jueves, 17 de septiembre de 2015

Dios el Hijo Parte VI


- Su Ascensión y Sacerdocio

I. El hecho de la ascensión de Cristo
Dios el Padre exaltó a Cristo y Pablo lo describe así: “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil. 2:9-11).

La resurrección de Cristo es el primer paso en una serie de exaltaciones de Cristo; por tanto, su ascensión a los cielos puede ser considerada como el segundo paso y esta verdad bíblica está registrada en Mr. 16:19; Lc. 24:50, 51 y Hch. 1:9-11.

La pregunta que se ha formulado es si Cristo ascendió a los cielos antes de su ascensión formal; sin embargo, hay varias referencias bíblicas que apuntan a que esto no fue posible; por ejemplo, se citan a menudo las palabras de Cristo a María Magdalena en Jn. 20:17, donde Cristo dijo: “Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios”. Aunque los expositores han diferido en sus opiniones, la mayoría de los estudiosos de la Biblia interpretan el tiempo presente de Jn. 20:17 «subo» como un anuncio de lo que estaría a punto de hacer en un futuro cercano y no como una acción en el presente.

También se cita la tipología del A.T. donde el sacerdote, después del sacrificio, traía la sangre una sola vez al lugar Santísimo (Heb. 9:12, 23-26); por ende, Cristo entró una vez al trono del Padre para cumplir este parámetro divino que se estableció en la Ley de Moisés, anunciando el sacrificio perfecto del Cordero de Dios. Las expresiones en Hebreos de que Cristo entró al cielo con su sangre se traducen más correctamente «por medio de su sangre» o «a través de su sangre»; en otras palabras, la aplicación física de la sangre solo ocurrió en la cruz pero los beneficios de la obra consumada de Cristo al derramar su sangre continúan vigentes a los creyentes durante todo el tiempo de la voluntad de Dios para salvación (1 Jn. 1:7).

Por otra parte, en Hechos 1 se confirma la ascensión de Cristo porque todo el pasaje sostiene completamente el hecho de que Cristo literalmente fue al cielo, tanto como él vino literalmente a la tierra cuando fue concebido y nacido. Hechos 1 usa cuatro palabras griegas para describir la ascensión: «Fue alzado» (v. 9); «le recibió una nube que le ocultó de sus ojos» (v. 9); «El se iba» (v. 10); y «ha sido tomado de vosotros al cielo» (v. 11). Estas cuatro declaraciones son significativas porque en el v. 11 está predicho que su segunda venida será de igual manera; esto es, su ascensión y su segunda venida son visibles, en un cuerpo glorificado y con nubes. Esto se refiere a su venida para establecer su reino, más que al rapto de la iglesia (o también llamado el arrebatamiento).

II. Evidencia para la llegada de Cristo al cielo
La evidencia de la ascensión de Cristo desde la tierra al cielo es completa y este hecho se afirma constantemente en el N.T. Miremos algunos pasajes bíblicos que describen cómo Cristo subió al cielo y está sentado a la diestra del Padre, exaltado sobre todo nombre: Hch. 2:33-36; 3:21; 7:55, 56; Rom. 8:34; Ef. 1:19-23; 4:8-10; Fil. 2:6-11; 3:20; 1 Ts. 1:10; 4:16; 1 Tim. 3:16; Heb. 1:3, 13; 4:14; 6:20; 7:26, 27; 8:1; 9:24; 10:12, 13; 12:2; 1 Jn. 2:1; Ap. 5:5-14; 6:9-17; 7:9-17; 14:1-5; 19:11-16). Como se puede notar, los apóstoles y los escritores del N.T. dieron testimonio genuino de la ascensión de Cristo al cielo y esto fue lo que proclamaron.

III. El significado de la ascensión
La ascensión señaló el fin de su ministerio terrenal. Así como Cristo había venido como hombre, nacido en Belén, también ahora él había retornado al Padre. Este hecho marcó el retorno a su gloria manifiesta, la cual estaba oculta en su vida terrena aún después de su resurrección. Su entrada en los cielos fue un gran triunfo, significando el final de su obra en la tierra y una entrada dentro de su nueva esfera de trabajo a la diestra del Padre como abogado, mediador e intercesor en los cielos a favor de los que creen en su nombre y en su obra de salvación.

La posición de Cristo en los cielos es de señorío universal, mientras espera su último triunfo en su segunda venida para reinar sobre la tierra por mil años (este tema de ampliará en otro estudio); así pues, se presenta frecuentemente a Cristo a la diestra del Padre (Sal. 110:1; Mt. 22:41-46; Mr. 16:19; Lc. 22:66-71; Col. 3:1; 1 Ped. 3:22). El trono que Cristo ocupa en los cielos es el trono del Padre; no debe confundirse con el trono davídico, el cual es terrenal. La tierra aún espera el tiempo cuando el planeta será hecho el estrado de sus pies y su trono será establecido sobre la tierra (Mt. 25:31). Su posición presente es, por supuesto, de honor y autoridad, y manteniéndose siempre como Cabeza de la Iglesia.

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