un término que pudiéramos decir que
incluye el todo de esa obra incomparable. El uso popular ha tratado de
introducir para este propósito la palabra expiación; pero este vocablo no
aparece ni una sola vez en el N.T.; no obstante, en Heb. 2:17 aparece este
vocablo referido a Cristo y, de acuerdo a su uso en el A.T., significa
solamente cubrir el pecado. Esto proveía una base para un perdón temporal “a causa de haber pasado por alto, en su
paciencia, los pecados pasados” (Rom. 3:25). Aunque en los tiempos del A.T.
se requería nada más que el sacrificio de un animal para remitir los pecados
(«tolerar», «pasar por alto» sin castigo, Hch. 17:30), Dios estaba actuando en
perfecta justicia al hacer este requerimiento, puesto que él miraba hacia la
manifestación de su Cordero, el cual vendría no solamente a pasar por alto o
cubrir el pecado, sino a quitarlo de una vez y para siempre (Jn. 1:29).
LO
QUE IMPLICA LA MUERTE DEL HIJO
Al
considerar el valor total de la muerte de Cristo deben distinguirse los
siguientes hechos:
-
La muerte de Cristo nos da seguridad del amor de Dios hacia el pecador (Jn.
3:16; Rom. 5:8; 1 Jn. 3:16; 4:9); sin embargo, Dios espera de los creyentes
salvos una vida digna de su llamamiento y demanda un cambio en cada área para
ser luz en medio de una sociedad que vive lejos de la voluntad perfecta de Dios
(2 Cor. 5:14-17; 1 Ped. 2:11-25).
-
La muerte de Cristo es una redención o rescate pagando las demandas santas de
Dios para el pecador y para liberar al pecador de la justa condenación. Es
significativo que la palabra «por» significa «en lugar de» o «en favor de», y
es usada en cada pasaje en el N.T. donde se menciona la muerte de Cristo como
un rescate (Mt. 20:28; 1 Tim. 2:6). La muerte de Cristo fue un castigo
necesario, el cual él cargó por el pecador (Rom. 4:25; 2 Cor. 5:21; Gál. 1:4;
Heb. 9:28). Al pagar el precio de nuestro rescate Cristo nos redimió y en el
N.T. se usan tres importantes palabras griegas para expresar esta idea:
a)
Agorazo: quiere decir «comprar en un mercado» (agora significa «mercado»). El
hombre, en su pecado, es considerado bajo la sentencia de muerte (Jn. 3:18, 19;
Rom. 6:23), un esclavo «vendido bajo pecado» (Rom. 7:14), pero en el acto de la
redención es comprado por Cristo a través del derramamiento de su sangre (1
Cor. 6:20; 7:23; 2 Ped. 2:1; Ap. 5:9; 14:3, 4).
b)
Exagorazo: significa «comprar y sacar del mercado de la venta», lo que agrega
el pensamiento no solo de la compra, sino también de que nunca más estará
expuesto a la venta (Gál. 3:13; 4:5), indicando que la redención es una vez y
para siempre.
c)
Lutroo: «dejar libre» (Lc. 24:21; Tito 2:14; 1 Ped. 1:18). La misma idea se
encuentra en el vocablo lutrosis (Lc. 2:38; Heb. 9:12), y otra expresión
similar, epoiesen lutrosin (Lc. 1:68), y otra forma usada frecuentemente,
apolutrosis, indicando que se libera a un esclavo (Lc. 21:28; Rom. 3:24; 8:23;
1 Cor. 1:30; Ef. 1:7, 14; 4:30; Col. 1:14; Heb. 11:35). El concepto de la
redención incluye la compra, el quitar de la venta, y la completa libertad del
rescate individual a través de la muerte de Cristo y la aplicación de la
redención por medio del Espíritu Santo.
Así,
también, la muerte de Cristo fue una ofrenda por el pecado, no semejante a las
ofrendas de animales presentadas en tiempos del A.T., las cuales podían
solamente cubrir el pecado, en el sentido de dilatar el tiempo del justo y
merecido juicio contra el pecador. En su sacrificio Cristo llevó sobre «su
cuerpo en el madero» nuestros pecados, quitándolos de una vez y para siempre
(Is. 53:7-12; Jn. 1:29; 1 Cor. 5:7; Ef. 5:2; Heb. 9:22, 26; 10:14).
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