martes, 8 de septiembre de 2015

Dios el Hijo Parte I


- Su Preexistencia
Siendo al mismo tiempo perfectamente humano y perfectamente divino, el Señor Jesucristo es semejante y a la vez distinto a los hijos de los hombres. Las Escrituras son muy claras respecto a la semejanza de él con los humanos (Jn. 1:14; 1 Tim. 3:16; Heb. 2:14-17), y lo presentan como a un hombre que nació, vivió, sufrió y murió entre los hombres. De igual manera, la Biblia enseña que él es diferente a nosotros, no solamente en el carácter impecable de su vida terrenal, en su muerte vicaria (en lugar de nosotros) y en su gloriosa resurrección y ascensión, sino también en el hecho maravilloso de su preexistencia eterna.

En cuanto a su humanidad, él tuvo principio, pues fue concebido por el poder del Espíritu Santo y nació de una virgen. En cuanto a su divinidad, él no tuvo principio, pues ha existido desde la eternidad. En Is. 9:6 leemos: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado…”. La distinción es obvia entre el niño que nació (como hombre) y el hijo que nos es dado (como Hijo de Dios). Así también en Gál. 4:4 se declara: “Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley”. El que existía desde la eternidad llegó a ser, en la plenitud del tiempo, “nacido (la descendencia) de mujer”. Ahora bien, cuando se dice que Cristo fue preexistente, se afirma que él existió antes de que se hubiera encarnado como hombre, puesto que él existía desde toda la eternidad pasada. Es también evidente que si Cristo es Dios, él es eterno, y si él es eterno, él es Dios, y las pruebas para la deidad de Cristo y su eternidad se relacionan mutuamente.

La eternidad y deidad de Jesús son establecidas por dos líneas de revelación bíblica:
* Declaraciones directas de la Escritura
* Implicaciones de la Escritura
 
I. Declaraciones directas de la eternidad y deidad del Hijo de Dios
La eternidad y deidad de Jesucristo están manifestadas en casi toda la Escritura y se afirma su infinita Persona y su existencia eterna igual con las otras Personas de la Trinidad. Este hecho no es afectado por su encarnación.
  
La Escritura declara en Jn. 1:1, 2: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios”. Además, Miq. 5:2 dice: “pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad”. Is. 7:14 afirma su nacimiento virginal y le da el nombre de Emanuel que significa «Dios con nosotros».

Como se planteó antes, de acuerdo a Is. 9:6, 7, aunque Jesús fue un niño nacido, él fue también dado como un hijo y es llamado específicamente «el Dios fuerte». Cuando Cristo declaró en Jn. 8:58: “De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy”, los judíos entendieron que esto era una afirmación de la deidad y la eternidad (Éx. 3:14; Is. 43:13). En Jn. 17:5, Cristo, en su oración, declaró: “Ahora, pues, Padre, glorifícame tú para contigo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” porque Jesús sabía de dónde venía y adónde iba después de morir en la cruz (Jn. 13:3). Fil. 2:6, 7 muestra que Cristo fue «en forma de Dios» antes de su encarnación. Una declaración más explícita se hace en Col. 1:15-19, donde se declara que Jesucristo es, antes de toda la creación, el Creador mismo, y la imagen exacta del Dios invisible. En 1 Tim. 3:16 se declara que Jesucristo es Dios manifestado en carne. En Heb. 1:2, 3 se declara el hecho de que el Hijo es el Creador y la exacta imagen de Dios, y su eternidad se afirma en Heb. 13:8, Ef. 1:4 y Ap. 1:11. Como estamos leyendo, la Escritura declara muy a menudo que Cristo es eterno y que él es Dios; por consiguiente, nuestra posición bíblica siempre debe ser afirmar la eternidad y deidad de Cristo.
 
II. Implicaciones de que el Hijo de Dios es eterno
La Palabra de Dios constante y consistentemente implica la preexistencia y eternidad del Señor Jesucristo. Entre las pruebas obvias de este hecho pueden resaltarse varias:
1. Las obras de la creación son adjudicadas a Cristo (Jn. 1:3; Col. 1:16; Heb. 1:10-12). Por lo tanto, él antecede a toda la creación y participó en su diseño y constitución juntamente con el Padre y con el Espíritu Santo.
2. El Ángel de Jehová, cuya manifestación se declara a menudo en el A.T., no es otro que el Señor Jesucristo preencarnado. Aunque él aparece algunas veces como un ángel o aún como un hombre, él lleva las marcas de la deidad. Él apareció a Agar (Gn. 16:7-14), a Abraham (Gn. 18:1-15; 22:11-18; Jn. 8:58), a Jacob (Gn. 31:11-13; 32:24-32; 48:15, 16;), a Moisés (Éx. 3:1-15), a Josué (Jos. 5:13-15) y a Manoa (Jue. 13:19-22). Él es quien lucha por los suyos y los defiende (2 Rey. 19:35; 1 Crón. 21:1-27; Sal. 34:7; Zac. 14:1-4).
3. Los títulos adjudicados al Señor Jesucristo indican la eternidad de su Ser. Él es precisamente lo que sus nombres sugieren: él es «el Alfa y Omega», «Admirable», «Consejero», «Dios fuerte», «Padre eterno», «Dios fuerte», «Dios con nosotros» y el «gran Dios y Salvador». Estos títulos identifican al Señor Jesucristo con la revelación del A.T. acerca de Jehová-Dios (Mt. 1:23 - Is. 7:14; Mt. 4:7 - Dt. 6:16; Mr. 5:19 - Sal. 66:16;  Mt. 22:41-46 - Sal. 110:1). Además, los nombres que el N.T. le da al Hijo de Dios se hallan íntimamente relacionados con los títulos del Padre y del Espíritu Santo, lo que indica que Cristo está en un plano de igualdad con la Primera y la Tercera Personas de la Trinidad (Mt. 28:19; 1 Cor. 1:3; 2 Cor. 13:14; Jn. 14:1; 17:3; Ef. 6:23; Ap. 20:6; 22:3), y explícitamente él es llamado Dios (Rom. 9:5; Tito 2:13; Heb. 1:8-14).
4. La preexistencia del Hijo de Dios se sobreentiende en el hecho de que él tiene los atributos de la Deidad: Vida (Jn. 1:4), Existencia en sí mismo (Jn. 5:26), Inmutabilidad (Heb. 13:8), Verdad (Jn. 14:6), Amor (1 Jn. 3:16), Santidad (Heb. 7:26), Eternidad (Col. 1:17; Heb. 1:11), Omnipresencia (Mt. 28:20), Omnisciencia (1 Cor. 4:5; Col. 2:3) y Omnipotencia (Mt. 28:18; Ap. 1:8).
5. De igual manera, la preexistencia de Cristo se sobreentiende en el hecho de que él es adorado y reconocido como Dios (Jn. 20:28; Hch. 7:59, 60; Heb. 1:6). Por lo tanto, se concluye que siendo el Señor Jesucristo Dios, él existe desde la eternidad y hasta la eternidad. Este capítulo, que recalca la Deidad de Cristo, debe estar inseparablemente relacionado con el que sigue, en el cual se da énfasis a la humanidad del Hijo de Dios, realizada a través de la encarnación. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario